Capítulo 9

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Saúl se encuentra sobre el periodista pero éste está muy nervioso para poder explicarle que pesa una orden de captura sobre él y todos los agentes de la ciudad le están buscando en este momento.

Había entrado en el edificio cuando salió un hombre fuerte que llevaba un teléfono móvil en una mano y el paquete de Luzil que había traído Luis en la otra y se dejó el portal abierto. Estaba desconcertado. "¿Qué habría ocurrido?" Se desabrochó el impermeable para tener a mano la catana en caso de que la cosa se pusiera fea y subió dos plantas hasta encontrarse con Luis.

Más tarde le explicará que Lorenzo era su amigo y que ambos formaban parte de la red de distribución de productos frescos de contrabando que el Gobierno llama la Mafia. Aunque en realidad no son más que una pequeña comunidad de setenta vecinos que no aceptan el control al que las autoridades someten a todos los alimentos que se venden y repoblaron un pequeño pueblo abandonado de Guadalajara, para vivir de la agricultura y la ganadería. Como no pueden autoabastecerse de todas las necesidades de la comunidad, venden en el mercado negro parte de las cosechas para pagar suministros, gasolina, herramientas, maquinaria, frutas y pescados.

Lorenzo era distribuidor de los alimentos en Leganés. Saúl es el encargado de la seguridad de los distribuidores de Madrid y tendría que haber protegido a su amigo Lorenzo. Pero no llegó a tiempo para sacarlo de allí. Cuando su amigo le vio desde una ventana del centro de salud, le lanzó una fotografía de su hija, consciente de que el final era nefasto e inminente. Pero Luis interceptó la fotografía cuando buscaba una noticia que contar.

Saúl le siguió porque desconfiaba de las intenciones del periodista. Pero siguiéndole se convenció de que no investigaba a su amigo como terrorista sino que lo único que buscaba era contar la verdad sobre su hija. Por eso había decidido ayudarle.

Luis no termina de creer a aquel hombre del impermeable oscuro que parece haberle perdonado la vida. Sabe que está siendo buscado por la Policía y, después de lo que le ha contado Roberto, se teme que la orden que tienen los agentes es la de matarle como medida preventiva para evitar una propagación del ébola. Cuando Saúl le atrapó, creyó que había llegado su hora. Cerró los ojos y esperó, pero el tiro de gracia no llegó. Desde ese momento, está en un estado que debe de ser similar a un shock. Se deja llevar por el extraño que dice querer ayudarle mientras una parte de él le aconseja que desconfíe si quiere permanecer vivo.

Luis baja las escaleras arrastrado por Saúl lo más rápido que le permiten sus piernas en baja forma. Cuando pone el primer pie fuera del portal ve los coches patrulla en la calle y casi al mismo tiempo escucha un grito ordenándole que se mantenga quieto donde está y con las manos en alto. Luis obedece. Saúl se oculta a un lado de la puerta. Tras unos segundos, cuentan hasta cuatro agentes.

La misma voz autoritaria le ordena que se acerque muy despacio. Han llegado antes de lo que esperaba. No habían tenido tiempo de escapar. Iba a salir muy despacio sin bajar las palmas de las manos.

Está dando el primer paso, cuando siente que tiran con fuerza de la espalda de su camisa hacia el interior de la casa. Luis cae bocarriba, sobre el suelo de mármol del portal. Desde allí ve las balas sobrevolarle y cierra la puerta de una patada.

Los disparos quiebran los cristales del portal y las esquirlas llueven sobre los dos fugitivos que comienzan su huida arrastrándose por el suelo. Hasta que llegan fuera del alcance de las armas que siguen disparando.

Suben a la casa de Roberto que permanece abierta. Echan los candados y cadenas de los que dispone la puerta. Saúl comprueba las ventanas del dormitorio, del salón y de la cocina. Ésta da a una zona ajardinada en un lateral del edificio. Las terrazas de las cocinas de las dos plantas inferiores están enrejadas.

Todo está bajo controlDonde viven las historias. Descúbrelo ahora