Capitulo 8

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Esa noche, junto al fuego, Marina me explicó la historia de Jose y del palacete de Sarriá. Jose Gómez había nacido en el seno de una familia adinerada perteneciente a la floreciente burguesía catalana de la época. A la dinastía Blau no le faltaban el palco en el Liceo, la colonia industrial a orillas del río Segre ni algún que otro escándalo de sociedad. Se rumoreaba que el pequeño Jose no era hijo del gran patriarca Blau, sino fruto de los amores ilícitos entre su madre, Lucia, y un pintoresco individuo llamado Antonio Sanchez. Sanchez era, por este orden, libertino, retratista. Escandalizaba a las gentes de buen nombre al tiempo que inmortalizaba sus palmitos al óleo a precios astronómicos. Sea cual fuese la verdad, lo cierto es que Jose no guardaba parecido ni físico ni de carácter con miembro alguno de la familia. Su único interés era la pintura, el dibujo, lo cual a todo el mundo le resultó sospechoso. Especialmente a su padre titular.

Llegado su dieciséis cumpleaños, su padre le anunció que no había lugar para vagos ni holgazanes en la familia. De persistir en sus intenciones de « ser artista» , le iba a meter a trabajar en la fábrica como mozo o picapedrero, en la legión o en cualquier otra institución que contribuyese a fortalecer su carácter y a hacer de él un hombre de provecho. Jose optó por huir de casa, adonde regresó de la mano de la benemérita veinticuatro horas después.

Su progenitor, desesperado y decepcionado con aquel primogénito, optó por pasar sus esperanzas a su segundo hijo, Ramón, que se desvivía por aprender el negocio textil y mostraba más disposición a continuar la tradición familiar.Temiendo por su futuro económico, el viejo Blau puso a nombre de Jose el palacete de Sarriá, que llevaba años semi abandonado. « Aunque nos avergüences a todos, no he trabajado yo como un esclavo para que un hijo mío se quede en la calle» , le dijo. La mansión había sido en su día una de las más celebradas por las gentes de copete y carruaje, pero nadie se ocupaba ya de ella.Estaba maldita. De hecho, se decía que los encuentros secretos entre Lucia y el libertino Sanchez habían tenido por escenario dicho lugar. De ese modo, por ironías del destino, la casa pasó a manos de Jose. Poco después, con el apoyo clandestino de su madre, Jose se convirtió en aprendiz del mismísimo Antonio Sanchez. El primer día, Sanchez lo miró fijamente a los ojos y pronunció estas palabras:

—Uno, yo no soy tu padre y no conozco a tu madre más que de vista. Dos, la vida del artista es una vida de riesgo, incertidumbre y, casi siempre, de pobreza. No se escoge; ella lo escoge a uno. Si tienes dudas respecto a cualquiera de estos dos puntos, más vale que salgas por esa puerta ahora mismo.

Jose se quedó.

Los años de aprendizaje con Antonio Sanchez fueron para Jose un salto a otro mundo. Por primera vez descubrió que alguien creía en él, en su talento y en sus posibilidades de llegar a ser algo más que una pálida copia de su padre. Se sintió otra persona. En seis meses aprendió y mejoró más que en los años anteriores de su vida.

Sanchez era un hombre extravagante y generoso, amante de las exquisiteces del mundo. Sólo pintaba de noche y, aunque no era bien parecido (el único parecido que tenía era con un oso), se le podía considerar un auténtico rompecorazones, dotado de un extraño poder de seducción que manejaba casi mejor que el pincel.

Modelos que quitaban la respiración y señoras de la alta sociedad desfilaban por el estudio deseando posar para él y, según sospechaba Jose, algo más.

Sanchez sabía de vinos, de poetas, de ciudades legendarias y de técnicas de acrobacia amorosa importadas de Bombay. Había vivido intensamente sus cuarenta y siete años. Siempre decía que los seres humanos dejaban pasar la existencia como si fueran a vivir para siempre y que ésa era su perdición. Se reía de la vida y de la muerte, de lo divino y lo humano. Cocinaba mejor que los grandes chefs de la guía Michelin y comía por todos ellos. Durante el tiempo que pasó a su lado, Sanchez se convirtió en su maestro y su mejor amigo. Jose siempre supo que lo que había llegado a ser en su vida, como hombre y como pintor, se lo debía a Antonio Sanchez. Sanchez era uno de los pocos privilegiados que conocía el secreto de la luz.

~ Malú ~Donde viven las historias. Descúbrelo ahora