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—¿Cómo te sientes? —fue Nami la primera en preguntar con cuidado.

Durante los últimos tres días Sanji había notado su tacto suave con él. Como si fuera un objeto suave y delicado.

Su primer instinto al haber realizado eso fue en salir de su cuarto, patear a todos en la cabeza o cerca de sus nucas (excepto a las mujeres), insultarles y, si era necesario, pelear con algunos de ellos a la fuerza.

Pero...

No lo estaba.

No estaba bien. Y no creía poder soportar un tacto menos que suave en esos instantes. Tal vez mañana sí, pero hoy aún no.

—Descansado —admitió luego de unos segundos.

—Qué alivio Sanji, ya nos tenías preocupado amigo —asintió Ussop exhalando el aire contenido. Cómo todos ellos lograban entrar en el pasillo que daba a el baño y cuarto de su apartamento iba más de la comprensión de Sanji. Pero lo lograban, apretados y varios tocándose los hombros pero ahí estaban.

Todos ellos.

—Pero tomé una decisión —inspiró sorprendido de oírse hablar. Maldijo un poco, casi mintió o evadió el tema, pero de sus labios salió la pura verdad—. Me niego a seguir siendo su amigo, voy a cambiar eso. Voy a cambiar nuestra relación —juró.

Amaba a Monster. Tal vez el miedo de no saber cómo era, su físico lo había retenido un tiempo pero después de ese fatídico día de la confesión, en que lloró en desespero por oírle dañarse, oír cómo él se lastimaba y dolía tan lejos de su alcance...

Fue un despertar.

Pelearía uña y diente para lograr que su relación prosperara. Lo cortejaría como a la mujer más deseada del mundo: le cocinaría, hablaría haría todo lo lo que deseara aunque no fuera de su interés porque sin darse cuenta Monster logró enamorarlo con su paciencia. Ahora Sanji estaba en la obligación de hacer lo mismo, aún, con el riesgo, de que no funcionara y tuviera que huir con los pedazos de corazón rotos en sus manos e hiriéndole a cada instante.

Pero necesitaba más que esta relación que mantenían.

Necesitaba más de él.

—Y estaremos ahí para ayudarte. —Oh, la hermosa sonrisa de Nami-san, como Sanji no la merecía, como no merecía ese epíteto de la belleza—. Como tus amigos para ayudarte, y -

—¡Cómo defensores para pelear si te hace llorar de nuevo! —gritó Luffy con intensidad de repente.

—¡Señorito Luffy no! —gritó Brook muy tarde.

Juntos como estaban uno al lado del otro el efecto fue un dominó en cadena cuando el Monkey saltó. Primero hizo caer de espalda a Franky que había estado detrás suyo, luego empujó con el impulso a Nami y Robon hacia la esquina, ambas apretando al pobre Brook contra la pared atrapado. Aunque cuando los senos descubiertos de Robin chocaron contra su mejilla un sonrojo e hilo de sangre cambiaron todo.

Al final Ussop fue el que sufrió el retorno del azabache. Luffy cayendo sobre su pie de forma completa, la sonrisa enorme en su rostro, la camisa de botones roja otra vez abierta (¿por qué inclusive se molestaban en decirle que la cerrara?), el Blue jean corto con esas decoraciones suaves de lana que le encantaban y admitía que le hacían sentir que tenía una oveja restregándose a sus rodillas todo el tiempo lo cual era ¡totalmente-genial!, el sombrero de paja regalo de su tío que era más probable que desapareciera después que el propio Luffy desapareciera de la faz de la tierra, no antes, y, para completar su look...

—¿Cómo haces para que duela tanto tu pisada si usas sandalias? —preguntó en voz aguda por las lágrimas Ussop. Luffy lo miró riendo sin vergüenza.

¿Te conozco?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora