Capítulo 4

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En ese momento de mi vida ya contaba con 16 años, conocía todos los rincones de la mente humana, incluso algunos de los que sus propios dueños no sabían que existían.

Entendía también las reacciones químicas que ocurrían en el interior del con cerebro, las cuales se desarrollaban emociones. Aprendí toda la teoría pero aún había algo que no lograba entender. El punto de vista humano.

No era capaz de comprender algo tan simple como una emoción. Para mí eran solo una de las tantas cosas que se desarrollaban en el cerebro y que cumplían una función especifica, tal como la supervivencia o la preservación de una especie.

Podría decirse que había estado ocupado tanto tiempo estudiando la mente de otros, que ya no sabia como se suponía que debía funcionar la mía.

Los investigadores notaron mis dificultades para entender ordenes simples.

"Haz que te quieran", dijeron en una ocasión. Pero no supe que hacer,para mi eso no significaba nada. Yo no sentía ningún tipo de empatia por nadie, fue lo primero que necesité alejar de mí para evitar que las emociones de los sujetos me afectasen.

Intenté varias combinaciones pero nunca conseguí hacer que alguien sintiera algo por mí, algo que no fuese miedo claro. Era una especie de computadora, necesitaba ordenes concretas para actuar. Así que tenía un grave problema con las emociones, podía crearlas, destruirlas y manipularlas a mi antojo pero en realidad no las entendía.

Decididos a mejorar mi desempeño contrataron a la psicóloga, Luna. Desde el comienzo de nuestras sesiones me trató como a un ser humano normal, ella no sabía de mis habilidades, así que a pesar de que mi capacidad para comunicarme era sumamente deficiente, después unos meses finalmente conseguí entender la verdadera función de las emociones. No era precisamente mi amiga, a fin de cuentas era su trabajo estar conmigo, pero con ella tenía algo que nunca había tenido con los científicos que había conocido a través de mi vida. Con ella no importaba lo que dijese siempre me escuchaba con atención y respondía de la forma mas adecuada, en las sesiones nunca se esperaba nada de mí, simplemente que fuera yo. No podía equivocarme, no podía decepcionarla, para ella era únicamente un muchacho que necesitaba de su atención.

-He escuchado que existen personas que manipulan a otros, ¿eso esta bien? - le pregunté en una de nuestras sesiones. Ese tipo de preguntas eran comunes de parte mía asi que no se sorprendió en absoluto.

- Nadie debería influir en las decisiones de otros, nuestros ideales, valores y razones para hacer ciertas cosas, de cierto modo nos definen. Así que obligar a otro, siendo este consciente o no de que se le obliga, sería como quitarles una parte de su identidad -respondió tranquilamente.

-Entonces, si una persona lo hace, ¿se le podría considerar malvada? -continué cuestionándola.

-Pues, de cierta forma, sí. Alguien que juega con la mente de los demás sería alguien malvado, aunque el bien y el mal son cosas muy difíciles de definir -dijo con su tranquilidad habitual.

- ¿Y si esa persona solamente sigue ordenes? -pregunté ahora realmente asustado de la idea de ser malvado.

-Si esa persona sabe que lo que hace es incorrecto debería dejar de hacerlo sin importar quien le ordene lo contrario. Muchos han hecho cosas horribles mientras seguían órdenes y saber que la idea no provino de su mente no hace que enfrentar las consecuencias sea más sencillo -respondió con un extraño brillo en los ojos.

Después de un momento de tenso silencio, en el cual intentaba digerir lo que acababa de escuchar. No fingiré que no conocía la respuesta antes siquiera de hacer la pregunta, de otro modo nunca hubiese cuestionado la ética de lo que ocurría en los laboratorios, pero escucharlo de labios de alguien más era demasiado.

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