(Por: Axel)
—Es solo un fotógrafo de la feria —la animé—, tiene un chaleco oficial y todo.
—Como si Fátima no fuera capaz de conseguir algo así.
—Tiene como veinte años, es imposible que vaya a la escuela —señalé.
—Podría haberle pagado para seguirnos.
—Te estás volviendo tan paranoica como Franco.
De todos modos, Abi no se detuvo hasta que entramos a la zona de talleres y actividades. Todos parecían abarrotados, excepto dos: armar rompecabezas y figuras para colorear.
Abi compró un rompecabezas de quinientas piezas antes de que pudiera detenerla.
—¿Te das cuenta que es más fácil fotografiarnos si nos quedamos quietos en un espacio cerrado y distraídos por intentar reconstruir una figura?
—¿Te das cuenta que te estás acercando al borde de mi paciencia ahora mismo?
Y aquí íbamos de nuevo, con su mirada asesina que me divertía. Era como ver un gatito intentando lucir malvado, solo que a veces realmente conseguía asustarme.
Incluso para un rompecabezas, Abi tenía un plan que debíamos seguir. Cada vez que intentaba desviarme y buscar las esquinas o los bordes, ella me lanzaba un golpe, sin fijarse realmente en donde llegaba a darme.
—Oye, eso es violencia injustificada —dije la quinta vez que lo intenté—. Me niego a ser un hombre maltratado.
—Claramente no te niegas a ser un hombre dramático.
Ni siquiera me estaba mirando, concentrada en terminar un pedazo de cielo del paisaje.
—¿Realmente crees que terminaremos este rompecabezas hoy? —Pregunté con escepticismo—. Mi papá estará aquí en una hora, y es increíblemente puntual.
—¿Y qué consideras que podemos hacer?
—No lo sé, caminar, comer algo, ser uno con la naturaleza en lugar de armar rompecabezas sobre ella.
—¿Ser uno con la naturaleza? —Repitió Abi—. ¿Qué te crees? ¿Un árbol?
—Una vez fui un árbol en una actuación escolar de La bella durmiente.
—¿No te eligieron como el príncipe azul? Qué decepción debe haber sido para ti.
Sin embargo, guardó cuidadosamente lo que habíamos avanzado y me echó una mirada desafiante.
—¿Y ahora qué?
—Ahora volvemos a la feria y encontramos más libros que puedas comprar.
—Solo si prometes dejar de preguntarme por las sinopsis.
—Lo pensaré.
—Odio cuando piensas —murmuró Abi—, ven aquí, te voy a invitar un helado.
Al inicio se sintió extraño verla pagar por algo hasta que me recordé que esto no era una cita y que probablemente Abi hubiera pagado de todos modos. Nunca funcionaba del modo correcto.
Cuando volvimos a la feria, traté de mantenerme alejado, para no correr el riesgo de ensuciar los libros.
No comprendí su truco hasta que fue demasiado tarde.
—Estás intentando deshacerte de mí con los helados —la acusé cuando iba por el tercero.
—Es el último libro que puedo comprar —respondió ella—, así que de todos modos no importa.
ESTÁS LEYENDO
PROHIBIDO tener citas
Novela JuvenilAbigail está cansada de que cada semana haya una nueva chica llorando porque Axel Cruz le rompió el corazón. Las cosas cambian un día en que la vida le da la oportunidad perfecta para vengarse. A cambio de que ella no revele su secreto, Axel tien...