Rojo pasión
Unos suaves acordes de piano empezaron a sonar en sus oídos, unos segundos después una melodiosa voz de mujer comenzó a entonar las suaves palabras de aquella canción que tanto le gustaba. Cerró los ojos y se puso a cantar sin importarle las miradas que todo el mundo le dirigía. Una mano le tocó el hombro y se dio la vuelta para encontrarse con Evan.
-Cantas muy bien.-Dijo sonriéndole divertido.
-Sí, claro. Como los ángeles.-Dije yo con evidente sarcasmo.
-¿Qué canción era?-Preguntó sentándose a mi lado.
-"New York State Of Mind".
-Tú y tu música.-Suspiró negando con la cabeza.-Por cierto.- Sacó de su espalda un ramo de rosas blancas.- Feliz San Valentín, Isaac.
Sonreí feliz y tomé las flores.
-Tú siempre tan atento.-Me acerqué y le besé.-Feliz San Valentín a ti también, Evan.
Los dos sonreímos y comenzamos a andar cogidos de la mano.
-Me alegra que no seas como todo el mundo.-Le dije mientras caminábamos. Él me miró curioso.
-¿Por qué no soy como todo el mundo?
-Por no comprar flores rojas. Todo el mundo elije siempre el rojo para los regalos. Y, además, siempre es el mismo tono de rojo.
-¿Y, cuál es el tono "predilecto" según tú?-Preguntó divertido.
-Rojo pasión.
-¿Rojo pasión?-Dijo con un deje de risa en su pregunta.
-Sí, rojo pasión. Cada color tiene sus distintos tonos.-Expliqué.-Por ejemplo, el rojo, tiene muchos tonos: El rojo pasión, el rojo sangre, el burdeos...-Iba a seguir enumerando, pero Evan me tapó la boca con la mano.
-Ya, ya lo he entendido.-Alejó la mano de mi boca.-Eso ha sonado tan gay.-Rió.
-¿Será porque soy gay?-Dije con sarcasmo para después reír.
-Y a mí me encanta que lo seas.-Me besó.
Le seguí el beso y enrollé mis brazos por detrás de su cuello. Cuando nos separamos sonreímos y seguimos caminando.
-Tampoco sigues tontas tradiciones como esa de vestirse de rojo.-Continué con el tema de conversación anterior.
-En realidad...-Me miró con una mirada culpable. Se levantó un poco el pantalón y pude ver un trozo de tela roja.
-¿Los calcetines? ¿En serio?-Le miré incrédulo.
-Oh, vamos. No me digas que no llevas nada, nada, absolutamente nada rojo.
-Pues no.-Me rasqué la oreja.
-Mentira. Siempre te rascas la oreja cuando mientes.
-Bueno, puede que sí lleve algo...
-¿El qué?
Me saqué un poco el borde del calzoncillo y se lo enseñé. Me miró divertido.
-¿Eso era rojo pasión?
-No lo sé. ¿Te gustaría comprobarlo?-Pregunté con una sonrisa pícara.
-Me encantaría.