IV. Tuya

189 47 25
                                    

Para el sueño de anoche (y todas mis noches).

Y lo deseo tanto, con toda el alma.

Muerdo mis labios para ahogar tu nombre en mi garganta, y evito cerrar los ojos para no ver tu rostro en ese sueño de volverte a sentir. En verdad lo quiero, desde lo más profundo de mi ser.

Pero no puedo, y no quiero quererlo. Y es que los recuerdos atraviesan. Están las guerras entre la razón y el corazón. Sigue débil mi semblante. Mis manos están frías de tan solitario invierno. Seria y triste, camino entre la nieve esperando una respuesta.

¿Y si pudiera olvidar?

Olvidarte.

Olvidarme.

Perderme.

Y no diré perderte, porque para ser honesta, nunca te tuve. Y aunque nunca fuiste mío, podría jurar que ese brillo era sólo para mí.

Puedo jurarte muchas cosas.

Te juro, que tus ojos son los únicos que me han visto llorar. Tus oídos son los únicos que me han escuchado reír. Tus labios son los únicos que han probado el amargo sabor de mi piel. Fuiste el que me enseñó a amar. Fuiste el primero, y serás el último en tomar mis caderas, porque sólo tus manos encajan en ellas. Tu aroma será el único que logre endulzar mis narices. Y tu magnética respiración, esa que solía rozar mi cuello, será la única brisa que logre calmar mi ansiedad. Serás el único que logre calentar mis mejillas, que logre derretir mi orgullo.

Serás el único que pueda hacerme temblar. Por los siglos de los siglos.

:

PDAPDonde viven las historias. Descúbrelo ahora