–Lo que me pides son datos protegidos -le responde el funcionario del Registro del Ayuntamiento -. Estaría cometiendo un delito si te los doy.
Luis desliza uno de los paquetes de Luzil por debajo de la mesa hasta que llega a la altura de las piernas del informador. Miguel baja la cabeza y observa los dos huevos y las cuatro manzanas cuyo aroma intenso se escapa del envase.
Miguel Tahona, que lleva trabajando en ese puesto desde hace treinta años, está a punto de jubilarse. No había aceptado sobornos hasta la primera vez que le retrasaron la edad de jubilación y ya llevan tres retrasos. Él dice que el Gobierno aplaza más rápido que él cumple años y que así no va a disfrutar nunca de la vida. Desde entonces, lamenta las dos décadas como funcionario de expediente intachable y la de veces que había rechazado este tipo de ofrecimientos con profesionalidad.
–¿Datos del padrón? -pregunta satisfecho con el pago.
–Cualquier expediente municipal referente a la niña o a sus padres.
Al momento la impresora comienza a escupir papeles con desgana hasta la docena de folios.
–Gracias, buenos días. -se despide Miguel antes de pulsar un interruptor con el que salta al turno siguiente y da por zanjado el trámite.
Luis se levanta de la silla. El anciano que se acerca con el número seleccionado entre los dedos porta otro paquete de detergente. Antes de irse, mira los bancos de espera y ve que hay dos personas más que esperan turno con sendos envases en sus manos.
Luis conduce su coche por la M-40 camino de la casa de su contacto en el edificio de Presidencia. En el asiento del copiloto hay una docena de folios, sus pequeños lentes para la miopía y el paquete de Luzil que le queda. Repasa mentalmente la documentación que acaba de recibir en el ayuntamiento sobre Lorena Santiago y su familia. Las noticias de la radio suenan de fondo. La mente se vuelve impermeable a vocablos como "ébola", "Gobierno", "brote", "por ciento" y otros términos que se repiten una y otra vez. Se sumerge en sus pensamientos, mecido por palabras perdidas que no encuentran puerto dónde atracar. Había hojeado los documentos antes de arrancar y aprovecha el rato conduciendo para meditar un poco sobre los datos que ha descubierto.
Entre la documentación de la carpeta había un informe de empadronamiento que hablaba de una pareja, Lorenzo Santiago y Milagros Rodríguez, que se habían ido a vivir a la cuarta planta del número tres de una calle con nombre de virgen en 2035. El alta por nacimiento de Lorena Santiago se produce en 2040. En 2044, es empadronado su hermano Sergio Santiago. Los siguientes movimientos en el Padrón Municipal se producen este mismo año. La defunción de Lorena en enero y la baja por traslado a otro municipio de Milagros y Sergio tres meses después. Desde hacía mes y medio, la inscripción de Lorenzo Santiago era la única en ese domicilio.
Había un informe de tenencia de bienes en el que se mostraban los tributos municipales que tenían. El Impuesto de Propiedad de Inmuebles, la Tasa por Vertido de Residuos y el Impuesto por Circulación de Vehículos a nombre de Milagros Rodríguez. Nada fuera de lo común.
Pero también constaban varios expedientes abiertos y documentos presentados por Registro de Entrada que aclaraban bastante. Había una reclamación por una multa de tráfico que no le decía nada pero también unas solicitudes y posteriores recursos a los Servicios Sociales solicitando subvenciones para una intervención quirúrgica urgente y otra posterior para cuidados paliativos, ambas para Lorena Santiago. El expediente de la segunda solicitud se encontraba aún en instrucción. La subvención para la intervención quirúrgica fue comunicada hace dos días. El día antes del brote de ébola y seis meses después de que muriera por no conseguir esa subvención para sufragar la intervención.
El traslado de la madre y el hermano de Lorena a otro municipio al poco de morir la niña, mientras el padre permanecía allí, le hacía sospechar que el matrimonio se resintió tras el golpe recibido. Luis se había propuesto averiguar en el Registro Civil si había interpuesto alguno de los dos una demanda de divorcio pero de momento no dispone de dinero para más sobornos. Esa gestión ahora supondría gastar el paquete de Luzil en confirmar un dato cuando, si su artículo tenía el éxito que esperaba y continuaba con la investigación, el periódico le asignaría una cantidad para gastos con la que podría comprar esa información. Así que ha preferido invertir la mercancía en su contacto en la Presidencia.
Tras dar varias vueltas por los alrededores de la casa de Roberto Macizo, el hombre al que ha ido a entrevistar, aparca a dos manzanas. Cuando ha apagado el motor, se da cuenta de que sus mejillas están húmedas. Ha llorado pensando en Lorena durante el camino sin darse cuenta. Como hay palabras que ayudan a sumergirse en sus pensamientos, también las hay que te sacan violentamente como enganchado por un anzuelo y arrastrado por hilo de pescar.
–Atención, noticia de última hora sobre el brote de ébola localizado en Leganés -dice el locutor radiofónico y Luis sube el volumen -. El Gobierno ha facilitado los datos de una persona que tuvo contacto con los infectados del Centro de Salud Santa Isabel y que podría ser portador del virus. La persona es Luis Vallés, periodista del diario La Libertad y cuyo retrato está disponible ya en las páginas web del Ministerio de Sanidad y del de Seguridad. La Policía Nacional en un comunicado urgente recomienda al que lo vea que no se acerque por el riesgo de contagio y que llame inmediatamente al teléfono de emergencias 112.
El comunicado sigue pero Luis ya no escucha nada más. Las ideas se mueven en su cabeza y se estrellan unas contra otras, atropellándose y no le dejan pensar con claridad. Se mira al espejo retrovisor. No cree que esté enfermo. El miedo le provoca un estremecimiento. ¿Y si es verdad? Tendría que presentarse en un hospital urgentemente. Cuanto antes traten el virus, mayor probabilidad de supervivencia tendré. Entonces la desconfianza le habla al oído: ¿y si te tratan como a los demás? Después del pánico que el ébola ha generado, es probable que le eliminaran en cuanto se presentara en el hospital y quemaran su cadáver inmediatamente. Se vuelve a mirar en el espejo retrovisor. "No puede ser, no estoy enfermo -piensa -. ¿Y si es por la fotografía? Puede que esta historia que estoy siguiendo sea más importante de lo que creía".
Intenta aquietar su corazón respirando un poco más despacio. Finalmente decide continuar con el reportaje, pendiente de los posibles síntomas del virus, por si en verdad estuviera enfermo. Su contacto en Presidencia del Gobierno no escucha radio ni ve noticias en la televisión. Debe continuar por Lorena Santiago. Tiene que acabar el reportaje antes de presentarse en el hospital. Así que tiene que apresurarse.
Busca en la guantera una vieja gorra que usaba cuando iba con Hana los domingos al campo. "Está un poco pasada pero para ocultarme servirá", decide. Cierra el coche y camina con la cabeza baja desde ese momento para ocultar el rostro. Rezando a no sabe quién para que nadie lo descubra.
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Todo está bajo control
Science FictionLuis Vallés, trabaja en la sección de Local de un periódico madrileño. Acude a un centro de salud de Leganés para cubrir incidente de poca relevancia con unos usuarios pero al llegar, el ejército impide la entrada y la salida a cualquier persona no...