Capitulo Cuatro

1.5K 97 5
                                    




Abrí los ojos de repente por una pesadilla, tenía la imagen de ese pequeño monstruo en mi cabeza que no dejaba de perseguirme. Restregué mi rostro un momento y reparé en que me encontraba sobre el pecho de Emerick; desnuda. Segunda vez que despiertas borracha y desnuda, Lesya, ¿qué se supone que estás haciendo con tu vida? Claro, como si tuviera una. Debido a mis movimientos Emerick se despertó, sus manos acariciaron mi espalda con delicadeza bajo las sábanas.

—¿Recuerdas algo de anoche?— pregunté y asintió— ¿Te importaría hacer un resumen?

—Llegaste casi llorando, pero nunca me dijiste porqué. Después empezamos a beber y terminamos teniendo sexo— soltó revolviendo su melena castaña— Podría acostumbrarme a esto.

—No lo hagas— dije conteniendo una sonrisa.

Levantó su espalda del mueble y acabó sentándose conmigo sobre él, con una parte de las sábanas cubrí mi pecho con timidez. Sabía bien que ya no tenía sentido ocultar alguna parte de mi cuerpo de Emerick, pero de todas formas, me sentía un poco avergonzada. Noté que su mirada alternó entre mis ojos y mis labios por unos instantes. Lentamente se acercó besando brevemente mis labios, pasaron uno o dos segundos antes de que volviera a besarme por más tiempo.

Una de sus manos se ubicó en mi mejilla echando mi cabello hacia atrás. Cuando nos separamos pude percibir que ese beso no había sido igual a los otros. Fue como si en realidad Emerick me estuviera besando por primera vez, en un contexto muy diferente.

—¿Quieres desayunar?— preguntó.

—No, gracias. Tengo cosas que hacer— respondí poniéndome de pie con las sábanas.

Recogí mi ropa del suelo y me encerré en el baño para vestirme. Examiné mi piel con cuidado asegurándome de que no hubiera ninguna marca nueva. Cuando salí del baño vi a Emerick frente al refrigerador tomando agua, estaba sin camisa y desde donde me encontraba podía ver perfectamente los rasguños que probablemente le había hecho anoche.

—Ya me iré— avisé agarrando mi abrigo y mi cartera.

—Está bien, hasta luego— dijo y me dirigí hacia la puerta. No pude evitar sentir una fuerte tensión entre ambos después de aquel beso.


Abrí al puerta de mi departamento y lo primero que vi fue una carpeta negra tirada en el suelo, como si hubiera sido deslizada por debajo de la puerta. La recogí del suelo y la llevé conmigo a la mesa, saqué los papeles que robé de la comisaría.

La primera hoja era un reporte sobre lo que habían encontrado en la casa del candidato; lo que básicamente se resumía a nada. Eso subía mi ego aunque no pudiera presumirlo públicamente. La segunda hoja parecía el testimonio de algún informante, busqué dentro de la carpeta negra que había encontrado en el suelo y descubrí que los datos del lugar, fecha y hora coincidían. Al final de la hoja con el testimonio estaba la firma de Christopher.

                  
Tomé una ducha rápida antes de poner mi plan en marcha, tenía que alejar a todos los policías del punto donde se realizaría la entrega. Tenía en mente volver a espichar los neumáticos de las patrullas, asesinar a algunos oficiales de menor rango y tal vez secuestre a un bebé para mantenerlos ocupados. No le temía a las consecuencias de Titha, pero definitivamente no quería a un traficante persiguiéndome.

Escuché un ruido proveniente de la sala cuando salía del baño, me quedé en silencio unos segundos hasta que el ruido se repitió; se trataba de un golpe seco diferente al ruido que producían los nudillos golpeando una puerta. Cubrí mi cuerpo con la bata de baño y agarré el arma sobre la mesita junto a mi cama.

Abrí la puerta de mi habitación con cautela y salí dando pasos cautelosos, manteniendo el arma firmemente sujeta entre mis manos. Cuando llegué a la cocina vi a un hombre de espaldas a mi, estaba observando los papeles que había dejado sobre la barra. Alcé mis brazos apuntando a su cabeza.

—¿Quién eres?— pregunté. No respondió y en su lugar se dio la vuelta hacia mi. Un nudo se formó en mi garganta— ¿Qué haces aquí?

—Vine a verte— respondió con serenidad.

—¿Hace cuánto despertaste?

—Seis meses, hubiera venido antes, pero estaba ocupado persiguiendo a una tal Lubov. Fue hasta hace unos días que descubrí que se trataba de ti.

—Aún no me dices qué quieres— insistí manteniéndome firme.

—Quiero ayudarte a salir de este mundo— dijo, dio dos pasos hacia mi. Bajé mi dedo hasta el gatillo.

—No quiero tu ayuda, Cael, estos han sido los mejores diez meses de mi vida y tú no vas a echarlo a perder. Otra vez— hablé, sintiendo el nudo apretarse en mi garganta— Todo empezó a salir mal cuando apareciste por primera vez en mi vida. Ahora que encontré un poco de estabilidad vienes otra vez, ¿por qué?

—Lesya, lo menos que quiero es que te alteres y termines disparándome. Baja el arma, por favor— dijo tranquilo. Me rehusé a hacerle caso— Lesya, no quieres complicar las cosas.

—Define complicar.

Estaba dispuesta a dispararle si era necesario para sacarlo de mi departamento. No estaba buscando componer mi vida, me sentía a gusto así. En vista de que no planeaba bajar mi arma, en un rápido movimiento, sujetó mi muñeca y torció mi brazo obligándome a soltarla. Con mi otra mano lo golpeé directo al rostro haciendo que me suelte, quise agacharme para recoger el arma pero la pateó lejos de mi.

Intenté golpearlo de nuevo pero sujetó mi mano justo a tiempo, me llevó contra la pared y alcé mi rodilla golpeándolo en su miembro. Se reclinó hacia adelante con dolor y me alejé para buscar el arma; la encontré debajo de la mesa de la sala, me arrodillé para recogerla pero Cael me detuvo halándome por detrás. Caí de espaldas al suelo con Cael sobre mi.

—¿Tomaste clases de defensa personal?— preguntó sujetando mis manos.

—Sólo diré que me hice amiga de un par de asesinos— respondí haciéndonos girar.

Le lancé un puño al rostro pero inclinó su cuello hacia el lado contrario esquivando el golpe, seguí tratando de golpearlo pero siempre conseguía evadir mis golpes. Agarró mis muñecas y tiró de ellas haciéndome caer sobre su pecho, nuestros rostros quedaron a pocos centímetros. Nos hizo girar una vez más y ajustó sus piernas a cada lado de mi torso inmovilizándome.

—¿Quieres quedarte quieta o seguiremos con esto?— cuestionó. Luché para liberarme pero fue inútil.

—¿Querías mi atención, cierto? Ya la tienes— hablé enojada sosteniéndole la mirada.

—Voy a levantarme y tú también, ¿de acuerdo?— dijo y rodé los ojos— Lesya, prométeme que te comportarás.

—No soy un perro— dije y me miró serio.

—Promételo.

—De acuerdo, lo prometo— bufé. Se levantó y me tendió su mano para ayudarme pero lo ignoré— ¿Quieres algo de beber?

—No, gracias— respondió y me encogí de hombros sirviéndome un vaso con agua. Me volví hacia la barra y tomé asiento en una de las sillas—¿De dónde sacaste esto?

—Los robé— respondí sin darle mucha importancia.

Aprovechando que estaba concentrado en los documentos tomé un arma adherida a la parte de abajo de la barra, cautelosamente la saqué de la funda. Alzó la mirada hacia mi con el ceño levemente fruncido.

—¿Por qué haces esto?

—No sabes lo que hago.

—Si lo sé. Te estuve investigando. Sé de la mayoría de los crímenes que has cometido y estoy sorprendido, pero ¿por qué? ¿dinero?

—Me pagan muy bien— me limité a decir.

—¿Y cómo consigues que no te atrapen?

—Tengo un poco de ayuda.

—¿De quién?— preguntó serio y desvié la mirada.

No me gustaba recordar esa noche, habían muchas heridas sin sanar aún.

El Demonio de ÁngelesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora