O3 |Pepinillos|

6.5K 650 302
                                    

Al  llegar a un supermercado totalmente desconocido para mi, bajé con lentitud y precaución. Tenía que dar cada paso con cuidado, literalmente aquella camisa que estaba atada a mi cintura, era mi salvación de vida.

—Te aseguro que no sé te ve nada, confía en mi —él hablo a mi lado, sacando mis manos de la camisa.

—Estoy asustada.

—Lo sé, pareces un pequeño chihuahua cuando tiemblan —él río, para luego tomarme del brazo-. Vamos a comprar tus toallas higiénicas.

—No digas eso, es totalmente vergonzoso —sentí como mi rostro se tornaba rojizo.

Alonso sólo guardó silencio, pero de igual modo siguió arrastrándome hacía el interior del local.

Al entrar, caminó hasta un guardia de seguridad, éste se encontraba completamente serio, pero sonrió levemente al vernos acercar. Seguramente se reía de mi rostro asustado, tal vez a él le gusta ver sufrir a las mujeres con sus problemas.

—Señor, una pregunta —oh no, él no preguntaría aquello, quise interrumpirlo, pero él se cubrió mi boca con su mano—. ¿Dónde se encuentra el pasillo con protectores femeninos? Ya sabe, aquí un gran problema a mi lado.

El guardia sólo río, seguido de aquello, golpeó suavemente el hombro de Alonso.

—Pasillo cinco, eres un gran chico, admiro que sigas aquí con la chica. Ya sabes, ellas son insoportables en sus días —habló sonriendo.

Quise protestar, pero de mis labios no sé formuló nada, fruncí mi ceño y bufé derrotada. Alonso asintió, y agradeciendo, nuevamente me arrastró hasta aquél pasillo.

Él seguía cubriendo mi boca, personas que pasaban por nuestro lado, nos miraban extrañados o algunos se reían. Claro, rían de mis desgracias.

Al llegar al pasillo indicado, Alonso me soltó, iba a protestar por lo anterior, pero él me apuntó con su dedo, para luego llevarlo hasta su boca, demostrando que guardara silencio.

—¿De cuáles usas? —preguntó, observando todo el pasillo.

Les juro que cuando esté completamente recuperada, me vengaré de esto.

—Nocturnas y grandes —susurré, cruzando mis brazos bajo mi pecho.

Él asintió, para comenzar a buscar entré todos los utensilios que habían allí.

Yo no me iba a mover de aquí, bastante avergonzada me encontraba para buscar mis toallas higiénicas, que él lo hiciera, y muriera de vergüenza.

Pero al parecer, para él era totalmente normal buscar utensilios femeninos, o tal vez no sé avergonzada de la situación. Ahora soy yo quién admira su fuerza pública.

Él caminó por todo el pasillo negando con su cabeza y buscando mis protectores, era un gesto bastante tierno y extraño. Al final, agradeceré su ayuda.

Quise hacerme aún más pequeña cuando un grupo de adolescentes ingresó al pasillo, y comenzaron a buscar no sé que, ahora ya no estábamos solos.

También, por el otro extremo, ingresaron dos señoras adultas, ella charlaban entré sí, riendo.

Perfecto, el pasillo estaba completo de mujeres y...Alonso. Mis deseos con lanzarme al piso y llorar, cada vez aumentaban mas.

—¡Gaby! —gritó Alonso, llamando mi atención—. ¿Eran grandes o extra grandes? —preguntó, girando hacia mi, mostrándome las dos opciones.

Absolutamente todas las personas de allí, giraron a mirarlo, él sonrió orgulloso. Las adolescentes rieron demasiado fuerte, en cambio las señoras sólo sonrieron de forma tierna. Si, tierna.

Rápidamente me acerqué hasta él, y tomé con mis manos la primera opción, la otra la dejé en su lugar, luego comencé a empujar a Alonso para que se moviera, pero él no ayudaba en nada.

—¿Estás avergonzada? —preguntó, riendo despacio.

—Te juro que en estos momentos quiero colgarte en el edificio más alto y tenerte allí por días.

Él iba a protestar, pero una de las señoras se acercó, posicionándose a nuestro lado.

—Nunca antes había visto una pareja haciendo esto juntos.

Quise responderle que no éramos una pareja, pero Alonso me sorprendió, pasando su brazo por encima de mis hombros y apegándome a su cuerpo.

—Una pareja muy feliz —respondió él.

—Ojalá que mi nieto sea así, él ahora tiene quince años, y es todo un adolescente con sus hormonas alborotadas —ella negó con su cabeza, suspirando.

—Ya verá como madura, todos hemos madurado —él se encogió de hombros, para luego depositar un beso en mi cabellera.

En aquél instante quise rodar mis ojos y golpear bien fuerte a Alonso, pero me contuve, por respeto a la señora.

—Sigan así chicos, les veo un gran futuro.

Luego de decir aquello, ella se retiró, al ya no verla, me aparté de Alonso y alcé mi puño, él con rapidez se alejó y corrió hasta el pasillo de al lado.

Completamente frustrada, caminé con paciencia hasta el otro pasillo, éste estaba lleno de hombres, jóvenes, adultos, hasta ancianos, fruncí mi ceño extrañada.

Comencé a buscar a Alonso, pero entre tantos hombres, no pude distinguir, entonces me armé de valor, e ingresé al pasillo.

Todos ellos parecían ansiosos tomando los productos, hasta habían algunos discutiendo por ellos.

Caminé hasta la mitad, hasta observar la cabellera castaña de Alonso, él estaba observando con sus ojos bien abiertos un gran cartel, luego de unos segundos, pude ver como una sonrisa se asomaba.

Él giró y sonrió aún más al verme, rápidamente tomó mi mano y me arrastró hasta quedar al frente del anuncio.

—¡Mira Gaby! —apuntó, totalmente emocionado—. ¡Los preservativos están con un 50% de descuento! ¡Literalmente los están regalando!

Ay no, no ahora por favor.

—Alonso, vamos, esto es aún más vergonzoso.

—¡No, no, no! Tengo que comprar algunos, están super baratos. Además ya compré tus toallas higiénicas, déjame comprar algo, mejor aún, ayúdame a elegir —tomó mi mano y me llevó hasta un lugar vacío.

Los hombres al verme, comenzaron a gritar estupideces, felicitando a Alonso y queriéndome comprar. En aquél momento me sentí como un trozo de carne queriendo ser devorado. Desde ahora seré vegetariana.

—¡Qué disfruten su noche, chicos!

—¡Busca uno con sabor, muchacho!

En ese instante, sentí que estaba aún más roja que mi accidente. Esperen, eso sonó completamente asqueroso.

—Entonces, ¿Cuál prefieres? —preguntó, acercándome unos cuantos—. ¡También hay de colores! Cielos, llevaré de todos.

Pepinillos —maldecí, queriendo llorar de frustración.

—¿Pepinillos? Creo que no hay de aquél sabor, preguntaré —dijo, para luego dejarme allí, sola, rodeada de hombres hambrientos.

Quiero salir viva de aquí, por favor.

Menstruation ~Alonso Villalpando~Donde viven las historias. Descúbrelo ahora