CAPITULO 6: PLANES

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  El regreso a la mansión no sucedió como Tom esperaba. Habían estado unas cuantas horas más en el hospital a insistencia de Tom, quien quería estar completamente seguro de que Bill en verdad se sentía mejor. También habían pasado por una farmacia en donde habían comprado los medicamentos que le habían recetado al moreno. En todo ese trayecto, Bill no había pronunciado ni una sola palabra, dejando al de trenzas algo preocupado y tratando inútilmente de sacarlo de sus pensamientos.

Para cuando llegaron a la mansión, Bill bajó del auto nada más Tom lo hubo estacionado en la cochera, dejando al padre de su hijo con la boca abierta.

- ¡Billa! – gritó Tom unos segundos después, alcanzándolo y tomando su rostro entre sus manos. – Olvidaste tus medicinas, mi amor.

- No las quiero. – fue la única respuesta que obtuvo Tom. Bill retiró las manos del otro y dio media vuelta con la intención de seguir su camino.

- Bill, tienes que tomarlas. Es por el bebé. No quiero que le pase nada malo a nuestro hijo.

- Claro. – le dijo el moreno en tono sarcástico, dándole a entender que su preocupación solo era por el bebé que llevaba en el vientre y no por él.

- Y también por ti, Billa. – adivinó Tom sus pensamientos y se apresuró en tranquilizarlo. – No tienes idea de cómo me sentí cuando te vi caer en aquel pasillo. Nunca antes había estado tan asustado en toda mi vida. – confesó.

- Dame esas pastillas. – suspiró Bill, rindiéndose. Mientras más rápido se fuera a su habitación, más rápido podría conseguir algo de tranquilidad para su atribulada mente.

Tom regresó al auto y volvió al lado de su moreno en menos de un minuto, entregándole la bolsa con medicinas con cuidado. Y antes que Bill pudiera marcharse, Tom se situó a su lado, pasando su fuerte brazo por su cintura y besando su mejilla.

- Voy a acompañar a mis dos amores a su habitación, ¿de acuerdo? – le dijo Tom al ver el rostro sorprendido de Bill. – Y luego te llevaré algo rico de comer, ¿si? ¿Qué se te antoja? - le preguntó, notando la cara de asco que puso Bill ante la mención de la comida. Pero igual el de trenzas ya se había prometido que cuidaría de su futuro esposo y de su hijo y por eso debía asegurarse de que el menor comiera.

- No tengo hambre. Solo quiero descansar. – dijo Bill inútilmente. Cuando a Tom se le metía una idea en la cabeza, no había nadie quien pudiera hacerlo cambiar de parecer.

- Tienes que comer algo, cariño. No quiero que te desmayes otra vez. No soportaría que les pasara nada malo. ¿Por favor?

Bill se quedó con la boca abierta.

En los meses que llevaba viviendo en la mansión y tratando al de trenzas, nunca le había escuchado decir "por favor". Nunca. Suspiró una vez más y asintió, dejando que lo guiara hacia su ala de la mansión. Una vez dentro de su habitación, Tom lo desnudó y luego lo cubrió con la ropa más cómoda que pudo encontrar y lo ayudó a recostarse en la cama.

- Ahora vuelvo, ¿si? Tu solo dedícate a descansar. – Bill asintió, viendo salir a Tom con rumbo a la cocina.

Una vez solo, Bill liberó un nuevo suspiro.

Embarazado. Estaba embarazado. Esperaba un hijo del hombre que se había negado a casarse con él. Del hombre que supuestamente estaba felizmente casado con su esposa, pero que igual se había metido en su cama y lo había "forzado" a entregarle su cuerpo en varias ocasiones. Del hombre del que estaba irremediablemente enamorado.

- Esto debe ser algún tipo de castigo por mi debilidad. – dijo en voz alta, tocando por primera vez su vientre. Sinceramente no notaba ninguna diferencia aun, pero sabía que su hijo estaba ahí. Su corazón se lo decía. – Te quiero mucho, hijito mío. Le habló por primera vez a su hijo, con una mirada soñadora y una sonrisa enorme.

Siempre Estaré Junto A TiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora