Capítulo veinticuatro

7.8K 477 84
                                    

Capítulo 24

Los pequeños y afilados ojos verdes del hombre que está parado en la puerta, me notan por primera vez. Su cabello es canoso y su boca está fruncida, como si hubiera probado un agrio limón hace pocos segundos. Me mira, me fulmina, me culpa. ¿Quién es ese hombre que parece una serpiente?

—Gaby, que placer encontrarte —Su voz con acento francés expresa que no, no es un placer.

¿Porqué Gabriel no reacciona? Solo está parado delante de él con rostro inexpresivo y hombros erguidos, en guardia.

—Lamento no poder decir lo mismo, señor Le Barnett —Se nota el odio en la voz del árabe, odio real y palpable.

Me siento perdida.

—Disculpen por interrumpir... —Me atrevo a decir.

—La amante de Gaby, habla. Pensé que solo abrían la boca para gritar su nombre o para decir la cantidad de dinero que necesitan —brama el señor Le Barnett con sorna.

Frunzo el ceño y le lanzo una mirada al árabe, pero él solo aprieta los puños.

—Ella no es mi amante. Es mi pareja —dice el castaño con voz como la seda pero con una mirada amenazante.

¿Pareja? ¿Eso es sinónimo de novia?

—Esa información será muy interesante para el juez —Al terminar esa corta oración, los puños de Gabriel se aflojan—. Puede ser este tipo de prueba la que te dejen sin nada.

Okey, en definitiva no sé que pasa aquí y porqué ese hombre se toma la confianza de tratarnos así.

—Lárgate. No pienso hablar contigo ni con tu hija... —declara el de ojos grises, pero es interrumpido a mitad del discurso.

—Qué mal, Jham, yo sí quiero hablar contigo —Todos desviamos la mirada hacía la mujer que acaba de hablar y llegar.

Su cara es demasiado fina, huesuda, con una piel pálida casi traslucida y enferma. Sus grandes ojos verdes me ven con detenimiento y su cabello, que se muestra debajo de un gorro, se ve resquebrado y sin vida.

—Ha empeorado, Jham, no era mentira como creías —habla observando a Gabriel.

Estoy sobrando. Siendo sincera me siento como Dora la exploradora.

Unos brazos se ciñen en mi cintura y eso arrancar mi mirada de esa mujer. Observo a un lado y me encuentro con Gabriel, sosteniéndome de manera protectora y delicada.

—Espéreme en el auto, dentro de unos minutos estaré con usted —susurra con suavidad y cierta desesperación a mi oído.

—No. Yo me voy. Adiós —me despido y me suelto de Gabriel.

Paso por un lado de la chica al salir y puedo sentir una suave fragancia a canela y vainilla. Canela; frunzo los labios y termino por alejarme de esa extraña escena.

Gabriel no me sigue y eso causa una dolorosa presión en mi pecho, como sí me fueran empujado al borde de un abismo. ¿Decepción? Puede ser. ¿Celos? Qué es eso. Igual, ¿por qué me tendría que seguir? El pobre hombre está ocupado con esas personas.

Convénceme ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora