Capitulo 33

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Los baños de los hospitales eran extremadamente amplios, me sentía raro, miraba hacia todos lados en busca de algo que me diera tranquilidad pero no había nada. El agua tibia caía sobre mi cuerpo como pequeñas gotas de lluvia, me relajaba de cierto modo, aunque por dentro no dejara de preocuparme por los grandes tormentos que agobiaban mi vida en ese momento.

Había soñado con el día más maravilloso de toda mi vida. Él con su elegante esmoquin, su cabello irregularmente organizado. Era un Louis que no estaba acostumbrado a ver, era alguien nuevo, renovado, feliz.

Podía sentir un par de lágrimas asomarse mientras recordaba sus palabras, su bello tono de voz, su entonación y el amor infinito que hacia brillar sus ojos. Era nuestra boda, el día en que mi vida se uniría a la de él. Se sintió tan real, tan palpable, tan especial...

La doctora había entrado a la habitación poco tiempo después de que mi madre interrumpió el mejor sueño de mi vida, yo solo la vi modular la boca mientras en mi mente recreaba todo lo que había imaginado mientras dormía. Entre sonrisas y miradas fulminantes a mi madre por haberme levantado, recordaba lo que fue la mejor experiencia que había tenido en mucho tiempo.

Ya podía ir a verlo, Arizona me advirtió lo delicado de su estado, posiblemente peor que antes y eso me destruía por dentro de una forma que ni yo mismo hubiera podido explicar. Estaba dentro de las paredes de un hospital pero me arreglé con la emoción y destreza como si fuera para mi primera cita. Tampoco pude hacer mucho porque aún me tocaba andar con bata de enfermo por todas partes. Una cuestión de sanidad que no entendía mucho. Trate de acomodar los enredados cabellos de mi cabeza pero fue imposible, parecían estar dispuestos a descontrolarse a como dé lugar, y no quería que Louis me viera así, no si despertaba... No cuando despertara.

Solo fue cuestión de minutos para que ya estuviera listo. El Doctor Karev vino a avisarme que Louis ya estaba en su nueva habitación y estaba estable. Lo seguí por un estrecho pasillo, luego por otro un poco más amplio, pasamos por la sala de espera y finamente al otro pabellón de habitaciones. Él abrió la puerta y yo me quedé paralizado por un momento, fueron instantes en los que pasaron muchas cosas por mi mente, cuestiones que me hacían perder el equilibrio mental, cosas que me impulsaban a querer derribarme en llanto. La última vez que lo había visitado casi se me muere en los brazos. Era difícil verlo de nuevo y tener ese miedo latente de que algo pueda llegar a pasar.

—¡Anda Harry! —Exclamó asintiendo —ya puedes entrar.

Di un par de pasos y atravesé la puerta. Fueron pocos instantes antes de que lo viera postrado en esa lúgubre pero reluciente cama. Tenía tubos saliendo de todas partes de su cuerpo, tenía la cabeza vendada, las muñecas... Mi amor estaba indescriptiblemente vulnerable, con sus ojitos cerrados, su boca reseca y su cara pálida.

Nadie se podía imaginar el dolor que estaba sintiendo por dentro, era como si algo me hubiera disparado cientos de veces en el corazón con la sevicia de querer destrozarme hasta el último centímetro.

Al lado de su cama había otra doctora arreglando sus sabanas y revisando la extraña maquinaria a su lado. Tenía rasgos asiáticos, cabello negro carbón, ondulado y una cara de pocos amigos que hacía sonar mi alarma de no acercarme.

—Yo de ti me iba despidiendo de él, Harry —soltó la entrometida doctora mientras se acomodaba el estetoscopio en su cuello —el chico está muy débil y no creo que sobreviva más de una noche.

—¡Cállate Yang! —Murmuró el doctor Karev después de atragantarse con la saliva ante las poco disimuladas y muy descaradas palabras de su colega.

—No sabe lo que dice —dijo de nuevo Karev —Louis está bien, el caso es mío y yo sé sobre mis pacientes. No hables de cosas que no entiendes —la fulminó con la mirada.

Never Been Kissed - Larry StylinsonWhere stories live. Discover now