Prologo

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El amor siempre cambia, no se crea ni se destruye, sólo se transforma. Era algo que había aprendido con el tiempo y sobre todo porque era lo que más conocía a profundidad y de lo cual había estado viviendo 6 durante mis 17 años de vida.

Mi trabajo consistía en unir personas que estaban destinadas a estar juntas, pero también a separar a las incorrectas. Había visto a tantas parejas a través de los años, como surgían, como terminaban, o como se mantenían juntos hasta la muerte. Nunca me significó un problema encontrarle pareja a alguien, pues era un poder natural para mi, era mi trabajo y también mi obligación por lo menos hasta que muriera y llegara alguien más a ocupar mi lugar.  Aún viéndolo de esta forma, y a pesar de estar trabando siempre con él, el amor era algo inalcanzable para mi, a pesar de ser cupido, yo no me podía dar ese lujo que sólo los humanos podían tener... no me podía enamorar. Esa era la regla principal para sobrevivir, pues si llegara a surgir el amor hacia algún humano, inmediatamente, yo desaparecería. Era justo por ello que para los humanos era invisible, sólo un ser mitológico para unos, pero para otros significaba un gran aliado en su conquista.

No creía que mi vida fuera a cambiar, pasaría el resto de mi existencia buscando la felicidad de los demás y eso me satisfacía de alguna forma, pero por otro lado, me hacía sentir mal por mi misma, pues sabía perfectamente, que eso significaba la soledad.  Sin embargo, un día las cosas darían un giro y yo no lo sabía, las reglas se habían vuelto peligrosas para mi, y había dejado de ser sólo una fantasía o alguien invisible para los humanos, pero por suerte no sabrían a ciencia cierta quien era...sólo para un humano mi existencia no sería como la de una chica más, para James Williams sería su cúpido personal. 

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