Capitulo 12

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Pasé la noche en vela, dándole vueltas al relato que Sentís me había explicado. Releí la noticia de su muerte una y otra vez, esperando encontrar en ella alguna clave secreta entre los puntos y las comas. El anciano me había ocultado que él era el socio de Kolvenik en la Velo-Granell. Si el resto de su historia era consistente, supuse que Sentís debía de haber sido el hijo del fundador de la empresa, el hijo que había heredado el cincuenta por ciento de las acciones de la compañía al ser nombrado Kolvenik director general. Esta revelación cambiaba todas las piezas del rompecabezas de lugar. Si Sentís me había mentido en ese punto, podía haberme mentido en todo lo demás. La luz del día me sorprendió intentando dilucidar qué significado tenían la historia y su desenlace.

Ese mismo martes me escabullí durante la pausa del mediodía para encontrarme con Malú. Ella, que parecía haberme leído el pensamiento una vez más, esperaba en el jardín con una copia del diario del día anterior en las manos. Una simple mirada me bastó para saber que ya había leído la noticia de la muerte de Sentís.

—Ese hombre te mintió...

—Y ahora está muerto.

Malú echó un vistazo hacia la casa, como si temiese que Jose pudiese oírnos.

—Mejor será que vayamos a dar una vuelta —propuso.

Acepté, aunque tenía que volver a clase en menos de media hora. Nuestros pasos nos dirigieron hacia el parque de Santa Amelia, en la frontera con el barrio de Pedralbes. Una mansión restaurada recientemente como centro cívico se alzaba en el corazón del parque. Uno de los antiguos salones albergaba ahora una cafetería. Nos sentamos a una mesa junto a un amplio ventanal. Malú leyó en voz alta la noticia que yo casi era capaz de recitar de memoria.

—No dice en ningún sitio que hay a sido un asesinato —aventuró Malú, con poca convicción.

—Ni falta que hace. Un hombre que ha vivido recluido durante veinte años aparece muerto en las alcantarillas, donde alguien se ha entretenido en quitarle las dos manos, de propina, antes de abandonar el cuerpo...

—De acuerdo. Es un asesinato.

—Es más que un asesinato —dije, con los nervios de punta—. ¿Qué hacía Sentís en un túnel abandonado de las alcantarillas en mitad de la noche?

Un camarero que secaba vasos aburrido tras la barra nos escuchaba.

—Baja la voz —susurró Malú.

Asentí y traté de calmarme.

—Tal vez deberíamos ir a la policía y explicar lo que sabemos —apuntó Malú.

—Pero no sabemos nada —objeté.

—Sabemos algo más que ellos, probablemente. Hace una semana una misteriosa mujer te hace llegar una tarjeta con la dirección de Sentís y el símbolo de la mariposa negra. Tú visitas a Sentís, quien dice no saber nada del asunto, pero te explica una extraña historia sobre Mijail Kolvenik y la empresa Velo-Granell, envuelta en turbios asuntos cuarenta años atrás. Por algún motivo olvida decirte que él formó parte de esa historia, que de hecho él era el hijo del socio fundador, el hombre para quien ese tal Kolvenik creó dos manos artificiales tras un accidente en la factoría... Siete días más tarde, Sentís aparece muerto en las cloacas...

—Sin las manos ortopédicas... —añadí, recordando que Sentís se había mostrado reticente a estrecharme la mano al recibirme.

Al pensar en su mano rígida, sentí un escalofrío.

—Por alguna razón, cuando entramos en aquel invernadero nos cruzamos en el camino de algo—dije, tratando de poner orden en mi mente—, y ahora hemos pasado a formar parte de ello. La mujer de negro acudió a mí con esa tarjeta...

~ Malú ~Donde viven las historias. Descúbrelo ahora