Novia imaginaria

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En la lucha contra la realidad,

el hombre sólo tiene un arma: la imaginación.

Théophile Gautier

Yo tenía tan sólo quince años, como diría mi abuela, apenas comenzaba a salir del cascarón, y mi vida ya se había vuelto un desastre. Mi infierno comenzó el segundo año de secundaria. Mis compañeras de clase comenzaron a notar que me comportaba de forma distinta a la de ellas cuando hablaban de chicos, yo siempre me mostraba desinteresada, ya que las que me interesaban eran las chicas. Un día empecé a preguntarme por qué yo no era como ellas, por qué a mi me gustaban las chicas, cuando mi atención debía centrarse en los chicos. Entonces descubrí que era lesbiana.

Mis compañeras se desvanecía por los chicos famosos y guapos de las bandas de moda. <<¿Cuál de todos ellos te gusta? ¿Por qué siempre que hablamos de chicos te quedas callada?>>, me preguntaban casi a diario. Cuando me hartaban sus interrogatorios, les decía que tenía otras prioridades como la escuela, pero la verdad era que yo entraba en el grupo de adolescentes a las que no les importaba para nada la escuela. Fue una excusa muy tonta, pero yo estaba asustada.

Al inicio me creían una inmadura, decían que debía ser una chica normal, una que pensara y hablara sobre chicos todo el tiempo. Con el paso del tiempo, ya no me hacían esas preguntas por curiosidad, sino para fastidiarme. Hasta los profesores me ofrecieron su ayuda cuando pasé de ser una chica alegre a una chica retraída y temerosa, pero nunca les dije la causa.

Pasaban los días y las sospechas de que no me gustaban los chicos se hacían más evidentes. Me hacían las mismas preguntas incomodas, una y otra vez. Pero dejé se usar la misma excusa, ahora fingía interés por esos chicos, diciéndoles cuál me gustaba más y por qué. Tampoco era una buena mentirosa, mi nerviosismo hacía que no se creyeran nada de lo que decía.

Las que antes solía llamar amigas, comenzaron a alejarse de mí. Ellas platicaban y reían, pero cuando yo aparecía, se callaban o cambiaban de tema. Llegaron a expulsarme de los equipos de trabajo, decían que ya no había lugar para mí.

Era triste ver como todos me ignoraban y evitaban. Lloraba por noches, pero luego me dije que podría vivir con eso sin problema. Sin embargo, fue más difícil vivir con lo que vino después. No les bastó con alejarse, empezaron a comentar indirectas sobre mi preferencia. Días después, el abuso verbal se hizo presente. Ya ni siquiera me llamaban por mi nombre, ahora me llamaban <<lesbiana>>, como si fuera un insulto. Después, escupían expresiones más agresivas. Los profesores se percataron de los abusos que sufría, pero creían que con decirles: <<dejen de molestar a Karen>>, mis compañeras de clase dejarían de molestarme por siempre, como las educadas alumnas, que por cierto no eran.

Del distanciamiento y el abuso verbal, pasaron a los abusos físicos. Me lanzaban cosas, yo me volteaba para responder con miradas amenazadoras, esperaba que con eso dejaran de molestarme. No logré intimidarlas. Yo estaba sola. Su seguridad era reforzada con los estúpidos comentarios de los chicos. Se aburrieron de lanzarme cosas, después me jalaban el cabello y me robaban cosas de mi mochila.

Con tal de seguir divirtiéndose conmigo, amenazaron con decirle a mis padres que no me gustaban los chicos, dijeron que me golpearían si les decía algo a los profesores. Al ver que me tenían bajo su control, las cosas empeoraron. Tuve que eliminar mi cuenta de Facebook, empezaron a poner fotos de hombres con poca ropa en mi muro, con mensajes que decían cosas como: <<Espero que con esto te hagas mujer>>. Ya que no podían poner fotos de hombres desnudos en mi perfil, las enviaban por mensaje privado.

En una ocasión, aprovecharon la hora de la clase de gimnasia para vaciar el contenido de mi mochila en los contenedores de basura. No pude recuperar nada lo que traía en mi mochila, mientras la clase transcurría, el personal de intendencia tomó los contenedores de basura, sacaron las bolsas y, para mi suerte, ese día el camión de basura pasó frente la escuela y se llevó la bolsa con mis pertenencias.

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