Capítulo 4

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《Vé a dormir》

-¿Qué te pasó, Paul?- preguntó Epstein, sorprendido. Apenas Paul había entrado en la cocina desde la puerta trasera, la jornada acababa de comenzar y McCartney parecía un muerto en vida.

-No pude dormir.- dijo restregandose los ojos y dando un pequeño bostezo. La noche anterior, Paul no pudo pegar un ojo gracias a sus malos recuerdos en aquella casa, su hogar.

-¿Crees que podrás trabajar?

-Claro que si, no es nada.- se quitó la chaqueta negra y se colocó el delantal negro. Brian no creía en ninguna palabra del menor, las ojeras se lo decían, además el menor lucía pálido.

-Eh, Paul- iba a decirle algo a Paul, sin embargo éste último interrumpió.

-¿Y Ringo?

-Aún no ha llegado.

-Bien, ¿qué quieres que haga?

-Um, puedes ir a los mostradores y ordenar las cosas ahí.

-Oh, claro.- sonrió y dió otro bostezo; finalmente salió hacia la tienda, la cuál ya estaba abierta.

-¡Buenos días!- Richard entró por la puerta trasera, dejando su boina negra en un perchero.

-Buenos días, Ringo.- saludó con una sonrisa el mayor.

-¿Y Paul?

-Ah, está haciendo inventario de los mostradores. Al parecer no durmió lo suficiente.

-¿Por qué lo dices?- preguntó mientras se colocaba el delantal negro, al igual que McCartney.

-Llegó y parecía un cadáver, incluso arrastraba un poco sus pies. Además, se colocó el delantal al revés.

-¿Qué le habrá pasado?

-No lo sé...

Mientras Brian y Ringo hablaban, Paul yacía dormido sobre el cristal de uno de los mostradores, suspirando de vez en cuándo y murmurando cosas sin sentido.

En eso la campanilla sonó, avisando de la llegada de un nuevo cliente, pero ni aquel sonido agudo de la dorada campanilla pudo despertar a Paul.
Aquel cliente se quedó mirando al chico dormido sobre el mostrador, que con su respiración humedecía el cristal, también pudo ver el mostrador abierto y las bandejas con cupcakes y pastelillos estaban algo desordenadas, cómo si las hubiesen colocado ahí de forma rápida o sin cuidado.

El cliente carraspeó.

Paul abrió lentamente los ojos, pero los volvió a cerrar.

El cliente lo movió hasta que el pelinegro abrió los ojos por completo, se enderezó lentamente y el cliente alejó su mano.

-Bu... Buenos días, lamento haber estado dormido, yo...- Paul se fijó en la identidad del cliente -Pero si eres túú.- dijo sonriendo, cualquiera que lo viera diría que está drogado.

George no dijo nada, solo continuó mirándolo, serio.

-Espera, ¿qué hora es?- Paul miró su reloj de muñeca -8 am. No me digas...- inhaló y cerró los ojos, cómo si pensara -Cinco panqueques, dos muffins de chocolate y nueve mini donas. ¿Verdad?

Harrison lo miró sorprendido, no solo porque Paul le hablaba aún con "el acuerdo" en pié, sino que sabía de memoria su desayuno.

-Eh, si.- atinó a decir.

Paul le regaló una pequeña sonrisa, Harrison nunca había visto a Paul hacer una expresión cómo esa, bueno, solo lo había visto enojado, extrañado y ser neutral, pero ninguna de esas expresiones eran agradables, aquella sonrisa era muy bonita.

Accept me [McHarrison]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora