Bi-polar

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Las mujeres nos vengamos mejor

y en silencio.

Marilyn Monroe

Mis amigos me citaron a las nueve en el bar, llegué casi una hora tarde, pero ellos lo entenderían. Sabían que yo era un hombre ocupado; apenas veintiséis años y ya me había convertido en un gran empresario, pero el éxito siempre viene acompañado con una tarifa de tiempo determinado. Valía la pena pasar horas encerrado en la oficina con tal de ganar miles de billetes al año.

Pero el tiempo no era importante, era viernes y saldríamos del centro nocturno muy tarde. Moví un poco el espejo retrovisor de mi BMW, me acomodé mi cabello antes de bajar.

—Cuídalo bien —le lancé las llaves al chico del ballet parking cuando estuve fuera—. Si encuentro un rayón en él, mejor corre y cámbiate de cara, para que no tengas la suerte de toparte conmigo.

El chico asintió, nervioso. Me quedé mirando su forma de conducir, para cerciorarme de que mi auto estaba en buenas manos, temporalmente. Ese auto era como mi hijo, quizá sería el único hijo que llegaría a tener. Prefería disfrutar cada fin de semana de mi vida a lo grande, antes que cambiar pañales y alimentar un mocoso, de esos que despiertan a sus padres con sus alaridos en la madrugada. No hay nada mejor que la soltería, salir con las mujeres y los hombres que yo quisiera, por el tiempo que quisiera.

Además, estaba seguro de que las mujeres y los hombres que seducía no se ilusionaban por un amor que difícilmente podría darles, sería muy estúpido pensar eso. Cuando uno posee tanto dinero, cualquiera puede fingir amarte y sentir deseo por ti. No importa si eres feo, la atracción por el dinero siempre es más fuerte que el deseo sexual. Después de todo, les basta cerrar los ojos durante el acto e imaginar que están con alguien más.

—¡Christian! ¡Hermano! —Carter, mi mejor amigo, se levantó de la mesa y chocamos las palmas de nuestras manos—. Imagino que fue un día difícil en la oficina.

—Un día bastante pesado —me senté y saludé al resto de las chicas y chicos que nos acompañaban.

—Creo que ya sabes lo que le corresponde a los amigos que llegan tarde —Carter sonrió y levantó una ceja.

—Sí, lo sé, lo sé —refunfuñé y le di un empujón amistoso; me tocaba ser el conductor designado. <<Ya qué>>, pensé, <<al menos estando sobrio podré andar coqueteando con alguien>>.

—Creímos que no llegarías —dijo Charlotte.

—Se nota que apenas lo conociste —comentó Samuel.

—Pero, podríamos conocernos mejor —le guiñé un ojo a nuestra nueva amiga Charlotte, quien llegó hacía poco a trabajar a la empresa de mi mejor amigo.

—Eres un sinvergüenza, Charlotte tiene novio —Molly me dio un manotazo en el hombro.

—¿Y yo cómo iba a saberlo? —me encogí, sonriente.

—Charlotte es una buena amiga —Carter me miró con complicidad, era una advertencia, él me conocía mejor que nadie en el mundo. Sabía que yo era capaz de hablarle a Charlotte para intentar llevarla a mi apartamento. Él sabía que no me importaba que hombres o mujeres tuvieran pareja, después de todo, ellos eran los que tenían el derecho de elegir si engañar o no a sus parejas por una noche, yo no tenía por qué sentirme culpable.

Platicamos un buen rato con Charlotte para conocer más sobre su vida, era algo tímida, pero creo que le agradamos. Bebíamos mientras platicábamos, pero yo tuve que controlarme, no tenía permitido emborracharme esa noche, pero podría esperar a la siguiente semana para hacerlo y desquitarme con ellos. Después nos paramos a bailar un rato, Carter con Charlotte, esa chica era de las que no acostumbraba visitar a este tipo de lugares y se sentía cómoda sólo con él. Me acerqué a ellos y me apoderé de Charlotte por un momento, Carter ya estaba un poco ebrio y se alejó.

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