08Justin@Lin

72 7 0
                                    


La realidad es mucho más brutal que un

demonio arrancándole el corazón a alguien.

Chuck Schuldiner

Llegué a mi apartamento con el ánimo sobrecargado, portaba una pequeña caja entre mis manos. Al tercer sueldo de mi primer empleo, decidí comprarme un teléfono celular moderno y eficiente.

—Hola, hijo, ¿cómo te fue en el trabajo? —mi madre me recibió con un beso en la mejilla.

—Muy bien, mamá —me senté a la mesa.

—¿Cómo van las cosas en la fábrica? —quería saber ella.

—Mejorando, supongo —contesté, evasivo, no quería hablar sobre el trabajo, estaba muy cansado, además mi madre no comprendía nada de lo que hacía en la fábrica—. Mis patrones están muy contentos con mi trabajo, la fórmula que diseñé para el nuevo fertilizante es buena, se redujo el daño a las plantas.

—Estoy muy orgullosa de ti, bebé —me dio otro beso, comenzaba a fastidiarme; me traía recuerdos desagradables de cuando me mimaba frente a mis amigos de primaria y hasta de secundaria.

—Mamá, basta —ladeé mi cabeza—, deja de llamarme así, ya soy un adulto.

—Frank Collins —objetó mi madre—, si mañana vinieras a presentarme a tu futura esposa, e incluso cuando me des un nieto, siempre serás mi bebé.

—Si sigues tratándome así frente a la gente, jamás tendré una novia —le recriminé—, apenas si tengo dos amigos, que son igual de nerds que yo.

—Tonterías —hizo un ademán—. Por cierto, ¿qué pasó con Jane? Esa chica me agrada, podría ser buena esposa para ti.

—Era sólo mi compañera de clase —aclaré, disgustado, esa era la tercera vez que me preguntaba por Jane—. Por ahora no quiero nada serio, con ninguna mujer.

<<Hoy es uno de esos días en que quisiera gritarle que no me gustan las mujeres>>, pensé, la paciencia era una virtud que no seme daba bien con las personas. Quería que mi madre me dejara en paz para poder empezar a usar mi celular, o mejor dicho, a jugar, ya que parecía un niño ansioso por abrir su regalo de navidad.

—Y ¿en la fábrica hay alguna chica bonita e inteligente? —insistía mi madre.

—No, madre —refunfuñé—, no hay ninguna chica bonita, si yo estoy en esa fábrica, es porque quiero trabajar, no conseguir una chica.

—Hijo, ¿por qué te obsesionas tanto con tu trabajo? —preguntó, con exagerada preocupación—. Eso también es malo, necesitas tiempo para conocer gente.

—Mamá, es muy tarde y estoy cansado —me recliné, los comentarios de mi madre me hacían perder el temple con rapidez—. No quiero discutir más sobre esto, no quiero salir con nadie, por ahora.

—Eres incorregible —mi madre me dio un débil golpe en la cabeza—. Iré a traerte la cena.

Al fin se retiró. Empecé a considerar la opción de ahorrar para rentar un apartamento, en vez de gastarme todo el dinero en aparatos electrónicos, pero también tenía cierto remordimiento de dejar a mi madre sola. Mi padre murió cuando yo tenía quince años, a veces ella lo extraña y llora en su habitación, no se como tomaría mi decisión de marcharme de casa.

Arranqué el delgado plástico que pretendía proteger la caja del celular. Ojalá mi yo del futuro hubiera aparecido en ese momento para evitarlo, y, en lugar de abrirla, destruirla. Tomé el celular, lo encendí y examiné.

Conexión paranormalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora