CAPITULO 7: VERDADEROS SENTIMIENTOS

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Afortunadamente, las pastillas parecieron ayudar muchísimo a Bill. Ya no sentía náuseas por las mañanas y lograba comer con normalidad, aunque a veces comía algo de más. Pero nadie comentaba nada, menos Tom, quien se encargaba de que Bill siempre tuviera todo lo que se le pudiera antojar. Pero eso no significaba que todo estaba bien.

Desde el día en que recibieron la noticia de la llegaba del bebé, Tom había notado a Bill algo frío. Podría haber pensado que era porque no se encontraba feliz con el embarazo, pero había visto la forma en que siempre acariciaba su vientre y sabía que él amaba a su hijo con todo su corazón. Entonces pensó que tal vez se tratara de él y la situación en que se encontraban. Él siempre intentaba asegurarle a Bill que siempre serían ellos tres, pero al parecer nada que dijera causaba un gran resultado. Bill aun no parecía confiar en él.


Y sinceramente, Tom esperaba que todo cambiara cuando Ria regresara de su viaje.

La misma noche en que ella se fue, se había comunicado con uno de los mejores detectives de Alemania y le había enviado toda la información posible acerca de su esposa. Luego de eso había llamado a uno de los abogados de la familia, le había explicado a grandes rasgos la situación para que pudiera iniciar la demanda de divorcio apenas el detective le enviara las pruebas de la infidelidad de su mujer. Ahora solo quedaba esperar.

Unos cuantos días después, Tom decidió que había llegado el día de decirles a sus padres que Bill estaba embarazado. Se levantó de la cama que desde unos cuantos días compartía con Bill y se encargó de despertarlo con suavidad.

- ¿Bill? Billa, mi amor. Despierta. – le dijo en voz baja para que no despertara tan bruscamente.

- Mmm... – gimió el menor, dándose media vuelta y quedándose dormido nuevamente.

Tom rió con su comportamiento tan infantil y adorable, pero aun así, volvió a intentar despertarlo hasta que poco a poco pudo por fin observar los hermosos ojos cafés del moreno. Y como cada día que amanecía, Tom se preguntó cómo fue que nunca pudo haber notado esos ojos tan preciosos y a ese muchacho tan perfecto. Suspiró ante el pensamiento que lo embargo. 'Si tan solo hubiera podido conocerlo antes de la fiesta de compromiso, tal vez las cosas fueran diferentes ahora.' Pensó, para que al final dejara de lado todo eso. Las cosas no siempre pasaban como uno quería, pero si tenía planeada la forma para que todo volviera a ser mejor.

- Mmm... ¿Qué hora es? – preguntó Bill ahogando a duras penas un bostezo.

- Casi las nueve, amor. ¿Vamos a desayunar al comedor o prefieres que te traiga algo?

- No soy un inválido, Tom. – bufó Bill, haciendo a un lado las sábanas y levantándose, caminando con fastidio al baño, antes de cerrar con llave para que Tom no entrara a molestarlo.

Ya se estaba hartando del comportamiento casi asfixiante de Tom. Todo el día quería estar a su lado, siempre quería que estuviera en cama descansando. ¡Por Dios, estaba embarazado, no moribundo! Y ya Bill sentía que estaba llegando al límite de su paciencia, por lo que no dudaba que un día de estos le gritaría todo lo que pensaba y por dónde se podía meter su preocupación. A ver si así lo dejaba tranquilo aunque sea por un par de horas.

Al final, decidió no decir nada y simplemente terminó de alistarse y sin esperar a Tom, salió rumbo al comedor. A pesar de todo, moría de hambre y ya quería probar algunos de los manjares que preparaba la cocinera.

- Bill, ¡espérame! ¡Bill! – gritó Tom, corriendo tras de Bill y tomándolo de la cintura una vez que lo tuvo cerca de él. – Hey, lindo. Tranquilo, ¿si? La comida no se va a ir y si se te antoja algo que no tengamos, yo lo busco. – terminó de decirle, dándole un beso en la mejilla.

Siempre Estaré Junto A TiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora