Capítulo XIX

3.5K 198 8
                                    

Mia

Me alisto a toda velocidad y mientras me peino, recuerdo el rostro de Matthew al ser consciente de su erección, tratando de ocultar una expresión con un rostro de indiferencia.

Salimos justo al mismo tiempo de nuestras respectivas habitaciones, él está impecable como siempre con ese uniforme azul marino. Mientras yo visto con una camiseta azul rey, unos vaqueros y mis deportivas azules, en mi brazo llevo mi bolso y un abrigo. Sonreímos.

—¿Nos vamos?

Eh, me perdí.

—¿Nos?

—Vi que ayer llegaste con Liam, así que supongo que no trajiste tu auto.

Ah, ya comprendo.

— Tomaré un taxi, no te preocupes, llegarás tarde.

—No te preocupes por eso, vamos —insiste.

—No pienso aceptar, te tardaras más.

Va a decir algo pero solo sonríe de manera traviesa y dice:

—Está bien.

Frunzo el ceño, no suele ser tan fácil de convencer.

Asiento; salimos de departamento y nos detenemos frente al ascensor. Cuando las puertas se abren esta vacío.

—Perfecto —Lo escucho decir pero cuando voy a voltear a verlo siento cuando toma mis muslos y me levanta para subirme a su hombro. No puedo evitar un pequeño grito de sorpresa mi bolso cae al suelo, lo toma con su mano libre, entra al ascensor y presiona un botón.

—Genial, ahora soy tu saco de patatas personal, ¿quieres hacer pesas? Ve a un gimnasio. ---digo con voz monótona, apoyando mi barbilla en mi mano derecha.

—En primer lugar no pesas nada, y en segundo si no fueses tan terca no estarías sobre mi hombro —Comprendo su intención.

—¿No podías simplemente dejarme tomar un taxi! —cuestiono incrédula y sacudo la cabeza mientras me muevo tratando de zafarme pero me aprieta mas fuerte.

Podría intentar realmente bajarme si quisiera, pero no seria capaz de darle ni siquiera un pequeño golpe.

—No, y con respecto a otro tema, procura desayunar cuando llegues.

—Sí, señor —murmuro aburrida.

—Es en serio, Mia, hazlo.

—Entendido, y gracias por meter barras de cereal en mi bolso —Sonrío de forma involuntaria.

El ascensor se abre de nuevo en otro piso, y entra una pareja mediana edad tomados de la mano. Alcanzo a ver como ella se sorprende al vernos y luego ríe. Le dedica una mirada cómplice a su esposo y ambos se sonríen. Se ven muy tiernos, admiro a las parejas así.

—Mira cariño, me recuerda a cuando éramos más jóvenes —Suspira—, tan enamorados… ¿recuerdas?

Siento como el cuerpo de Matt se tensa.

—Sí, querida.

Los colores se me suben al rostro. O quizás es solo porque estoy casi de cabeza.

—No, nosotros, no somos… no —Tratamos de explicar Matt y yo al mismo tiempo.

—¿Ves? Haces que las personas piensen cosas que no son. Bájame —lo regaño en un intento de persuadirlo. Siento su cuerpo dudar, pero no cede.

—No, no lo haré. Te bajaré solo cuando lleguemos al auto —dice firme.

Resoplo y una idea cruza por mi mente: tengo un buen alcance a su trasero. ¡Que vaya que lo tiene bien dotado!

Soledad Elegida | Libro IDonde viven las historias. Descúbrelo ahora