Me remuevo entre las sábanas, buscando hacer un buen lugar donde descansar por unas horas; pero no puedo. No puedo relajarme; no después de ver a un hombre tan fuerte y se puede decir que hasta frívolo en una condición tan vulnerable, me encuentro tensa, solo deseo saber que le sucedió a Gabriel.
Me siento sobre la cama y suelto un largo resoplido. Sí tan solo tuviera su número celular... Parpadeo varias veces, ante la idea que se me ha ocurrido.
Me pongo de pie de un salto. Me arreglo un poco el cabello, sin nada de éxito. Y luego acomodo mi bella camisa de algodón que me sirve como pijama; amo los dibujos de llamas en el conjunto de ropa que uso, en estos momentos, para dormir.
Espero que mi padre siga despierto.
Bajo las escaleras hasta la sala, pero me detengo al escuchar la risa nerviosa de Natalia. Arrugo la nariz; no quiero encontrarme con una escena que me pueda traumar. Sin más, doy la vuelta y regreso a mi habitación.
No obstante, la idea de conseguir el número de teléfono del árabe, persiste; doy vueltas y vueltas sobre el colchón hasta que me siento tan incómoda que me tengo que levantar.
Sin quererlo, comienzo a morder mis uñas, cuando lo noto, dejo de hacerlo de inmediato. Gruño y vuelvo a salir de mi alcoba. Ahora las risas, que no solo son de Natalia sino también de mi padre, provienen de la cocina. Con la vista busco sobre las mesas o sobre cualquier lugar, el celular de mi padre. Lo veo sobre su sillón favorito. Voy hacía él, en ese momento las risas paran y se vuelven susurros. Mi estómago se contrae, jamás me han gustado ese tipo de escenas y muchos menos si involucran a alguno de mis progenitores. Las risas vuelven con más fuerza y de repente, haciéndome dar un salto y provocando que el móvil de mi padre caiga al suelo.
Lo recojo con rapidez y lo desbloqueo. La clave sigue siendo la fecha de mi cumpleaños, junto con la fecha de la boda con Natalia. Busco en los contacto por la eme, anoto el número de Gabriel en mi teléfono y aprovecho y también extraigo el número de celular de Luciano.
Corro devuelta a mi dormitorio, me siento en la silla de mi computador y, sin pensarlo mucho, le marco al magnate. No contesta. Decepcionada le escribo un mensaje diciéndole que este es mi número; luego de veinte minutos sin respuestas, me acuesto a dormir.
(...)
Me despierto de un salto. ¡La alarma ya sonó! Desesperada reviso la hora. Las seis y cincuenta. Dios, tenía que despertarme hace cincuenta minutos, pero no, decidí desactivar la alarma y volver a dormir.
Corro al baño y me ducho tan rápido que casi no me da tiempo de quitarme el jabón del cuerpo. Luego salgo a trote después de vestirme. Ya en la planta baja, veo mi desayuno sobre la mesa, lo ignoro y tomo una pera, ya estoy cansada de comer manzanas.
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Convénceme ©
RomanceAntes llamada, ¡Contigo no! Gabriel Monserrate es un hombre reservado y frío, que está cansado de su monótona, gris y adinerada vida. Él, lo tiene todo, pero quiere más. Quiere algo nuevo que poder comprar, y no le importa el precio o lo que ten...