Capitulo Quince

890 66 7
                                    




Salí de la casa algo disgustada; no quería hacer eso, pero todavía una parte de mi quería seguir con ese estilo de vida "delictivo". Lo que sabía perfectamente que no estaba correcto. No quería volver al departamento con Cael pero ya no tenía otro lugar para ir. Mi departamento estaba destruido y ya había sacado todo lo que necesitaba, además, andar rondando por ahí no sería lo más inteligente ya que estaba encabezando la lista de los más buscados en la ciudad.

Dos cuerpos me envistieron por la izquierda, tirándome al suelo dentro de un callejón. Gemí por el golpe y sentí como llevaban mis manos tras la espalda, probablemente para atarlas. Reaccioné y pateé al que estaba frente a mi en el rostro, rodé y pateé al otro en la rótula haciendo que se doble.

Me levanté y saqué un juego de navajas de mis bolsillos. Por suerte ninguno de los dos estaba armado con pistolas.

—Oigan, estoy intentando corregirme así que déjenme ir y no los mataré. O los dejaré mal heridos— hice una pausa para recuperar el aliento— El resultado dependerá de que tan fuerte golpeen.

—Se me ocurre algo, vienes con nosotros por voluntad propia y cobramos la recompensa, o te llevamos inconsciente.

—Tú decides.

Espero que haya un hospital cerca de aquí.

El primer hombre se acercó y me golpeó justo en la nariz, instantáneamente sentí sangre saliendo de esta. Eso dolió. Intentó golpearme de nuevo y me agaché, halé una de sus piernas y cuando caía lo apuñalé en el muslo. El segundo hombre me pateó justo en la abdomen sacándome todo el aire. Me encogí como un ciempiés y pocos segundos después sentí como me cargaba para colgarme en su hombro.

—Llamaré a una ambulancia— le dijo a su compañero sangrando en el suelo.

Pude percibir que no tenía intenciones de hacer nada por su amigo, al contrario estaba por traicionarlo. Me deslicé hacia atrás y enrollé mis piernas alrededor de su torso, tomé su cabeza con ambas manos y le disloqué el cuello. Caí al suelo junto al cuerpo inerte y me quedé tirada ahí durante algunos segundos.

Oh vaya... suspiré y me puse de pie. Me volví hacia el otro sujeto casi sin vida.

—¿Dónde está tu celular?— le pregunté y señaló su bolsillo.

—Por favor, no me mates— suplicó con poca voz.

—¿Estás consciente de que tu amigo estaba apunto de traicionarte y si hubiera querido asesinarte ya lo hubiera hecho?— le pregunté mientras marcaba el número de emergencias— Te estoy salvando la vida.

El sujeto asintió al borde de un desmayo, lo cacheteé sutilmente.

— No te duermas, manten los ojos abiertos.

Servicio de emergencias, ¿cuál es su emergencia?atendió una voz masculina.

Pensé en pasárselo al hombre, pero era claro que no iba a poder hablar.

—Necesito una ambulancia.

¿Qué pasó y cuál es su dirección?

—Apuñalaron a un hombre en la pierna, se está desangrando.

Su dirección y nombre de la víctima.

—¿Cuál es tu nombre?— le susurré al sujeto dándole un par de cachetadas más.

—Sean Baltimore— balbuceó; lo cacheteé de nuevo.

—Sean Baltimore, de unos treinta y tantos. Está en un callejón.

Señorita, por favor la dirección.

—Rastreen la llamada— dije y dejé el teléfono junto al cuerpo del hombre.

Le saqué la navaja de la pierna y le improvisé un torniquete con un pedazo de tela de su camisa. Me levanté y salí del callejón, me coloqué la capucha para cubrir parte de mi rostro para no llamar la atención. Después de un par de minutos una ambulancia pasó a toda velocidad junto a mi. Espero que sobreviva.


Estaba entrando al pasillo cuando vi la puerta del departamento de Cael entreabierta, me acerqué lentamente.

—¿Dónde está?inmediatamente reconocí la voz de Alex.

Los últimos detalles, lo había olvidado.

No lo sé, no la veo desde el restaurante.

Percibí una carga considerable de energías dentro de la habitación, lo que implicaba que no solo se trataba de Cael y Alex. Me puse en cuclillas y me acerqué lo más que pude para oír la conversación.

¿Confías en ella? ¿podemos todos confiar en ella?preguntó Alex, fruncí el ceño.

Pensé que no había resentimientos entre nosotros. Hubo un corto período de silencio en la habitación.

¿Por qué no habría de hacerlo?

Es una asesina a sangre fría que disfruta lo que hace. Tú lo sabes y yo lo sé.

Lesya solo está un poco dañada, y nos convendría alguien como ella para lo que planeamos hacer.

¿Y crees que logre limpiarse?

No lo sé, disfruta lo que hace. Tú lo has dicho, pero tengo esperanza.

Algo en mi hizo 'clic' y de repente todo mi pecho ardía. Me levanté y entré a la habitación llena de ira, los primeros segundos todos los presentes clavaron sus ojos en mi, inmóviles; ubiqué a Cael y me dirigí hacia él con la mandíbula apretada.

—Lesya, Lesya— intentó detenerme Alex.

Saqué una navaja, llevé a Cael contra la pared y puse la navaja en su cuello.

—No se acerquen— les ordenó Cael.

—Ahora tienes soldados— comenté escupiendo odio.

–Lesya, lo que sea que hayas escuchado no cambia nada de lo que te he dicho ni lo que siento por ti.

—Lo que sientas por mi no es lo que más me importe ahora.

—Lesya no puedes matarlo— intervino Alex.

Deslicé la navaja sobre su piel con un rápido movimiento y el cuerpo de Cael cayó al suelo sin vida.

—Aun no se quiten el sombrero caballeros— exclamé con una sonrisa.

Le lancé la navaja a uno de los hombres que acompañaba a Alex, enterrándosela en el abdomen. El otro hombre se me acercó y lo golpeé justo entre los ojos desorientándolo, saqué la otra navaja y lo apuñalé en la pierna, asegurándome que le llegara a la arteria. Solo quedaba Alex.

—Sabía que no podíamos confiar en ti— dijo con notable enojo.

—¿Sabes? Hace unas semanas hubiera pensado lo mismo, pero justo cuando venía hacia acá le perdoné la vida a un hombre que intentó matarme para cobrar una recompensa— hice una pausa mientras me acercaba— En ese momento creí que podría componerme. Pero como acaba de decir nuestro difunto Cael, estoy dañada y soy irreparable.

En mis ojos ardían incesablemente las lagrimas que luchaban por caer, pero yo no lo permitía. Alex intentó correr y saqué la navaja de la pierna del sujeto y se la lancé a los pies, la navaja se incrustó en su tobillo y cayó al suelo. Me acerqué.

—Lamento que tenga que ser así— dije, lo pateé por un costado y su cuerpo giró quedando boca arriba. Me senté sobre su abdomen.

—No tiene que ser así, puedes cambiarlo.

—Creo que es un poco tarde, considerando que ya todos están muertos— dije con una sonrisa y me encogí de hombros, tomé su cabeza entre mis manos, la levanté— Buenas noches, idiota.

Estrellé su cabeza contra el suelo.

El Demonio de ÁngelesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora