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—¡Sanji quiero caaaaaaaaaaaaaaarneeee! —se quejó desinflándose contra la mesa.

El rubio mordió el cigarro entre sus dientes y levantó la pierna golpeando la cabeza del azabache con su talón. Luffy gritó por el golpe, y cayó al suelo estruendosamente.

—¡Ve y compra entonces bastardo! —gritó en su mano aún sosteniendo una bandeja con bebidas frías. Dejando al azabache murmurando el dolor que sentía y sobándose la nuca, de repente su expresión cambió a una amorosa y se acercó casi flotando a las dos mujeres sentadas en el sofá—. Para ustedes, mis mademoiselles —ofreció inclinándose y como si lo anterior nunca hubiera pasado.

Vivi rió con gracia aceptando la bebida y Nami le agradeció.

—Pero sabes —comentó Nami luego de haberle dado el primer trago. Exquisito, por supuesto—. Es muy cruel de tu parte tratar a Luffy así —comentó como quien habla del clima.

Al instante la expresión amorosa de Sanji murió y cambió por una de disgusto mientras veía al montículo que era su amigo en el suelo quejándose por el dolor de cabeza. Murmuró una blasfemia y guardó la bandeja bajo su brazo.

—Si ese bastardo quiere que le cocine entonces primero tendrá que disculparse por haber roto una de mis sartenes favoritas —gruñó recordando la escena vívida en su mente, la sartén era anti adherente, de mango climatizado, metal antioxidante y, por haber sido un regalo de cumpleaños de un cliente habitual del restaurante, en resumen: hecha sólo para él; había tenido diseños de olas marinas en ella—. Y eso que siempre le digo que no se acerque a la cocina. Tsk, no sé qué hacer con él.

Suspiró al final y de verdad lamentó la pérdida de su utensilio de cocina. Le tenía mucho afecto, había sido su orgullo por mucho tiempo.

—Bueno, —habló calmada y por primera vez—. Si ese es el caso: te recomendaría comenzar a recompensarlo cada vez que hace algo bien, por ejemplo: no acercándose a la comida o tragando con más despacio, de igual forma, reprimiendo tus afectos hacia él cuando hace lo contrario: como ahora, no le prestes atención por un tiempo y estoy segura que Luffy se arrepentirá de lo que hizo —dijo Vivi sonriendo amablemente y teniendo el vaso de cristal en su manos, la limonada brillando junto con la hierbabuena en ella.

A Sanji se le iluminó la cara de repente y agradeció a la hermosa mujer por su inteligencia, conocimiento, ayuda, inspiración en ese momento de oscuridad... Antes, de caer en cuenta de algo.

—Disculpa que te acuse de algo así mi bella mademoiselle —dijo Sanji avergonzado—. ¿Pero acaso no acabas de recomendarme tratar a Luffy como un... perro? —preguntó inseguro.

Su única respuesta por parte de la chica fue una leve risa y una mirada para nada avergonzada. A su lado, Nami abrió bien los ojos.

Wo —inspiró sorprendida—. Hay que ver que eres de mi tipo —sonrió viendo a Vivi y entrelazando sus manos con ella, a lo que la chica respondió apretando ligeramente sus dedos.

Sanji sonrió al ver a la recién pareja. Sabiendo de la seriedad de la pelirroja para con la chica y de que aunque, llevaban poco tiempo juntas, las cosas habían ido bien entre ellas.

Se merecían esa felicidad, y bien sabía que ambas eran la una para la otra.

Por alguna razón, algo que no supo comprender en su mente, no pudo evitar vagar de tema en tema hasta llegar a un conocido monstruo verde para él. Ahí estaba de nuevo, como un nombre, un insulto y un carácter de computadora: nada más.

Y siendo como era fue... Extraño, por decir no menos. Trescientos treinta y tres días habían pasado desde que se habían conocido, y no habían sido sino dos semanas antes de la fecha, que Sanji había realizado que ya no pensaba en Monster como lo hacía con sus demás amigos.

¿Te conozco?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora