-¿Qué es eso? -Talia movió la cabeza hacia la izquierda cuando lo escuchó. Un corazón corriendo a gran velocidad, un corazón rápido y pequeño que estaba luchando por sobrevivir.
-Aquí ya no hay nada, Talia -Su padre, el alfa de su manada le colocó una mano en el hombro. Parecía a punto de caer desmayado, parecía que le habían extraído el alma del cuerpo y se la habían vuelto a colocar a presión. -Vamos antes de que vuelvan.
-Hay algo -Talia dio un paso hacia atrás -Alguien está vivo.
-Nadie está vivo -Antoine Berteu dio un paso hacia ella. Tenía su arma apretada contra su costado y también se veía roto. Talia no sabía que los humanos podían sentir tanto la pérdida de un hombre lobo hasta que lo vio en su rostro, su mueca de dolor y el rápido sonido de su corazón. -Ya revisamos todo y...
-No -Talia se giró a ver la masacre entre ellos. Los cuerpos a su alrededor eran el peor cuadro que había visto a sus diecisiete años de edad. Separó todos los sonidos, comenzó con solamente uno hasta que pudo aislar el corazón.
Un corazón demasiado vivo para llamar su atención. Comenzó moviendo cuerpos, retirando escombros. Todo olía a pólvora y acónito. Ni siquiera les dieron tiempo de defenderse. Finalmente, bajo una extraña protuberancia de ramas y metal Talia lo encontró, era un niño, de cabello negro y los ojitos más azules que había visto.
-¿Qué es? -El alfa se acercó hasta él.
-Es un niño -Talia lo levantó con cuidado. El niño no se movió, ninguno de sus miembros mostró ninguna reacción más que sus ojos azules, la miraron y luego volvió la vista al cielo. -Tranquilo -Talia le limpió la ceniza y la sangre de sus mejillas -Tranquilo -Le dijo y el bebé tomó una pequeña bocanada de aire.
-Es el único superviviente -Antoine se colocó en posición -Debemos irnos.
El niño continuó tranquilo hasta que llegaron a la mansión Hale. Fue entonces cuando mostró su primera reacción, apenas en puchero en sus rosas labios. Un puchero que desapareció cuando Talia le mostró sus ojos dorados y le dijo que estaba a salvo, que nada le iba a hacer daño.
-No podemos quedárnoslo -Su madre, la pareja del alfa, la miró mientras rebuscaba ropa pequeña para ponerle.
-Es un lobo -Talia continuó pasando la toalla húmeda por el rostro del niño -Es mi hermano ahora.
+
-Shh -Peter se llevó un dedo a los labios. Frente a él un cazador novato le estaba apuntando con su ballesta. Peter quiso reír, si fuera a hacerle daño ya lo habría hecho, pero el cazador era apenas mayor que él. Tal vez unos cinco años, pero era un cazador, criado por una madre y un padre que no le contaron su destino hasta que dejó de mudar los dientes y comprendió que el pene servía para algo más.
Peter, por el contrario, supo que era un hombre lobo desde que Talia le miró las garritas atoradas en un cojín y le mostró las suyas.
-¿Cómo te llamas? -Peter se acomodó mejor contra la corteza del árbol.
-Christopher -La sonrisa se Peter se amplió -¿Qué quieres... monstruo?
Lejos de sentirse incómodo o insultado, Peter se sintió mejor. Ese era su territorio, frente a personas que tenían miedo de él, pero al mismo tiempo se sentían atraídos, a final de cuentas Peter seguía siendo el predador.
-Quiero que bajes tu arma y te vayas -Peter se miró las uñas -Antes de que me den ganas de jugar.
El cazador apretó la ballesta contra su pecho, parecía listo para jalar el gatillo de no ser por las gotitas de sudor que caían por su sien y estaban a cinco grados.
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Días dorados
Hayran KurguEl tiempo nunca podrá romper tu corazón, pero se llevará el dolor.