.15.

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Chopper inspiró sorprendido cuando lo primero que recibió al atender el teléfono, fue un murmullo tembloroso.

—¿Zoro-san? —preguntó preocupado, al instante millones de escenas parpadeando a través de sus ojos—, ¿estás bien? ¿Sucede algo...-? Oh por Kami ¡estás herido! —concluyó al instante—, ¡Necesitas ayuda! ¡No debí haberte dejado solo sin un doctor, tu tipo de cuerpo no está acostumbrado a la cantidad de estrés que le ejerces al entrenar! Doctorine ayuda ayuda... ¡AHHH! —gritó volviendo al teléfono que había dejado descolgado en la entrada de la cocina.

Con los ojos bien abiertos tomó el aparto:— ¡Doctorine no está! —decretó desesperado y al borde del pánico.

Una suave risa sonó imperceptible para Chopper al fondo en su concentración por ayudar para el espadachín. En su mano derecha estaba marcando desesperadamente a policía- no,  emergencia, ¿al Hospital? No sabía que era lo que le estaba sucediendo ¿¡tal vez necesitaba de todas a la vez!?

¿¡Por Kami acaso podía pedir una ambulancia, policía y cirujanos especializados a la vez!?

—Chop-... per —susurró la voz profunda del espadachín en su oído.

—¡Doctoooooooor...! ¿Eh? —preguntó bajando gradualmente la voz hasta preguntar con normalidad. Al otro lado comprendió el suspiro de él.

—Gracias, —inspiró en un tono lleno de sinceridad y cariño. Un tono que Chopper casi había olvidado cómo se sentía el ser el receptor. Un tono que trataba de explicar en palabras, lo que sólo las miradas podían llegar a explicar—,  eres un gran amigo —agradeció en voz profunda.

Zoro desde su casa no vio la mirada aguarse a Chopper, su nariz arrugarse desde la base un poco más clara que el resto ni sus manos sujetar el auricular con pulso tembloroso. No notó cómo por su expresión decenas de rechazos, cientos de insultos, miles de malas miradas, golpizas y heridas pasaron como un flash. En su recuerdo que él no era normal, que era un monstruo tal y como su padre le había gritado mientras lo azotaba contra el suelo, cuando sólo recordaba su expresión de asco y expresión furiosa. Como los niños del parque le habían recordado miles de veces cuando él les pedía jugar con ellos (no estar solo, nada más, no importaba si lo dejaban en una esquina quieto pero no quería –no podía– estar solo), donde nadie aparte de Doctorine le hablada.

Ella, y en su momento, su amado doctor Hiluluk, quien fue el primero en verlo, el primero en tocarlo...

—El primero en verme a los ojos —pensó al borde de las lagrimas. Donde recordaba el pequeño cuarto lleno de niños de su edad jugando. Donde todos siempre se iban para nunca volver, donde jamás nadie daba una segunda mirada a su rostro. Donde llegó cuando de alguna forma borrosa y sin sentido terminó en un hospital vendado y cocido siendo explicado por dos señores que ya no podría volver a casa pero que ellos le encontrarían una mucho mejor.

Mentiroso, una voz rencorosa en su cabeza susurró por mucho tiempo. Cuando lo dejaban olvidado en las esquinas, cuando los años pasaban y ningún padre lo deseaba.

Pero después ese hombre llegó, y en la esquina más alejada de la sala, se arrodilló frente de Chopper, extendió los brazos en grande, y sonrió.

—¡Ey niño! —había gritado con entusiasmo haciendo que todos voltearan a verlo con extrañeza, las empleadas del orfanato con esperanza, los demás niños sin comprender y varios padres incluso alejándose de él repugnados.

—Mejor... —susurró Chopper sin verlo, sentado frente a los cubos de varios colores tratando de armarlos en una figura que se pareciera en algo a los renos. A él le gustaban los renos. Le parecían criaturas leales y resistentes—... no me hable... —aconsejó sinceramente notando las miradas que recibía sin notarlo el hombre—, nadie querrá acercarse a usted después, —murmuró—, hay más niños por allá si quier-...

¿Te conozco?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora