Capítulo 9

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NATHALIA

Me despido de mi amiga a eso de las doce y media de la tarde, hemos pasado toda la mañana hablando de cualquier cosa, sobre todo escuchando sus historias locas de cuando solía vivir en Argentina. No le comento nada sobre el auto que he alquilado, porque no me ha parecido prudente, seguramente me preguntaría con qué fin he hecho eso y tampoco puedo decirle eso.

Esperé a que Dashiell apareciera en algún momento en la casa, por ese motivo me he quedado hasta las doce y media con Camille, pero no dio ninguna señal de vida.

Al salir, me percato de que el cielo está nublado y la poca luz del sol se ha escondido quién sabe dónde. Es como si una tormenta se avecinara. Miro al cielo cuando de pronto ruge furioso, mientras luces de relámpagos se ven a través de las nubes grises. Introduzco la llave en la diminuta abertura que abre la puerta y casi tengo que llegar al punto de tirar de ella para poder abrirla, solo falta que me quede con la oxidada puerta en mano. Entro en el auto y una vez dentro tomo una respiración profunda, mi plan no ha funcionado y en vez de haber conseguido algo que me ayudara a descubrir quién es Dashiell, solo conseguí perder dinero.

No me queda más remedio que devolver el auto e irme a casa, con pesadez, inserto la llave en la abertura y la giro, haciendo que milagrosamente el viejo auto se enciende a la primera, el motor ruge y como si tuviese experiencia de años conduciendo, me aliento a salir del lugar, pero claramente mi capacidad para manejar no es la que tengo en mi mente, conduzco con la misma torpeza que lo he hecho para llegar aquí, sin embargo, salgo a la calle en una sola pieza, sin atropellar a nadie.

Me dirijo por la misma calle por la cual he llegado hace unas cuantas horas, pero en sentido contrario, en mi mente le ruego a Dios no encontrarme con ningún policía que pueda pedirme mi documento de conducir, porque no tengo uno y manejar así es ilegal. Lo sé muy bien.

Conduzco con preocupación, pero sobre todo con cuidado, manteniendo siempre la calma, con la vista fija en la calle y agradezco a quien sea que haga esto posible, de que no se encuentran muchas personas transitando, porque si no esto sería un desastre.

Pero algo a lo lejos capta mi atención, una silueta que mis ojos parecen reconocer, llama mi atención como si en mi cuerpo cargara algún tipo de detector. Un hombre vestido completamente de negro yace de pie mirando en mi dirección, frunzo el ceño un segundo y luego sacudo la cabeza para sacarme la idea de la cabeza.

—No me está mirando a mí, puede ser a cualquiera —digo en voz alta.

Quito la vista del sujeto y me enfoco en el camino, pero sin preverlo mis ojos vuelven a mirar hacia su dirección, entonces trago saliva. Reduzco la velocidad y vuelvo a achicar los ojos para verificar si desde mi posición puedo alcanzar a ver quién es, pero esos ojos azules casi electrizantes se me hacen familiares y una persona cruza por mi mente, es Dashiell.

Daron, un ángel y un mago © [Libro 2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora