Capítulo 28: Amelia

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     Juan José habló. Vega dice que no dudó ni un momento en todo lo que decía. Realmente no tiene nada que ver. Es un buen hombre, todo lo que tiene se lo ha ganado con su esfuerzo. Debo decir que ha sido un gran alivio, así que está libre, aún no he tenido el valor para verlo. No sé qué pueda pasar, pues la policía lo buscó justo en mi apartamento y no tengo idea si sospecha o no. Hoy es un gran día en el trabajo, tengo que entregar una serie de reportajes que he ido trabajando. Mi jefe me comentó que estaría compitiendo con otros periodistas por un premio importante. No hay nada que me emocione más que eso.

Esteban está en la oficina, hace muchos días me ignora. No niego que me incomoda, para mi él es muy importante, es mi mejor amante, el más que me enciende. Aunque Juan José llena todas mis expectativas, Esteban tiene un lugar especial. Me detengo en la puerta de su oficina.

Hermoso, no puedo seguir sin hablarte, tienes que hacer algo para que se te quite el coraje o lo que sea que te pase conmigo. Necesito tenerte y así no se puede.

—Tú no me necesitas a mí. Debe ser suficiente con el nuevo noviecito.

—Para empezar, no tengo ningún noviecito y segundo, no tienes que tener celos, porque nadie te va a quitar tu lugar —me acerco a él, trato de seducirlo, pero está serio, no cede y eso si me hace enojar. Me volteo y me voy.

Paso la mañana molesta. Nunca me ha rechazado, ni él ni nadie. Es imposible, lo detesto por eso, pero a la misma vez me crece el deseo.

Ya es medio día, Juan José me ha escrito varios mensajes y no he contestado. Esto de Esteban me mata la mente. No quiero hablar con Juan José aún. De repente de abre la puerta. Al fin esté imbécil da un paso.

—Avanza.

Es lo único que dice, así que tomo mi cartera y lo sigo. Llegamos a su carro, esta vez no nos detenemos en el almacén. Me conduce hasta su casa, he venido muy pocas veces, es una casa de urbanización, control de acceso, bien bonito el lugar, algo más familiar, no es mi estilo. No me dirige la palabra en todo el camino y yo tampoco digo nada, el ambiente ya está pesado, pero se ve tan sensual, tan serio, como molesto. Me excita tanto. Nos bajamos, abre la puerta y me cede el paso. Camino unos pasos y siento sus brazos alrededor de mí. Me huele, así como si extrañara mi olor, como si quisiera guardar la fragancia para luego. Me voltea y me besa, al fin, entonces me doy cuenta de cuanto extrañaba sus labios. Antes de que comenzara a besarme ya yo estaba lista, todo allá abajo estaba húmedo, esa tensión de la mañana me tenía el cuerpo en descontrol. Sin quitarme los labios de encima, me baja el zipper del vestido. El traje cae al suelo y revela toda mi figura. Se despega para observarme y yo tomo el control, como siempre. Le bajo el pantalón, lo llevo al sofá y allí mientras su cuerpo esta recostado y relajado, mi boca hace lo mejor que sabe hacer y lo escucho gemir de placer. Su gozo es el mío. Sus manos en mi cabello, marcando el ritmo, hundiéndome hasta que todo está dentro de mi garganta. Mi saliva en todo su miembro, chorreando por sus muslos. Sigue sin hablar. Me siento sobre él, tomo su pene con mi mano para acomodarlo y entrarlo correctamente. Que delicia se siente el tenerlo otra vez. Lo disfruto, me muevo sobre él con toda la pasión del mundo y en cada movimiento una oleada de placer que me recorre cada esquina. Su cara, sus gestos, sus gemidos, esa forma particular que tiene de agarrarme la piel, sin miedo y con ganas. Me da nalgadas, el sonido me estremece y en seguida exploto encima de él y juntos llegamos a la cima del deseo. Luego nos recostamos en el sofá buscando calmar nuestra respiración.

— Te extrañé, estúpida.

Al fin dijo algo y yo solo puedo reírme, guardándome con orgullo las ganas de decir: Yo también.

Ya entregué todos los artículos al jefe, me felicitó porque le parece un gran trabajo y también por la investigación con Vega. Al parecer no le mencionó nada de mis salidas con Juan José, así que seguimos tan profesionales como siempre.


     Ayer me enteré de que la esposa de Vega está embarazada. La realidad no me causa nada, pues nuestra relación siempre ha sido transparente, nunca ha significado nada y he estado clara de su matrimonio y todo lo que eso implica. Él es un buen hombre, ella es afortunada y a veces lamento el hecho de que le sea infiel conmigo, porque he llegado a pensar que si no fuera conmigo no lo haría con nadie, es demasiado recto y yo lo saco de zona de lealtad, aun así, me encanta. Pero pienso cortar de a poco con eso. Ya es tiempo de que se enfoque en su familia y de que mi conciencia gane de una vez.

En boca abierta...Donde viven las historias. Descúbrelo ahora