Capítulo 2

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Ley de hielo, dulzura

Podía escuchar la voz grave del doctor al otro lado de la puerta, hablando con una de las enfermeras; mi cuerpo entero dolía, en algunas partes sentía ardor y se me dificultaba respirar.

-Joven McCartney.- dijo aquel hombre al entrar en la blanca habitación de hospital. Dirigí mi mirada hacia él, me sentía débil y solo quería acabar con el dolor en mis extremidades -¿Recuerda qué fue lo que le ocurrió? -ya era la tercera vez que escuchaba esa pregunta.

Negué. No es que no lo recordara, más bien no quería hacerlo.

-Necesito que me diga si recuerda algo, estuvo a punto de morir, esto es muy serio.

-Lo siento, yo... no.

* * * * * *

Mientras miraba las galletas de mantequilla en el horno, Ringo preparaba merengue, batiendo el huevo y azúcar con mucha fuerza, apenas había comenzado a hacerlo, así que le llevaría un rato para que el merengue estuviese listo, Brian también estaba ahí, preparando un pastel bastante pequeño que encargó una anciana.

-¿Por qué te haces llamar Ringo Starr y no por tu verdadero nombre?- pregunté alejándome del horno para tomar unos pastelillos y comenzar a acomodarlos en una bandeja que iría a parar al mostrador.

-Mi padre era Richard Starkey, yo soy Ringo Starr. Puede que no sea la mejor explicación, pero simplemente me parece más cómodo.

-Te entiendo, o por lo menos creo hacerlo.- reí.

-¿Puedo preguntarte algo yo?

-Claro.

-¿Por qué abandonaste el trabajo?

-Ah, yo... - miré a Brian, éste no había apartado la mirada del biscocho que había comenzado a cubrir con crema y trozos de fresa; Brian parecía estar ignorando mi conversación con Ringo, pero no era así, Brian podía fingir demencia con mucha profesionalidad- Tuve problemas, muy personales.- respondí desviando la mirada, posandola en los pastelillos; la bandeja ya estaba lista, así que la tomé con ambas manos y fui a uno de los mostradores.
Mientras acomodaba la bandeja entre las otras tantas del mostrador, una silueta apareció del otro lado del cristal, dejé lo que hacía y rápidamente me levanté para atender al cliente que había llegado se forma muy sigilosa, pero "mi sonrisa de trabajador" se borró más rápido de lo que apareció.

George.

Me miraba de forma amenazante, podía sentir el filo de su mirada sobre mí, abrió la boca solo un poco, cómo queriendo articular alguna palabra que se negaba a salir, entonces abrió más la boca.

-¿¡Hay alguien aquí!?- gritó mirando la puerta que daba a la cocina en dónde estaban el ojiazul y el judío.

Miré a George con ira, estaba justo frente a él, sin nada qué hacer. Al parecer realmente había dado una mala primera impresión.

Ringo se asomó por el umbral de la puerta y al ver a George caminó veloz hacia el mostrador y en dónde también estaba la caja.

-¿Qué desea llevar?

-Mm...- el cejón comenzó a mirar los diferentes pasteles, pensando en cuál escoger.

-¿Acaso es la ley de hielo?- me susurró Ringo.

-Pfft. Yo que sé... iré a preparar los scones.- caminé hacia la cocina y ahí estaba Epstein, mirándome divertido.

-¿Acaso un cliente acaba de ignorar tu presencia?- preguntó burlón, limpiando sus manos en el delantal.

-¿Qué dices? Claro que no.- respondí orgulloso, comenzando a caminar, chocando ligeramente mi brazo con su codo.

-Es una lástima que te odie.

-¿Por qué lo dices?- volteé arqueando una ceja.

-Lo digo porque es nuestro mejor cliente y porque en algunas ocasiones viene tres veces al día, si es que no más.

Hice una expresión de disgusto, ¡Ya ni podré ir al mostrador!

-La verdad no me gustaría cruzarme con él ni aquí en el trabajo.

El mayor soltó una carcajada, pequeña, pero sonora. ¿Qué es lo que le da tanta risa?

Bufé cansado y me dispuse a preparar los scones, sin embargo, en ningún momento dejé de decir cosas entre dientes, haciendo reír a Brian y a Rings.

* * * * * *

Por suerte después de eso George no volvió a presentarse en la tienda, así que pude atender a otros clientes con mayor comodidad, solo él me daba problemas; sin embargo, el resto de los días cuándo él venía, siempre ignoraba mi presencia, pero si llegábamos a cruzar miradas me daba una de intenso odio. Su mirada es tan potente que me provoca escalofríos.

¿Esto irá a cambiar? Debería pensar en encerrarme en la cocina o cambiar de trabajo.

Accept me [McHarrison]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora