Capítulo XII

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Matthew

Se queda dormida en mis brazos y siento su respiración acompasada con la mía.

Continúo acariciando su largo cabello, es suave, me gusta el aroma que desprende, en serio disfruto su contacto. Cuando empiezo a sentir los párpados pesados decido que es hora de llevarla a su habitación.

Me muevo con cuidado para tomarla en brazos, paso mi brazo por debajo de la piel desnuda de sus piernas y la levanto. Ella se mueve un poco, pienso que se va a despertar, pero en lugar de eso siento su respiración en mi cuello y unos segundos después pasa uno de sus brazos alrededor de él y su otra mano en mi pecho haciendo que mi corazón se acelere.. Camino con ella hasta su habitación. La deposito con delicadeza sobre la cama y la envuelvo en el edredón. Mientras lo hago casi podría jurar que sonríe, pero luego sacudo mi cabeza. Seguro debe haber sido mi imaginación.

La observo unos segundos más antes de salir de la habitación, es demasiado hermosa.

***

Despierto. Miro el reloj y estoy tentado a seguir durmiendo. No suelo quedarme despierto hasta altas horas de la noche a menos que tenga guardia en el hospital, claro está. Por suerte hoy solo tengo consulta.

Me levanto, me lavo los dientes, me ducho y me visto, tomo una bata médica del armario y me aplico perfume.

Desayunaré fuera así que me dispongo a salir. Cuando salgo escucho una suave melodía, un instrumental de piano para ser exacto. Sigo caminando y al pasar por la cocina me detengo y sonrío ante la imagen que tengo en frente.

Mia está batiendo algo en un bold mientras se mece de un lado a otro al compás de la melodía. Sigue en pijama con sus pies descalzos y el cabello recogido en una coleta improvisada. Se ve realmente sexy, y lo mejor es que parece no darse cuenta de eso.

Recargo mi peso en el umbral. Observo mientras agrega algo más a la mezcla para luego verterla en la sartén. Me parece que prepara omelets.

Me quedo admirándola unos minutos hasta que se gira y al verme me sonríe.

—Buenos días —Sonrío, ya que me pilló observándola.

—Buenos días —responde sonriente mientras coloca dos platos con omelets en la isla de la cocina—. Preparé el desayuno, espero que te guste —Hace un leve movimiento con la cabeza a modo de referencia.

—Gracias, no debiste molestarte —No puedo dejar de sonreírle.

—No es molestia —imita lo que le dije hace ya varios días atrás.

Soledad Elegida | Libro IDonde viven las historias. Descúbrelo ahora