Capitulo Doce

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Mientras caminábamos entre la multitud podía sentir la mirada de algunas personas sobre mi, en su mayoría hombres adultos. Acomodé la gorra intentando cubrir un poco más mi rostro.

—¿Notas eso?— preguntó Cael inclinándose hacia mi.

—¿Que todos nos miran? Sí, como no notarlo.

—Creo que te están mirando a ti— dijo.

—¿Por qué habrían de hacerlo?— cuestioné.

Me detuve frente a una tienda de electrónicos, una que había robado hace poco y me enfoqué ne la televisión con el canal de noticias.

—Ya sé porqué— murmuré.

Señalé la televisión con un dedo y bajó la mirada hasta ella. Había una foto con mi rostro cuando tenía el cabello rubio. En el cinturón decía que se buscaba a Lesya Petrov, alias "Lubov", además, me describían como una persona altamente peligrosa. Y aun cuando tenía lentes de contacto y el cabello rojo, mi rostro no pasaría desapercibido por mucho tiempo.

—Ha de ser obra de Phantos— dije.

—Probablemente Chris ya lo puso al tanto de la situación.

Me alejé del vidrio y retomamos el camino hacia la biblioteca. Un hombre de repente chocó conmigo y dejó caer un maletín de cuero negro, liberando todos sus papeles en la acera.

—Lo siento, lo siento, lo siento— se disculpó rápidamente y se agachó a recoger sus cosas.

Estaba dispuesta a seguir con mi camino como si nada hubiera pasado, pero Cael me lanzó una mirada amenazante, por lo que entendí que debía ayudarlo.

—No se preocupe— murmuré agachándome con él.

Comencé a juntar papeles y los fui guardando dentro del maletín. En eso el hombre alzó la mirada hacia mi.

—Me llamo Evan— se presentó, tendiéndome su mano.

—Leila— mentí estrechando su mano, nos pusimos de pie y entonces clavó sus ojos en mi con cautela.

Se va a dar cuenta. Rápidamente le dirigí una mirada a Cael.

—Disculpe señor, mi hermana y yo tenemos un poco de prisa— intervino tomándome por un brazo, Evan asintió y seguimos con nuestro camino— Eso estuvo cerca.

—¿Los Ángeles mienten?— pregunté con diversión.

—Fue una mentira blanca, ese hombre probablemente no se acordará de ti mañana— dijo y volteé hacia atrás.

El hombre llamado Evan estaba hablando con un oficial de policía, señalando en nuestra dirección.

—Sí nos atrapan por su culpa, créeme que jamás me olvidará— dije mirando al frente de nuevo— Está delantándome con un policía.

—Entonces camina más rápido— dijo.

—Eso va a llamar la atención, tomaremos un transporte.

—¿Pretendes que nos subamos a un taxi?— preguntó.

Rodé los ojos. Por donde pasábamos había un auto estacionado, me acerqué e intenté abrir la puerta; por suerte, no tenía seguro. Lo rodeé y me subí al puesto del piloto para encenderlo.

—No voy a subirme a este auto— se negó Cael asomado en la ventana.

—Sí lo harás, si no quieres que el dueño nos encuentre y me lleven a prisión— dije.

El motor del auto rugió y miré a Cael.

—No voy hacerlo, puedo caminar. A mi no me buscan— dijo y se alejó.

El Demonio de ÁngelesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora