Capítulo 1

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《Pasteles y golosinas

Ser despreciado por varios chicos de tu edad, incluso algunos que decían ser tus amigos es algo que fácilmente puede destruirte, sobre todo porque te das cuenta que no estás solo ahora, sino que siempre lo estuviste.

Para alguien cómo yo, un hombre de veintitrés años es realmente difícil decir esto, pues es algo que tienes que dar por hecho, pero cometí el error de no hacer caso a esas palabras y confié ciegamente en gente falsa. Perdí a mi familia y solo tenía a mis amigos, pero el día en que ellos se enteraron de mi secreto, me hicieron muchas cosas malas que jamás podré olvidar.

Soy gay y ellos homofobicos. Debí suponer que todo terminaría mal.

-¿Paul? ¡¿Eres tú?!- subí la mirada, había entrado en la pastelería en la que trabajé antes de mi depresión.

-Hola Brian.-  saludé sin muchos ánimos a mi ex jefe.

-No puedo creerlo, no te veo desde hace dos meses.- dijo notablemente sorprendido, mirándome de pies a cabeza -Por un momento pensé que habías muerto.

-Tengo algo que pedirte, Brian.- hablé ignorando su último comentario.

-Claro, vamos a mi oficina.

Caminé con él hasta la parte trasera, la verdad se notaba a leguas que mi estado de ánimo era realmente bajo, pero intenté disimularlo.

-¿Y bien, qué es lo que quieres hablar?

-Sé que dejé el trabajo de forma repentina, hace dos meses y cuatro días, pero... me preguntaba si podría volver a trabajar aquí.

Me miró sorprendido, al parecer analizando lo que le acababa de decir. Finalmente sonrió.

-Eso no tienes ni que pedirlo, Paul. Por supuesto que si.

Sonreí. Brian Epstein es cómo un padre para mí, aunque él no lo sabe.

-Tenemos un nuevo empleado que debes conocer, es muy simpático.- me guió hasta la cocina, en dónde había un chico de baja estatura, metiendo una bandeja llena de galletas al horno.

-¿Y Pete?- pregunté en voz baja.

-Bueno... tuve que despedirlo.- carraspeó y el chico volteó, dejando ver una exagerada nariz y dos orbes azules muy llamativas -Paul, él es Richard Starkey, pero prefiere ser llamado Ringo, Dios sabrá porqué.

-Mucho gusto, soy Paul McCartney.- me presenté sin hacer el típico apretón de manos.

-Ringo Starr.- me sonrió.

-Ringo, Paul ya había trabajo aquí, así que no tendrás problema con él. Él comenzará a trabajar...

-Hoy mismo.- interrumpí.

-Oh, bueno... desde hoy mismo.- dijo finalmente Epstein -Ahora los dejo, tengo recetas que escribir.

Brian se fue y Ringo volvió a hablar:

-Bueno, a pesar de que no es tu primera vez en éste trabajo, supongo no sabes de los arreglos.

-¿Arreglos? No. - negué.

-Si, Brian decidió comenzar a hacer galletas y otros dulces además de pasteles, todo después de que cerrara nuestra competencia.

-¿Sweet Tea?- asintió.

-Eso ha subido nuestras ventas.

En ese momento sonó la campanilla de la puerta, advirtiendo de la presencia de un cliente.

-¿Puedes ir? Yo iré a ver las galletas.

-Claro.- respondí; antes de salir de la cocina me quité mi chaqueta, quedando solo con mi suéter cuello de tortuga color negro, me coloqué un delantal azul oscuro y salí -Buenas tardes, ¿qué desea llevar?- dije cortés.

Un chico delgado, de cejas espesas y cabello castaño oscuro miraba detenidamente todos los tipos de pastelillos, donas y galletas que estaban en el mostrador, todos estaban frescos, por supuesto.

Pasó un largo tiempo en el que aquel chico solo se dedicaba a mirar las golosinas, su silencio me incomodaba y el hecho de que no se decidiera nunca me desesperaba. Nunca me había ocurrido esto con un cliente.

-¿Vas a pedir algo o no?- dije ya cansado; estar tantos días lejos de otro humano me había vuelto algo arisco y había borrado toda pizca de paciencia en mí.

Él se enderezó lentamente, ya que estaba agachado. Su mirada penetrante se clavó en mí.

-¿Y Ringo?- preguntó de repente, ignorando mi pregunta anterior.

-E.. está en la parte de atrás, viendo las galletas.- respondí nervioso gracias a su inquietante mirada.

-Quiero que él me atienda.

¡¿Qué?!

-¿Eh? Pero es que...

-Llámalo.- ordenó volviendo a dirigir su mirada a los pastelillos.

Tragué espeso y asentí.

"El cliente siempre tiene la razón"- me repetí mentalmente y llegué a la cocina, en dónde Ringo adornaba algunas mini donas.

-Ringo, un chico... eh...

-¿Qué pasa Paul?- preguntó alzando la mirada.

-Un chico quiere que tú lo atiendas.

-¿Eh?- me miró extrañado.

-Vé, yo puedo adornar las donas que quedan.- asintió algo confundido y dejó lo que estaba haciendo.
Salió de la cocina y yo comencé a adornar las donas sobrantes.
-Qué tipo más raro.- murmuré después de un largo, pero muy largo lapso de silencio.

-Se llama George, y creo que te odia.-habló Ringo entrando en la cocina, asustandome un poco.

-¿Me odia? Pero si yo no hice nada.-respondí más calmado.

-Lo apresuraste. George odia eso.- habló Ringo, posandose a mi lado.

-Lo conoces muy bien.

-Es nuestro mejor cliente, se ganó ese puesto después de ocho semanas.

-¿Cómo es posible?

-Compra demasiadas cosas. De hecho acaba de llevarse cuatro donas, diez mini donas, dos pasteles de chocolate, un pastelillo de fresa y cinco panqueques.

-Vaya... ¿todo para él?- Ringo asintió -¿Cómo es que no le da diabetes?- fue lo primero que atiné a decir y el ojiazul rió.

-Bueno, me dijo que te diera esto.- dijo entregandome una servilleta de papel doblada, formando un triángulo. 

-¿Qué es?

-No lo sé.- dijo encogiéndose de hombros, yendo a buscar masa para galletas y mientras el pelicastaño hacía esto, yo desdoblé la servilleta.

Cada vez que venga a comprar mis tan preciados pasteles, hazme el favor de desaparecer de la tienda; no quiero ser atendido por alguien tan insensible cómo tú.

-George.

P.D.: Te odio.

¿Qué? ¿Insensible?

Bufé. Genial, ya tenía el odio del mejor cliente, mi regreso a la sociedad no podía ser peor.

Accept me [McHarrison]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora