Epílogo

5K 217 13
                                    

Veo entrar a Héctor y mi corazón siente un extraño alivio de que se trate de él, sólo lo distingo de Renzo por la cruz que lleva en el cuello.

Tengo ganas de llorar pero estoy demasiado deshidratada, he tomado muy poca agua y no he comido casi nada.

Mi visión se está nublando.

¿Cómo está? —pregunto sin fuerza.

Dejo caer la cabeza, me siento demasiado débil.

Está bien —dice pasado un momento.

Escucho sus pasos acercándose, desata mis pies, luego pasa detrás del pilar y empieza a deshacer el nudo de mis muñecas.

—¿Qué haces? —cuestiono confundida.

Él no responde.

No creo que me libere con Renzo cerca, además, le teme demasiado.

No tengo casi fuerzas, saca su arma y la coloca a pocos metros de mí.

Me desata, y ni siquiera intento huir, Omar y Renzo deben estar afuera.

Caigo pesadamente en el suelo y lo veo sonreír de medio lado.

Se cierne sobre mi y el miedo recorre mi cuerpo, a pesar de estar débil mi cuerpo está alerta.

Intento incorporarme, pero me tumba, mi cabeza golpea el suelo bruscamente con un sonido entrepitoso; me toma por ambas muñecas... Sé lo que quiere hacerme.

---No, no, por favor, ¡NO! —grito y suplico aunque sé que no servirá de nada—. No, no, Héctor, no, no, por favor, ¡no! Tú no eres así, no ¿por qué! Te lo suplico, no lo hagas, ¡TE LO PIDO! —Intento desesperadamente pero mi garganta esta demasiado seca y no puedo seguir.

Apoya su peso sobre mí para acorralarme, siento asco de inmediato, pasa su lengua por mi cuello y detengo una arqueada.

Mmm —gime.

Empiezo a forcejear mientras mete su rodilla en medio de mis piernas, toma mis muñecas con una sola mano y la otra la introduce debajo de mi blusa.

Empieza a tocar mi cintura desnuda y empiezo a desesperarme; me ahogo, el miedo me amenaza e intento concentrarme.

Sigue besando y lamiendo mi cuello, siento su erección en mis caderas; saca la mano de mi blusa y empieza a bajarla hasta el botón de mi pantalón.

Aprovecho que se separa un poco y esta es mi oportunidad; levanto con la mayor fuerza posible mi rodilla y le doy un golpe en la entrepierna, se encoge de dolor y me maldice en voz alta pero logro zafarme.

Me alejo gateando hacia atrás y me encuentro con su arma; la tomo con las manos temblorosas y lo apunto.

Se carcajea aún adolorido mientras se incorpora.

¿Qué? ¿Vas a dispararme? —Se ríe—. No serías capaz de matar una mosca, maldita mojigata —dice con burla—, aunque debo admitir lo exitante que te ves así, envalentonada.

Por un momento no parece él, aunque a estas alturas no se que creer.

N-no te me acerques —Río nerviosa—, te recuerdo que tú no eres una indefensa mosca, ni a animal llegas, desgraciado.

Perra, baja el arma —Se abalanza sobre mí y tiro del gatillo.

Quedamos tirados en el suelo y la sangre caliente empieza a regarse por mis piernas y abdomen a la vez que me sacude un escalofrío por todo el cuerpo.

—¡Eres una perra! —grita mientras tiro su pesado cuerpo a un lado.

Mucha sangre empieza a salir de su entrepierna, el disparo dio justo ahí, la hemorragia es demasiada... hay sangre por todos lados mi manos están llenas de sangre… lo asesiné.

Sangre… sangre por todos lados, sangre…

—¡NO! —Me incorporo abruptamente y observ horrorizada mis manos con el corazón acelerado.

-----------------------------------------------------------

Ya he realizado una corrección general, podrán encontrar la siguiente parte en mi perfil, la cual, pronto continuaré actualizando.

Estuve muy cerca de borrar ésta historia, pero debido a que fue mi primera obra en la plataforma le tengo especial cariño.

Gracias por leer, espero que la hayan disfrutado y la continúen disfrutando en: Soledad compartida, la segunda parte.

;)

Soledad Elegida | Libro IDonde viven las historias. Descúbrelo ahora