Capítulo XVI

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Matthew

Mia se quita la bata y entra al baño. Me quedo mirando hacia la puerta.

No sé que me está pasando con ella... no podría explicarlo es más que atracción —porque sin duda me atrae— es... ¿cariño, quizás? Es ese deseo de protegerla, de cuidarla... no lo sé.

Sacudo la cabeza.

Lo único que sé es que no me había pasado algo así con alguien más. Y es que ella no es cualquier persona, es una persona admirable, es divertida... es hermosa, decidida, inteligente sin duda, muy noble y fuerte a pesar de todo.

Como le tomó cariño a una pequeña que no tenía nada que ver con ella, como se preocupaba aún sabiendo lo que le podía suceder. Me sorprende lo mucho que me afectó ver dolor en su mirada. Y aún así no la vi derramar una sola lágrima —que a juzgar por sus ojos enrojecidos lo hizo en algún momento—.

Sacudo mis pensamientos y voy hacia la cocina a colocar la comida en una bandeja.

Cenamos en la habitación y conversamos sentados sobre la cama, después de un rato no puede más y se queda dormida sobre mi hombro le rodeo la cintura con mi brazo y la acomodo cuidadosamente sobre mi pecho para que esté mas cómoda.

Apago la luz de la lámpara para que descanse y la habitación queda con luz tenue. Me encanta verla dormir, se le ve tan... relajada.

La cubro con el edredón y la contemplo durante un rato mientras duerme plácidamente luego apoyo mi mejilla sobre su cabeza y sin darme cuenta me quedo dormido con su contacto.

Me despierto sobresaltado al sentir a Mía removerse, está sudada y con la respiración agitada, gime y dice palabras ininteligibles. Tardo una momento en comprender.

Esta teniendo una pesadilla.

La tomo por los hombros, está temblando; la muevo suavemente.

—Mia, despierta —la sacudo.

Se incorpora sobresaltada.

—¡NO! —Escucho su grito ahogado mientras abre los ojos abruptamente con la mirada perdida, cuando me ve se aparta bruscamente y... hay pánico en sus ojos.

Mira a su alrededor y está realmente alterada luego mira sus manos horrorizada. Estoy empezando a asustarme.

—Mia, mírame —suplico tomándola fuertemente por los hombros sin llegar a hacerle daño—. Soy yo, Matthew —Una lágrima se desliza por su mejilla y libero uno de sus hombros la seco con mi pulgar.

—Matthew —susurra y traga saliva.

La atraigo hacia mí, la abrazo; acuno en mi pecho y peino su cabello con mis dedos.

—Sólo fue un mal sueño —Intento de tranquilizarla siento los latidos de su corazón acelerados y su cuerpo tiembla—. Tranquila, preciosa —murmuro dulcemente y beso su cabello.

El temblor va cesando y ella se aparta; toma una almohada la abraza y hunde su rostro en ella. Es difícil decir si llora o no.

Enciendo la luz de la lámpara; iro mi reloj y son las 2:30am.

Luego de un minuto un grito es amortiguado por su almohada para luego levantar el rostro y mirarme.

—Detesto que me vean llorar —dice frustrada.

—¿Llorabas? Yo no vi nada —Muerdo mis labios en un intento de no reírme.

Se ve muy tierna cuando se enoja pero sobre todo graciosa.

—Pero estuviste muy cerca —Hace un gesto con su dedo índice y pulgar para luego resoplar.

Sonrío, pero luego esa sonrisa es opacada por la preocupación. Tomo su rostro entre mis manos

—¿Estás bien? —Asiente.

Ahora tomo sus manos entre las mías. Están frías y todavía tiemblan. Miro nuestras manos y ella hace lo mismo.

—No te preocupes, suelen quedarme así durante un rato.

Levanto la mirada para verla a los ojos.

—¿Suelen? ¿Acaso tienes pesadillas con frecuencia? —Desvía la mirada en un gesto muy impropio de ella, ya que siempre intenta mirarte a los ojos, aunque eso le suponga un gran esfuerzo.

Levanta la mirada, y me sonríe con picardía. Pero la sonrisa no le llega hasta los ojos.

—Así que... me llamaste preciosa —Agitando las cejas y entiendo que no quiere hablar de eso. Entorno los ojos, pero lo dejo pasar.

—Sabía que no debía decirlo, se te eleva mucho el ego.

—¿A mi? —Coloca una mano en su pecho y fingiendo estar ofendida.

—Sí, a ti —Sonrío.

-—Mira quien lo dice —murmura lo suficientemente alto para que la escuche.

Arqueo una ceja y niego con la cabeza. Extiendo mi mano y repaso con mi pulgar sus ojeras.

Me gusta su piel, es suave.

—Debes descansar —Me pongo de pie para salir de la habitación.

—Matt.

Odio los apodos o abreviaturas de mi nombre, pero al escucharlo salir de sus labios simplemente... me encanta.

Me giro.

—¿Si?

—¿Puedes... —Duda de pronto algo tímida—... quedarte conmigo?

Me sorprende su pregunta aunque de todas maneras en cierta forma estábamos durmiendo juntos, bueno no juntos, juntos, pero fue algo no premeditado.

—Me refiero a dormir... no seas pervertido —se burla. Pero luego se torna algo seria—. ¿Por favor?

—Está bien —Me acerco y vacío mis bolsillos, me quito el reloj... ella me mira atentamente.

—¿Te molesta si voy a buscar un pantalón de pijama? No me gusta dormir con jeans —En otras circunstancias haría una broma sobre dormir desnudo o algo así, pero con Mia, prefiero guardar mis distancias.

—Adelante.

Luego de cambiarme regreso a su habitación, se fue hacia el otro lado de la cama para dejarme espacio.

—Puedo dormir el sillón si te molesta.

Ella mira hacia el sillón de la habitación.

—No, no me molesta.

Apago la luz de la lámpara. Me meto en la cama y me cubro con el edredón, ella se acomoda y quedamos frente a frente pero con cierta distancia entre nosotros.

—Buenas noches Matt.

Sonrío a escuchar mi nombre.

—Buenas noches, Mia.

Soledad Elegida | Libro IDonde viven las historias. Descúbrelo ahora