Capítulo 3

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《Inevitable》

Mientras Ringo ayudaba a Brian a terminar un pastel de fresas, Paul dejaba unos muffins con chispas de chocolate en uno de los mostradores; la verdad estaba feliz con el resultado, por un momento pasó por su mente el haber olvidado todas las recetas que su madre le había enseñado, después de dos meses y un poco más sib repasarlas no sería raro, pero para su sorpresa recordaba todo perfectamente.

La campanilla de la puerta anunció la llegada de un nuevo cliente, Paul cerró el mostrador y se levantó, encontrándose con la fría mirada de Harrison. Se quedaron mirando algunos segundos hasta que Paul se dió la vuelta y caminó hasta el umbral de la cocina.

-Ringo, tienes un cliente.- avisó para luego volver a los mostradores y tomar una charola con pastelillos de plátano rancios. Se adentró en la cocina al mismo tiempo en que Starkey salía de ella.
McCartney había decidido permanecer en el trabajo, pensó en que era una tontería renunciar y encerrarse el la cocina le resultaba inmaduro.

-¿Es Harrison de nuevo?- preguntó Brian con una sonrisa, sin mirar en ningún momento a McCartney, quién avanzó rápidamente hasta un bote de basura y tiró todos los pastelillos dentro.

-Claro que si, si no fuera él yo hubiese atendido.- dijo con el ceño fruncido, mirando los panecillos en la basura.

-Deberías pedirle disculpas.- dijo mientras colocaba crema al biscocho.

-¡Ni siquiera sé qué hice, Brian! Según Ringo fue por apresurarlo y si fue así déjame decir que es un inmaduro.

-Según Ringo es muy simpático.

Bufó-. Da igual.

-Mira, qué te parece si preparas algo para desestrésarte, a tu madre le funcionaba.

-Bien.

Brian y Mary, la madre de Paul habían sido muy buenos amigos, de hecho por el esfuerzo de ambos ahora existía esa pastelería.

-Qué te parece un pie de manzana.- propuso Paul ya más animado, sonriendo para Epstein.

-¡Claro!

-Paul comenzó a tomar los ingredientes, dejándolos en una de las dos mesas que ahí habían. En ese momento entró Ringo.

-¿Ya se fue?- preguntó Brian.

-Sip. Ésta vez llevó muchas cosas.- respondió el ojiazul, comenzando a enumerar todo lo pedido por George.

Paul en ningún momento puso atención, no era necesario, puesto que Richard todos los días enumeraba lo que compraba el menor, así que Paul ya se sabía de memoria los postres favoritos del chico.

Se golpeó mentalmente por saberlos, pero era inevitable, Ringo todos los días los decía.

Era inevitable.

* * * * * *

De camino a casa, McCartney iba con lentitud, no tenía muchas ganas de volver a ese lugar frío y oscuro al cuál llamaba hogar, una casa desordenada y carente de vida. Amaba estar rodeado de el aroma dulce de la pastelería, de las risas de Ringo y la compañía de Brian.
Suspiró removiendose bajo el abrigo negro.

La que era su adorada casa había dejado de serlo aquel día en que su madre murió, dejándolo solo. Por ese tiempo supuso que podría rescatar la poca vida que quedaba en la casa, pero eso no fue posible. Lo peor era que en aquella casa habían ocurrido más cosas posterior a la muerte de su madre, cosas que recordaba cada noche antes de dormir o apenas pisaba dentro de la vivienda.

Un horrible mareo le invadió, se apoyó sobre una pared de cemento; había comenzado a sudar frío, los recuerdos lo invadían. Sus ojos se humedecieron.

"-Solo eres un maldito marica".

Tragó espeso, sacudiendo su cabeza para olvidarlo. Su cuerpo había comenzado a temblar de forma frenética.

"-Para ti no hay cura".

"-Maldito enfermo".

"-Me das asco".

Todas esas frases venían con un doloroso recuerdo para él, recuerdos dañinos que lo llevaron a la depresión.

-¿Estás bien?- aquella voz junto al tacto sobre su hombro lo devolvió a la realidad.

Inhaló de forma brusca, miró a la persona que estaba frente a él.

-¿Harrison...?- después de unos largos segundos en los que solo miró los oscuros ojos de George, limpió sus lágrimas y tanto él cómo el menor se levantaron del suelo. Paul no recordaba haber caído al suelo, pero cuándo tenía sus ataques de pánico solía olvidar lo que ocurría a su alrededor mientras que en su mente todo era una tormenta de cosas malas.
-Yo... gracias.- dijo rápidamente y comenzó a caminar hacia su casa, porque muy a su pesar, debía volver.

George se quedó ahí, parado en medio de la oscura noche, mirando en la dirección que se había ido McCartney.

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Lo admito, mucha inspiración no tenía.

Accept me [McHarrison]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora