Capítulo 8: Esteban

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     Era yo quien tenía miedo.

     Amelia y yo nos conocimos hace dos años cuando ella entro a trabajar en la editorial Vive. Su presencia llenaba aquellas paredes, desde el primer momento trajo una energía increíble, todo había cambiado desde entonces, al menos para mí. Yo soy un tipo normal, tengo un buen trabajo, eso es real, soy uno de los editores más prestigiosos en el área de San Juan y las comunicaciones y solo tengo 28 años. No es tan fácil obtener tanto con tan poca edad, al menos no en este tipo de empresa. Mi trabajo me consume bastante tiempo, no tengo una vida social al nivel que me gustaría tenerla, a pesar de todo soy joven y soltero. El problema es que siento que seguiré así por un buen tiempo, no quiere decir que no tenga mis aventuras, de esas si tengo, hago malabares con el tiempo, pero me doy la vida que quiero. He tenido a todas las mujeres que he querido, claro, menos a Amelia. Ella es diferente. Y de tener no me refiero a su cuerpo, eso lo tengo y de sobra. Justo una semana después de que comenzamos a trabajar juntos, comenzamos una aventura sexual que parece interminable. La sensualidad de esa mujer y su espíritu libre te atrapan por completo. Ella es una profesional, cuando de trabajo se trata se transforma de tal manera que hasta parece mayor en edad. Nada la desenfoca, por eso es uno de los mejores recursos que tenemos. Sé que ama escribir, trabajar no le pesa en lo absoluto. Pero esta noche me ha enseñado algo de ella que jamás había visto. Mi visión sobre ella a cambiado. Quisiera pensar que fue para mal, pero no quiero seguir engañándome, esta noche se me cayó el disfraz.

     Cuando recibí ese mensaje a las 12 de la madrugada sospeché que era un mensaje para sexo. Es lo que hacemos, hemos tenido sexo de mil maneras, en la oficina, en el almacén, en su casa, en la mía, en el carro, esa mujer es insaciable y para mi eso es perfecto. No he tenido una amante que le llegue a los talones a Amelia Guerra. Ella es fuego. Esta noche pude ver que en su mente hay una tormenta, nosotros somos amigos, eso creo yo, nos tenemos confianza, pero nunca me había contado nada de sus sentimientos o algo que la perturbara. La sentí indefensa, sentí deseos de cuidarla, de decirle todo lo que me hace sentir y pensar y casi me descubro ante ella.

     —Bueno, a mí me parece que siempre eres tú, siempre te he visto de la misma manera, decidida, firme, hasta hoy me parecías una mujer sin miedos, pero ya veo que tienes algunos —bajé la mirada —para mi eres como una mujer perfecta, digo, inteligente, sensual, eres sarcástica pero graciosa, no hay cosa que no puedas lograr. —Pude sentir la sangre acumulándose en mi rostro, las manos me comenzaron a sudar, pero mantuve la calma. A los pocos minutos estaba sobre mí, haciendo lo que mejor sabía hacer, llevarme fuera de este mundo con solo el roce de su cuerpo. 

En boca abierta...Donde viven las historias. Descúbrelo ahora