¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
{}
Justin se movía de un lado a otro tratando de reconciliar el sueño. Volteó a su derecha y pudo contemplar a su pequeña durmiendo profundamente.
Era la primera noche que pasaba a su lado después de tanto tiempo.
Sonrió. Era tan bella, tan perfecta para él. Se sentía tan afortunado de que fuera solo suya, de su propiedad.
Acarició con la yema de su dedo la mejilla rozada de su amada suavemente, tratando de no despertarla.
Rato después paró de hacer ese movimiento, y se dispuso a tratar de dormir de nuevo.
Los segundos pasaban.
Tic, toc.
Tic, toc.
Tic, toc.
Tic, toc.
Justin volvió a abrir los ojos y miró el reloj rústico que colgaba de la pared oscura de aquella habitación.
Exactamente los números marcaban esa hora que hacía temblar a cualquiera. Esa hora que decían que era maldita. La hora de los demonios.
3:03 a.m.
Justin trató de cerrar rápidamente sus ojos, ignorando el hecho de que había visto la hora indicada en el reloj.
Pero sabía que era demasiado tarde.
≪Viólala≫
Justin inmediatamente llevo sus manos a sus oídos, tratando de no escuchar pero eso era imposible.
Como lo había dicho antes, una vez que aparece esa voz, no se irá hasta que cumplas su mandato.
≪Hazlo≫
Desesperado por los zumbidos en su mente, tomo la almohada en la que se recostaba minutos antes y escondió su rostro debajo de ella. Quería ignorar a la voz, quería que desapareciera.
—Déjame dormir tranquilo —susurró mientras cerraba los ojos de una manera exagerada.
≪Es la última vez que te despierto a esta hora. La tercera es la vencida≫
Cuando Justin tenía once años, sucedió algo escalofriante una madrugada cuando el dormía profundamente. Todo comenzó cuando una pesadilla se hizo presente en su sueño.
