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—La posición de la mano— le dijo Félix —ten cuidado con ella. Si tu fuerte es la espada debes concentrar tu fuerza en la muñeca— Verónica sostenía una espada cristalizada.
—¿Así?— preguntaba la chica inmóvil, tratando de materializar las posturas que Félix le exigía.
—Has mejorado, ¿estás lista para tu primera prueba?— le dijo el líder.
—Definitivamente. ¿Contra qué me enfrentaré? ¿Una sombra nivel uno, o dos, o tres?— preguntó. El chico hizo una sonrisa ladeada.
—Lucharás conmigo— le dijo empuñando una espada. —Adelante— se puso en posición y esperó a que la chica atacara primero. Así fue.
Verónica lo miraba a los ojos, pero eran completamente inexpresivos. Ella, por otro lado, estaba nerviosa.
Suspiró y atacó. Un corte horizontal con una fuerza inadecuada, fácilmente esquivado por Félix; quien solo tuvo que inclinar su torso hacia atrás. Luego Verónica volvió a mover la espada, sostenida por ambas manos, creando un corte vertical de nuevo esquivado por su rival. Félix no había atacado aún, solo esquivaba los ataques fuertes pero imprecisos de su contrincante.
Verónica comenzó a hacer varios movimientos azarosos con la espada, eran esquivados con destreza y ligereza, hasta que algo la detuvo; la espada de Félix, empuñada con una sola mano bloqueando sus ataques. Mantenía la mano derecha en su espalda, mientras que con la izquierda hondeaba la espada como si de una pluma se tratara; bloqueaba cada ataque con suma precisión e inexpresividad aparente.
—¡NO ME SUBESTIMES!— le gritó Verónica mientras trataba de herirlo.
—Como digas— dijo. Acto seguido enredó ambas espadas, y con un movimiento vertical de muñeca logró tirar la espada de su rival de una forma impecable. Le apuntó al cuello y la miró sonriendo.
—Gané— dijo de forma confiada —Pero no lo hiciste nada mal, te falta práctica— afirmó guardando su espada. 
—¿Me falta Práctica?— dijo Verónica —Esperaba un diagnóstico más detallado
—Tienes fuerza, pero te falta precisión. No mantengas contacto visual con tu rival a menos que quieras leer sus expresiones y descubrir su aparente debilidad; conmigo no funciona, así que no vale la pena. Mantén la vista fija en el codo y trata de manejar el movimiento de la espada con la muñeca, no con todo el brazo, porque esto le restará precisión a tus ataques; más aún si utilizas ambos brazos. Procura tener un brazo libre, así que en el otro debes tener más fuerza. Debes fijarte en bloquear los ataques antes de atacar realmente, así sabrás los movimientos de tu rival, que por más azarosos que parezcan siempre cumplen un patrón. Y recuerda, luchar con la espada es un arte que requiere de astucia, así que piensa cómo atacar antes de hacerlo— Félix tomó la espada de Verónica y se la entregó. Ella lo miró asombrada y confundida.
—Supongo que la espada es tu fuerte— le dijo.
—No en realidad— respondió Félix. —Iré a buscar a Jayden, no ha regresado desde ayer— afirmó alejándose.

Una vez se fue, Verónica se acercó a Lázuli.
—Actúa extraño— le dijo.
—¿Por qué lo dices, dulzura?— preguntó Lázuli.
—Antes era un cretino. Me ponía sobrenombres y se portaba coqueto de una forma descarada. De cierto modo lo odiaba— dijo Verónica, observando sus manos enrojecidas por la batalla reciente.
—A Félix no le gusta ganarse el cariño de otras personas. Se expresa con descaro y se vuelve insoportable, pero la realidad es que... No se puede llegar a conocerlo realmente. Aunque yo podría decir que es un chico frío y serio en ocaciones, para otros es todo lo contrario. Son facetas que debes descubrir por tu cuenta— le explicó Lázuli. —La única forma de conocerlo realmente es descubriendo su ojo. Pero no lo debes hacer jamás— esto llenó de curiosidad a Verónica.
—¿Por qué?— preguntó.
—Solo puedo decirte que hay cosas que es mejor no saber— luego Lázuli le sonrió.

Lacriel— Le dijo Leviatán —Cuídate de Félix
—Es un cretino, sin su preciado grupo no representa una amenaza.
Eso no es del todo cierto, Lacriel. Ese joven porta una fuerza que es mejor no liberar. Debes tenerlo como aliado, y entonces nos apoderaremos del universo.
No me interesa el universo— dijo —si no tengo con quién gobernarlo.
Confía en mí. Si el universo está en mis manos, la chica será tuya.
Confío en ti. El mundo está muerto para mí.
Y así Lacriel le entregó a Leviatán una porción  más grande de sí mismo, perdiendo cada vez más el control y olvidándose por completo de la cordura.

LycriselfDonde viven las historias. Descúbrelo ahora