PDAP

X. Libres

De esa joven que derribaba paredes sin siquiera usar fuerza.

De ese hombre que quería morir, y esa chica que daría todo por vivir un día más.

De ese enfermo muy débil para levantarse, y ese joven que daría todo por no tener que levantarse otra vez.

De esa chica que no quiere volver a comer, y esa niña que daría todo por poder probar un solo bocado de aquello que la otra deshecha.

Del hombre que sufre de amor, y el otro que daría todo por enamorarse de verdad.

De todos los que no quieren ser nada, y son mucho, así como aquellos que quieren ser mucho, pero les falta.

Porque a ellos está dedicada mi vida; de ellos tejo sueños y cuentos, y sobre ellos leo cada día. Con ellos y por ellos despierto, aunque algunos no quieran que despierte. Con ellos y por ellos respiro, aunque a veces yo no quiera respirar.

Y aunque estoy escribiendo esto, pensando que este papel es mío; que estos pensamientos mi autoría llevan, que de mi tinta salpico un escritorio, que al cabo también es mío... Nada nos pertenece, más que la muerte.

Y la vida, tortuosa.

Y el adiós, liberador.

¿Pero de qué nos despedimos?  ¿De qué nos liberamos? ¿Qué es lo que nos atrapa?

¿De qué queremos escapar?

Y aunque hay variedad de respuestas, todo está resumido en el sentir de una decepción más profunda que una simple lágrima, pues nos ahogamos en la tormenta de un día que ni siquiera pedimos vivir. Porque ese beso que se hizo llamar regalo, es la condena de aquel que ya descubrió que no fue, no es, y no será ningún beneficio. Ninguna virtud. Ninguna motivación, y si lo es, será para irnos.

Irnos y no volver. Perder la conciencia, de la misma forma que perdimos la cordura.

Es el razonamiento de un ser que ya no quiere mentirse a sí mismo. El que no tiene que usar anteojos para ver que no hay nada más que ver, más que el negro. El negro de un abismo.