Papá de gatos y una bruja malhumorada.

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-¡Ya mismo me lavas el pote y secas ese collar! ¡Y que sea la última vez que usas uno de mis potes para limpiar tus collares! ¡Agarrá un tarro de manteca viejo la próxima vez!- me gritó mamá desde el pasillo.

Preferí no responderle, solo sería para peor. Fui hasta el cuarto con cara de pocos amigos, donde Sebastian estaba entretenido leyéndole Harry Potter y el legado maldito a Tama y Arish.

-Ni que entendieran algo de todo eso...- murmuré al verlo.

Sebastian interrumpió su lectura y me vio con su típica cara de pesado.

-¿La señorita "soy una bruja y voy a limpiar mis gemas nuevas de las malas energías" tiene algún problema?- dijo con burla.

-Cállate, aborto de Umbridge.- espeté tomando el pote de arriba de la cajonera.

Me fui a la cocina a hacer lo que mi madre me había mandado antes de que me gritara por entretenerme hablando con Sebastian. Cuando estaba secando mi piedra luna y mi cuarzo rosa, mamá entró a la cocina mirándome de forma prepotente, pero al ver que hacía lo que me mandó se fue sin decirme nada. Me apuré a lavar el pote de vidrio de una vez. Sólo le había puesto agua de la canilla con un poco de sal mezclada para que mis gemas se limpiaran de cualquier energía negativa. Quería usar el cuarzo rosa como amuleto en cuanto pudiera salir con José, y la piedra luna pensaba usarla mucho más seguido en cuanto iniciaran las clases... Terminé de lavar y dejé el pote en la otra pileta para que se escurriera.

Volví al cuarto con mis gemas y busqué una bolsa de tela pequeña en la que había guardado las caravanas que nunca uso. Vacié la bolsa y guardé mis gemas ahí. Sebastian seguía leyendo. Después de dos días de su regreso había querido leer ese libro, y lo había mandado a que se leyera primero el resto de la saga. Tuve que dejarlo ir solo a la biblioteca con mi carné de socia porque yo tenía que limpiar y lidiar con el mal humor de mi hermanita.

-¿Qué harás, Weasley? - leyó, bajando el libro para mirarme tras pronunciar en voz alta el parlamento de Draco Malfoy.

Esa había sido una tentadora invitación.

-Te dará un abrazo. Porque todos formamos parte del mismo equipo, ¿no es cierto, Ron?- continué, recitando el parlamento de Hermione.

-¿Hora de dormir, señorita "me cansé de esperar mi carta de Hogwarts"?- preguntó con un leve tono de burla.

-Yo quería seguir trabajando en el Taihogma, pero mañana tengo que levantarme a las 8...- me encogí de hombros, acercándome a la cucheta -. Bájate, tengo que abrir la cama.

-¿Y vas a sacar tu ropa de encima de la mía?

-No, estoy demasiado agotada para ponerme a ordenar mi ropa a esta hora...- fingí un enorme bostezo -. ¿Por qué no lo haces tú? ¿No quieres tu cama de vuelta?

-Es tu cuarto, así que ordenarlo es tu trabajo.- se encogió de hombros, bajando con Tama y Arish en sus brazos.

-Y esa es tu excusa para tener que dormir arriba conmigo e intentar seducirme, lo cual no te da resultados porque sé perfectamente que si llego a tener sexo contigo, será exactamente lo mismo que haber hecho un contrato o perder nuestra apuesta: Mi alma te pertenecería de cualquiera de esas tres maneras. ¿Estoy en lo cierto?

-Algunas veces quisiera que fueras menos... Inteligente... O que pensaras menos las cosas antes de tomar una decisión, como cuando hicimos la apuesta.- dijo mirándome como si fuera una odiosa.

-¡Lo lamento, mi signo zodiacal es Libra y los libras solemos pensar en todas las posibilidades antes de tomar una decisión! Al menos eso se supone, y conmigo sí se cumple...- le hice un pucherito y puse ojos de gato con botas para molestarlo.

Me di la vuelta para darle la espalda y abrir la cama. Mientras me paraba en el borde de la parrilla de la cucheta de abajo para hacerlo más cómodamente, Sebastian acomodó a ambos gatitos en uno de sus brazos para hacer uno de sus intentos típicos de seducción. Apoyó su mano libre en mi espalda, justo debajo del cuello.

-Me pregunto si...- comenzó a decir en un tono acaramelado mientras bajaba lentamente su mano -. Habrá alguna forma de convencerte...

Su caricia era realmente potente, me revolvía los órganos en un huracán, me provocaba deseos a los que no debía ceder. Respiré profundo, soltando un suspiro antes de darle una patada en dónde sea que le hubiera atinado esta vez. Inmediatamente retiró su mano.

-¡¡Hasta a mí me duele eso, Emilia!!- me gritó.

-¿Qué, otra vez te di en los huevos?- voltee a verlo mientras me sentaba al borde de la cama de arriba, dedicándole una sonrisa inocente. 

Me sonrió con sorna a modo de burla antes de mirarme con desprecio.

-Bueno, lo lamento, pero tú te lo buscaste...- le acaricié la mejilla a modo de darle un leve consuelo que sabía que a él le daba igual, pero hacía el juego más interesante.

Estiré mis manos hacia él y le sonreí, esperando que hiciera algo. Él vio mis manos y enarcó una ceja.

-¿Estás esperando un abrazo después de que me diste en los bajos y me coqueteaste?- inquirió.

-No, espero que papá le entregue a mamá sus bebés.- le sonreí.

-No.

-No te vas a subir a la cama hasta que me des a mis gatos.

-¡Bien, me los llevaré a dormir al sillón!

-¡No vas a hacer a mis bebés dormir en ese sillón viejo y roto!- protesté.

Tama y Arish comenzaron a maullar y retorcerse en el brazo de Sebastian. El soltó un bufido y me entregó a los gatos, a quienes comencé a mimar de inmedito mientras él subía a la cama a mi lado y se recostaba del lado de la pared.

-¿Quienes van a dormir sobre la pancita de mami hoy? ¡Sí, ustedes dos, preciosos de mamá!- le dije a mis gatos.

Les di un beso en la cabeza a cada uno antes de acomodarme a lo largo del colchón. Sebastian chasqueó los dedos y la luz se apagó.


A la mañana siguiente desperté muy estresada. El dueño de la casa vendría con su arquitecto y sus ayudantes a sacar medidas de la casa para actualizar los planos, llegarían a las 10 y yo tenía que barrer y tener las camas tendidas antes de que llegaran. Ya eran las nueve y mis hermanos no se levantaban.

-¡Levántense de una vez, va a venir gente y tienen que estar vestidos y desayunados cuando lleguen, no quiero que se paseen en calzones adelante de la gente ni que estén atravesados cuando midan en la cocina!- les dije por décima vez antes de que se levantaran.

Yo ya había desayunado, lavado mi taza y cuchara, y les había hecho la leche con cocoa a ellos.

Paulina se levantó en bombacha y fue hacia la cocina.

-¡Ponete el short y una camiseta primero!- le grité.

-¡No me grites!- protestó.

-¡Si hicieras caso la primera vez que te hablo no te gritaría, me sacas de quicio!- le respondí antes de ir al living con la escoba en una mano y la pala en la otra.

-¡Levántate de ahí, demonio holgazán!- le grité a Sebastian, que estaba tirado a lo largo del sillón grande que tenía que mover para barrer bien el living.

-¿Ahora cuál es tu problema?- respondió ofendido -. ¿Tu escoba no vuela, señorita bruja?

-¡La voy a hacer volar hacia tu cabeza si no te levantes ya y te vas del living! ¡Se un buen papá de gatos y ve a limpiar el arenero de nuestros bebés, ayuda a la madre de tus hijos! ¡Rápido!

-Ni que estuviéramos casados...- dijo entre dientes mientras salía en dirección de la cocina y el patio del fondo.

-¡Y ya que estás, lava todo el patio que a mí no me da el tiempo, no tengo velocidad demoníaca incluída!- le grité mientras comenzaba a barrer.

-¡No soy tu mayordomo!

-¡No lo serías ni aunque tuviéramos un contrato! ¡Gracias por ayudar DESINTEREZADAMENTE en la casa en la que vives!

Apuesta de Terquedad [CANCELADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora