Capítulo ocho

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Salgo a desayunar, mis pasos son lentos y mi estómago ruge para que coma ya

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Salgo a desayunar, mis pasos son lentos y mi estómago ruge para que coma ya. Mi madre se gira a observame un momento y luego sigue cocinando la tocineta y los huevos fritos. Me dejo caer sobre la silla, bostezo y una pequeña lagrima sale de mi ojo izquierdo.

Anoche no dormí nada.

Tengo sueño.

¡Odio los lunes!

Los ojos se me cierran solos y casi creo quedarme dormida sentada, pero un estornudo me trae de vuelta al mundo. Busco con rapidez mi pañuelo y como no lo consigo opto por una servilleta.

No me gusta estar resfriada.

Mi mamá deja sobre la mesa mi comida y yo comienzo a comer; estoy hambrienta. Luego vuelve y me entrega un pañuelo, gracias al cielo porqué esa servilleta no ayuda mucho, y también me da un antialérgico.

Ya son seis días con gripe, exactamente, desde el martes pasado cuando me moje en la lluvia de camino a mi casa, después de comer helado con Luciano.

A Gabriel se lo trago algún país de la Unión Europa, porqué está más desaparecido que los dinosaurios.

Me levanto con pereza y voy a la puerta, antes de abrirla me despido de mi madre; después salgo a la calle. El frío matutino golpea mi cuerpo y yo siento que me congelo.

Espero no tener fiebre...

Cuando llego a la parada, noto lo temprano que es: porqué solo hay tres personas, entre ellas, un estudiante de mi instituto. Refunfuño, luego me siento en el suelo y abrazo mi cuerpo, al mismo tiempo que cierro los párpados.

Minutos después, unos brazos me abrazan, haciendo que dé un salto.

—Hola pajarito —saluda mi mejor amigo y me ve con una radiante sonrisa.

—Tomy —Logro hablar, el resfriado me tiene afónica.

El rubio hace una mueca de preocupación y pone sus manos sobre mis hombros.

—Tienes voz de minino recién nacido y tú eres un pajarillo, o sea, que estamos en problemas —No le presto atención a su comentario y me lanzo a sus brazos.

¡Me siento terriblemente mal!

Cierro los ojos y apoyo la mejilla en el pecho de Tomás, él me apretá más contra él y besa mi frente.

—Creo que deberías voltear —murmura el de ojos azules en mi oído.

Niego con la cabeza y hago un extraño sonido que debería ser una negación. El calor de la persona que me abraza es muy atrapante.

Convénceme ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora