Capítulo seis

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Corro de vuelta a la casa de mi madre; casi se me olvidaba algo

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Corro de vuelta a la casa de mi madre; casi se me olvidaba algo. Entro a mi habitación y lo tomo, me desabrocho dos botones de la camisa del colegio y me coloco el collar en mi cuello.

Gabriel tenía razón, ese pequeño dije plateado se ve muy bien en mi cuello.

Salgo a trote de nuevo hacia la parada de bus. Aquí no puedo irme caminando al colegio y tampoco tengo a algún Monserrate que me lleve. Aquí, si el autobús se va, me toca tomar el metro y no llegar a la primera y segunda clase.

Por suerte, cuando llego a la parada, todavía no ha pasado el transporte del colegio.

Sentado en el suelo visualizo unos cabellos rubios. Salto en mi lugar por la alegría y corro hacia él.

—Tomy, Tomy —chillo atrayendo la atención de algunos compañeros.

Tomás o Tomy, como lo llamo por cariño, es mi mejor amigo desde... Bueno, desde que tengo uso de razón. Es un chico de cabello dorados, ojos azules y piel bronceada. Y gay. Sí, Tomás es gay y el mejor amigo del mundo.

—Oye, todavía me duelen las costillas —se queja y hace una dramática mueca de dolor.

—¡¿Qué costillas?! Tú tenías era sarampión —replico y él solo se encoje de hombros.

—Hay que ponerle drama al asunto —Finaliza dándome un leve golpe en la nariz con su dedo.

Dejamos de hablar porqué el autobús llega. Nos montamos y nos sentamos juntos. Durante los cincuenta minutos de camino, le cuento sobre la propuesta de Gabriel y nuestros encuentros, que no tienen nada de especial, pero que casi lo dejan sin aliento.

—Oh mi madre, te besó en el cuello... ¡Que rico y excitante! —brama en voz alta, atrayendo la atención de varias personas y provocando que mis mejillas se pongan como un tomate.

—¡Cállate! —le pido cubriendo mi rostro.

—Pajarito, no paraste de hablar de él cuando lo conociste, lo recuerdo. Y ahora te haces la dura cuando trata de conquistarte... Pájaro estúpido —comenta.

Lo fulmino con la mirada y agradezco que ya llegamos a nuestro destino.

Recuerdo que sí, le hablé mucho de Gabriel a Tomás; le comenté hasta el mínimo detalle, también recuerdo que no dormí por dos noches pensando en la última palabra que pronunció cuando se despidió la primera noche que hablamos.

«Espero volver a verla.»

Ay Gabriel, amé esas palabras.

Convénceme ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora