O9 |Olvídame bebé|

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Alonso Villalpando

La ambulancia había llegado luego de diez minutos, lamentablemente, ellos no me permitieron ir junto a ellos. Tampoco tenía mi automóvil cerca, y seré sincero, no sé tomar un maldito bus o taxi. Así que, opté por lo fácil, correr.

Según mis cálculos, el hospital no quedaban lejos de el hogar de Gabriela, pero llegaré tarde y no sabre de su paradero.

Tal vez cuando yo llegué, la policía estará afuera esperándome por asesinato, o quizás los doctores puedan salvar al bebé. Quién sabe.

Aún así seguí corriendo, el viento chocaba con mi cuerpo, me estremecí al sentir mi torso frío

—Mierda —susurré, notando mi torso completamente desnudo.

Sí, estaba corriendo por las calles sólo con un bañador mojado. Bien, ahora no me culpen que la anciana de la esquina chocara con el árbol de allí. Sonreí coqueto al pasar por su lado y guiñé un ojo.

—Que buen culo —escuché que susurró.

No te rías, sigue corriendo. Me alenté.

Y lo hice, seguí corriendo hasta llegar al hospital, sin embargo, no todo fue bueno. Seguí corriendo, hasta llegar a la puerta principal.

Mi hermosa cabeza creyó que aquellas puertas eran las automáticas que se abrían al notar una presencia cerca.

Pero como soy Alonso Villalpando, y la mala suerte está en mi lado. Aquella no eran de esas puertas, por lo cual, mi cuerpo impactó con la puerta de cristal.

No ahora, por favor.

—Pero que inútil eres —murmuró una chillona voz a mi lado, bajé mi mirada, un poco desorientado, y observé a una pequeña nena a mi lado—. Se abre con la mano, no con la cabeza. Así se hace —con su mano, comenzó a abrir la puerta.

—Ya lo sabía —susurré.

Y sin más que decir, ingresé al hospital, de inmediato fui a recepción. Donde una señora de unos treinta años o más, masticaba goma de marcar a tal punto de escupir saliva. Riquísimo.

—¿Qué deseas bombón? —habló, y creo que sentí algo húmedo en mi rostro.

—Que mastiques con la boca cerrada —contesté, limpiando mi rostro.

—Que mal educado.

—Necesito saber donde se encuentra Gabriela Rohj —dije, observando su portátil—. Debió de ingresar a alguna sala de parto o algo así, busque en su aparatito.

—No me apresures —bufo, pero aún así comenzó a buscar—. ¿Seguro que está allí? Porque no ha ingresado nadie con aquel nombre.

—Tal vez murió en el camino y la fueron a enterrar. Ay, no, Jesucristo —murmuré en silencio, sintiendo como mi piel se erizaba—. La buscaré yo. Olvídame bebé.

Ella me sonrió, y pude notar como su diente estaba manchado con labial. Creo que vomitaré en cualquier momento.

Me alejé de allí, sintiéndome frustrado. ¿Ahora que hago? Debería ir a la policía y entregarme, si, eso haré.

Caminé nuevamente hasta la puerta, iba a abrirla, pero ésta se abrió de la nada, impactando con mi nariz, de nuevo.

—¿Quiero información de mi hija, si nadie me dice nada, juro por el amor de dios cortar cada pedazo de su cuerpo a todos los que están acá! -gritaron, y de inmediato pude reconocer aquella voz.

—Marie, aquí —exclamé, llevando una mano a mi nariz.

Ella giró, y realmente pensé que correría a mis brazos y me abrazaría para luego coquetearme, pero fue absolutamente todo lo contrario. Aunque sí ocurrió algo, ella si corrió hasta mi.

Pero tomó mi hombro con su mano y lo estranguló, para luego acercarme a su cuerpo. Su rostro no sé veía amigable, para nada.

—Si me entero que tú le hiciste algo a mi única y hermosa hija, juro que yo misma y con mis propias manos cortaré tú amigo y lo tendré de recuerdo en mi habitación. ¿Entiendes? —susurró.

—Pensé que teníamos una relación, Marie —intenté jugar con ella, pero no funcionó.

—Mi hija, Alonso, mía.

En estos momentos mis bolas sudaban. Así que sólo asentí. Ella se separó de mi y caminó hasta un doctor que se encontraba allí.

—Necesito, saber información sobre Gabriela Rohj, llegó aquí hace unos minutos.

—Si, ella ya está en una sala descansando, sólo fue un desmayo, por causa de su menstruación, pero nada grave —el informó.

Me acerqué, y recién allí pude respirar con tranquilidad. Ella no estaba embarazada y yo no soy un asesino.

—Gracias a dios, ¿puedo ir a verla?

—Por supuesto, pero primero debe firmar unos documentos. Está en la habitación 307, segundo piso. Acompáñeme, por favor.

Él se alejó unos metros y Marie se mantuvo allí por unos segundos.

—Donde quieras, amor —habló para luego seguirlo.

—Me siento engañado.

No esperé nada más y comencé a buscar la habitación donde Gabriela se encontraba. Subí por las escaleras hasta el segundo piso y no tardé en encontrar su habitación.

Abrí la puerta ,encontrándome con Gabriela en una camilla. Ella al verme, frunció su ceño y llevó su mano hasta su cuello, haciendo un gesto con ellas, vale, ya entendí. Quiere ahorcarme, me siento halagado.

—Juro matarte Villalpando, cortaré todo tu cuerpo y luego lo quemaré.

—Bueno, cuando lo hagas, mi pene no estará disponible, tú madre ya lo habría cortado y estaría en su habitación —me encogí de hombros.

—Me alegro que su obsesión por ti ya no esté y que ahora quiera matarte junto a mi.

Suspiré, acercándome a ella, sonrió levemente.

—¿Cómo te sientes? —pregunté.

—Mejor, mañana ya no estará eso me anima —respondió.

—Me alegra que estés bien.

Ella asintió y luego guardó silencio, estuvimos unos segundos o tal vez minutos así. Hasta que bufé, y llevé mis brazos hasta su cuerpo, rodeándolo.

—De verdad, lo siento muchísimo —susurré.

Río, separándose de mi.

—Me sorprende que realmente te sientas mal, pero tranquilo, suelo sufrir por esto, ya es costumbre.

—Está bien —me acerqué y besé su mejilla.

Ella se mantuvo en silencio, observándome con detalle.

—Realmente no quiero asustarte ni nada, pero, creo que ahora eres tú quien está menstruando, demasiado —exclamó, para luego soltar un chillido.

Y era verdad, mi nariz parecía una verdadera marea roja.

Menstruation ~Alonso Villalpando~Donde viven las historias. Descúbrelo ahora