Capitulo Dos

1.6K 101 2
                                    







Me desperté poco después de las 12:30. Estaba desnuda en mi cama y con una nota de Stella en la mesita de noche; "Tuve que irme temprano. PD: tomé tus bragas prestadas, te las devolveré cuando vuelvas al club. Stella".

Me levanté de la cama con un ligero dolor de cabeza, busqué mi bata de baño y la usé para cubrirme. Salí de mi habitación con una mano en mi frente, por todo el pasillo había ropa regada, la ropa que había usado anoche. Ciertamente mis bragas no estaban por ningún lado. No recordaba mucho sobre los acontecimientos, pero era evidente que había tenido sexo con Stella por segunda vez.

En la cocina encontré una botella de tequila sobre el mesón por la mitad. Eso explica mi pérdida de la memoria. Cerca de la botella se encontraba mi agenda, le eché un vistazo a los trabajos para hoy:

*Reunirme con un traficante a las 14:30 (el transporte estará esperando afuera a las 14:15)
*Asesinar al nuevo candidato de la fiscalía.

Miré la hora en el reloj de pared de la cocina. 13:00, tendría que apresurarme si quería poder tener la noche libre. Volví a mi habitación con la agenda en mis manos, la tiré sobre la cama y me metí al baño.

Después de una corta ducha recogí todo lo que sería necesario para asesinar al nuevo candidato. Cuando salía de mi departamento vi a los nerds dirigiéndose hacia el ascensor, dos gemelos de ojos claros y cabello oscuro, tenían un par de libros en la mano y se los derribé.

—Con permiso— dije metiéndome al ascensor.

—¡Oye!— una voz masculina gritó y paré el ascensor antes de que las puertas se cerraran.

Volví al pasillo y mis ojos pararon en un chico de unos veintitantos, tenía ojos azules y cabello negro. Tenía un ligero parecido con los gemelos. Se veía enojado.

—¿Hablabas conmigo?— pregunté cruzándome de brazos.

—Así es— respondió caminando hacia mi— ¿Tú eres quien molesta a mis hermanos, cierto?

—No sabía que ellos tuvieran un hermano— dije con fastidio— Cálmate playboy, eso los hará más fuertes.

—Lamento tener que llevarte la contraria niña mimada, pero no te quiero cerca de ellos otra vez— me amenazó.

—¿Y de ti?— cuestioné con cierta picardía. Claramente el chico se quedó atónito por mis palabras y borré la sonrisa de mi rostro— Como sea, tengo que irme.

—No he terminado contigo— me detuvo, sujetando mi muñeca.

—Yo si, playboy— me solté de su agarre— Podemos seguir con esta conversación después. Tus hermanitos saben donde vivo.

Sin darle oportunidad a hablar de nuevo, me metí en el ascensor y marqué al primer piso. ¿En serio ese estúpido acababa de llamarme ninña mimada? ¿quién se cree? Esperé pacientemente unos segundos hasta que las puertas volvieran a abrirse. Al salir a la calle me encontré con una camioneta negra y dos hombres con traje esperando adentro. Me subí al puesto de atrás encontrándome, por sorpresa, con el traficante que me había contactado.

Entre los corruptos y delincuentes de la ciudad había ganado cierto renombre por mis crímenes perfectos. Esta "fama" llamada la atención de los traficantes para que ejecutara ciertas tareas que requerían de grandes riesgos, como nunca sería atrapada, me pagaban por hacerlo.

—Señorita Lubov— habló el hombre.

Lubov era un apodo ruso que di como nombre para todos; para proteger mi identidad.

Titha— pronuncié. Su rostro se desfiguró por unos segundos, luego sonrió ampliamente.

—Sus habilidades son ciertas, después de todo.

—A lo que vinimos— lo corté.

Le dio dos palmadas al espaldar del puesto del conductor y el auto se puso en marcha.

—Me enteré de su actuación ayer en la comisaría— dijo— W, te recomendó pero no estaba seguro en ese momento. Ahora me encuentro completamente convencido.

—¿Nos ahorramos los rodeos? Tengo un asesinato que ejecutar— lo corté de nuevo— ¿Cuál es el trabajo? ¿cuántos 0 tendrá el cheque o transferencia y cuándo quiere que se realice?

—Estamos vigilando a un detective, ha estado arruinando todas las entregas de mercancía los últimos meses. Lo necesitamos fuera del mercado, pero que parezca un accidente. Se le transferirán 100.000 dólares apenas el trabajo esté hecho más un adelanto de 30.000. Tan pronto como sea posible.

—¿Quién es el sujeto?— pregunté sacando mi agenda para anotar los datos necesarios.

Titha me entregó una carpeta de color negro. La abrí y hojeé las primeras páginas hasta llegar a una foto, la sangre se me heló instantáneamente. Pasé saliva con dificultad mirando el tatuaje en mi dedo, más abajo leí su nombre: Christopher Mayer.

—No puedo hacerlo— rechacé el trabajo— Lamento haber hecho que pierda su tiempo.

—¿Por qué? Necesitamos de sus servicios, le pagaré el doble si eso es lo que quiere— se precipitó— Le daré todos los materiales que necesite.

—Escúcheme bien, Titha. Ni yo ni usted ni nadie va a asesinar a Christopher Mayer— mis palabras despertaron sospechas en Titha— ¿Cuándo será entregado el siguiente cargamento?

—Mañana por la noche.

—De acuerdo, esto es lo que haremos. Yo me encargaré de mantener a Christopher y a toda la policía lejos del lugar. Ustedes recibirán su mercancía y harán lo que tengan que hacer con ella. Aceptaré 50.000 por eso, ese es mi trato.

—No voy a mentirte, Lubov, siento curiosidad...

—Mi vida personal está bien separada de mi trabajo, Titha. Le agradezco que no intente involucrase— hablé con firmeza. El auto se detuvo y me arrimé hacia la puerta para bajarme.

—Le enviaré la dirección y todos los datos esta misma noche.

—Gracias.

Me bajé del auto tensa de pies a cabeza. Titha seguramente se encargaría de seguirme bien de cerca mientras yo investigaba cerca de la comisaría.

Mi estrategia para entrar a la casa del nuevo candidato era sencilla, hace dos días no estuvo en su casa así que entré y dañé todos los retretes y lavamanos, de manera que tuviera que solicitar a algún servicio para arreglar las cañerías. Entonces era mi momento. Una vez que mi disfraz estuvo listo me dirigí hacia su casa.

El auto de su esposa no estaba cuando llegué, lo que me facilitaría las cosas. Toqué el timbre y unos minutos después salió el hombre de sesenta años con sus anteojos sobre la cabeza.

—¿Buenas tardes?— soltó un poco confundido.

—¿Solicitó un servicio para reparar cañerías?— pregunté y asintió aún confundido. Se hizo a un lado dejándome entrar— ¿Por dónde empiezo?

—Los baños de arriba— balbuceó— Yo te llevaré.

No dije nada y me limité a seguirlo. No pude evitar detallar bien cada rincón de la casa, algunas cosas habían sido cambiadas de lugar según recordaba. Seguramente fue su esposa.

El Demonio de ÁngelesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora