Capítulo XXIV

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Mia

Abre la puerta y se sorprende por un momento, me mira fijamente y sin decir una palabra comprende lo que me sucede.

Me abraza mientras me invita a pasar.

Al sentarnos en el sofá reposo mi cabeza sobre su regazo y las lágrimas salen silenciosamente, ni siquiera sé porqué estoy llorando, sólo lo hago. Es una extraña situación porque esto suele ocurrir al revés.

—En primer lugar, no es tu culpa —afirma luego de varios minutos rompiendo el silencio.

—¿Quién te lo...?

—Mamá --—me interrumpe.

—Sí lo es, yo provoqué ésto, tenía que haberlo previsto; no tenía que permitir que ocurriese.

—Pero ocurrió, y no fue tu culpa, no habia forma de que pudieses prever aquello.

—Yo debí...

—No estaba en tus manos, Mia, ya haces suficiente con tener que cargar con eso, nos estás protegiendo como siempre lo has hecho.

No continuo porque sé que seguirá defendiendo su punto.

—Y, en segundo lugar... —Sonríe—, ¿quién fue el gran afortunado?

—No sé de que hablas.

—Vaya que lo sé, por fin ocurrió. Recuerda que no necesitas palabras conmigo.

—Es que no estoy segura de lo que siento, estoy muy confundida, Brenda.

—Es normal sentirte confundida.

—No lo sé. Somos o éramos... en realidad ahora no lo sé, buenos amigos, lo aprecio mucho pero... de nuevo no lo sé.

—¿Que sucedió?

—Él me gusta, siempre lo ha hecho, pero en él solo veía un amigo, pero en el momento en que me besó... sentí algo que jamás había sentido, y toda mi perspectiva cambió. Y... hui —Escondo mi rostro—. ¡Mierda! Brenda creo que me enamoré, sin darme cuenta con sus atenciones, su forma de cuidarme, su cariño, su inteligencia... sabes cuanto me atrae un hombre inteligente. Y sí, creo que me enamoré, o no lo sé, no tengo idea de lo que siento, es extraño, es bonito, es agridulce, ¡ahg!

Ríe suavemente.

—Nunca te habia escuchado decir una palabra similar.

—Lo vale.

Suspira.

—El amor es como un campo de batalla, si entras puedes salir lastimada, pero si no lo haces nunca sentiras la adrenalina de estar dentro. Debes elegir, y te aconsejo arriesgarte.

—Soy una cobarde, lo sé. Pero no quiero que me lastimen, además no es el mejor momento.

—Llevas mucho tiempo diciendo eso, no permites que nadie se te acerque lo suficiente como para sentir algo por él. Siempre dices que no es el momento, pero si no es ahora ¿cuando? —Me incorporo para mirarla a los ojos. Coloca un mechón de cabello detrás de mi oreja—. Hermosa, eres una mujer exitosa en todos los sentidos, no solo en los negocios sino también como persona. Estas prácticamente en la cima de tu carrera, ya casi llega el momento en que te preguntas ¿y ahora que? Porque has logrado todo cuanto te has propuesto. Arriesgate tambien en el amor, si ganas será lo más hermoso que te haya pasado...

—¿Pero si no?

—Si no, ten por seguro que será una gran experiencia.

—No se si pueda...

Resopla cansada.

—Ese es mi consejo Mimi, sólo te digo que si de algo me enorgullezco de ti es que siempre tomas las mejores decisiones, porque lo haces tanto con la cabeza como con el corazón. Te quiero hermanita —Me abraza.

—Y yo a ti, Brenda.

—Y ahora... ¿cómo es que llegaste aquí? ¿no deberías estar trabajando?

—Es mi día libre. Mi residencia termina en dos semanas. Y comienzo a trabajar en el nuevo hospital en un mes.

—Entiendo... entonces ¿regresas hoy mismo?

—Sí.

— Si vas a tener dos semanas libres ¿puedes quedarte a pasar unos días? A Dominick le va a encantar verte.

—Claro.

Mi teléfono suena, miro la pantalla y al ver quien es corto la llamada.

—Es él, ¿verdad?

Asiento.

—Ha estado llamandome desde que me fui.

—¿Te fuiste?

No hay manera de arreglarlo me conoce demasiado bien.

—Sí —Entorna los ojos—. Compartíamos el departamento —Arquea ambas cejas. No necesita hablar para preguntarme algo—. Fue idea de Miriam, mi paciente en Venezuela —explico y frunce el ceño—. La rubia —Me lanza una mirada de "ah, ya me acuerdo"—. Ella me consiguió el departamento, pero no me habló de con quien lo compartiría, y ni me preguntes como acabé aceptando porque ni yo misma lo sé.

—Entiendo... —Asiente lentamente—, Vaya lio.

Suspiro.

—Sí —Me pongo de pie—. Me tengo que ir, mañana tengo que trabajar por la tarde. Me le das muchos besos a Dominick.

—Está bien, mucha suerte con todo esto.

Asiento. Nos despedimos y me marcho.

Brenda tiene razon, no puedo seguir escondiéndome, pero tengo miedo, mucho miedo.

Además tengo que seguir encargada del asunto de Omar, no puedo permitir que salga libre, no puedo permitir que mi familia esté en peligro de nuevo, definitivamente debo tratar de sacarme a Matthew de la cabeza, no puedo darme el lujo de enamoramientos cuando mi familia está en peligro.

Soledad Elegida | Libro IDonde viven las historias. Descúbrelo ahora