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Chloe se encontraba acostada totalmente de espaldas en una pequeña camilla que Justin había llevado al sótano.
Eran las típicas que usaban en los manicomios.
Estaba atada de los cuatro extremos incapaz de poder provocar algún movimiento.
Sabía que su fin estaba por venir. La poca esperanza que quedaba en ella de escapar de ahí y volver con su verdadero esposo se había esfumado por completo. Nada ni nadie la salvaría esta vez. Mike ya no estaba para ser su héroe y pelear contra la bestia de Justin.
Ahora realmente estaba sola, desnutrida, herida, violada, golpeada, sin dedos y próximamente muerta.
¿Y si Jacob aparece?, pensó.
No Chloe, en esta ocasión realmente nadie vendrá por ti.
Justin la miraba serio. Dudaba si hacerlo o no, pero definitivamente se iría por la segunda opción.
Él se había cansado de ella, no en el aspecto de aburrimiento, si no, que se había dado por vencido. Cayó en cuenta que Chloe jamás lo amaría de la forma que Justin lo hacía con ella. Se había cansado de dar lo mejor de él y ser rechazado de la misma forma que todas las personas a su alrededor lo hacían con él.
Por qué era así, Justin siempre fue el bicho raro. Desde su niñez hasta ahora de adulto.
Sus amiguitos del jardín de niños no lo querían haciéndolo a un lado, no le permitían jugar con ellos, ni siquiera intercambiar palabras.
Siempre fue víctima de bullying desde pequeño.
Después llegó su esquizofrenia, llevándolo por fin a la perdición, y desde ahí, su vida dio un giro. Un giro para mal. Convirtiéndolo en la famosa sádica Bestia.
Ya no le importaba quedarse solo, total él sabía que su destino ya estaba escrito y no podía cambiarlo, aun que lo intentara millones de veces.
Por su parte Chloe, en algún momento de su secuestro, intentó amarlo. Darle ese amor y cariño que jamás nadie pudo otorgarle. Y si llegó a pensar que estaba enamorada de él, pero lamentablemente solo eran los trastornos por los que estaba sufriendo.
Ella nunca podía llegar a quererlo... Aún.
Pero ya era demasiado tarde. Su tiempo había acabado y su vida también.
