Capítulo 5

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Campanilla》

La sonrisa burlona en el rostro de Ringo le hacía ruborizarse aún más, Paul quería ser tragado por la tierra y ser escupido en un país lejano, la vergüenza no le permitía actuar con normalidad, estaba nervioso de que en cualquier momento Harrison entrara por la puerta haciendo sonar la campanilla.

Cada vez que esa campanilla sonaba, Paul miraba inmediatamente a la puerta, preparado para correr a la cocina y esconderse en el horno.

-Tranquilo, no es él.- decía Ringo, sonriente para tranquilizar a su compañero de trabajo y éste último con algo de duda volvía a lo suyo.

Así pasaron tres días en los que Harrison no se apareció en la pastelería. McCartney ya se había despreocupado un poco, aunque habían perdido a un gran cliente se sentía más tranquilo, posiblemente George se enfermó por comer tanto o quizás solo le incómodo y hasta desagradó el hecho de que Paul supiera de sus compras, a Paul no le extrañaba ésto último y decidió no darle importancia, ya no le importaba el rechazo.

-Paul, iré a botar la basura y aprovecharé de comprar algo que me pidió mi madre. - avisó el ojiazul tomando una bolsa negra, grande y llena de basura.

-Claro, ve.- respondió el más alto, algo distraído,  pues estaba más preocupado en una receta que le dejó Brian.
Ringo tomó su boina y se la colocó para luego salir por la puerta trasera, dejando solo a Paul en la cocina y en la tienda, ya que Brian había ido a hacer una entrega "muy especial" cómo el mayor les decía.

En ese momento, la campanilla de la tienda sonó, provocando que McCartney chasqueara la lengua; salió de la cocina y vió a su cliente, una mujer mayor, de unos cuarenta años miraba con detenimiento los trozos de pie de manzana.

-Buen día, ¿qué desea llevar?- dijo con cortesía.

-Ah, me gustaría llevar dos trozos de pie de manzana.- respondió con voz pomada aquella bella mujer.

-¿En caja?

-Si.

-¿De qué color?- dijo volteando a la gran cantidad de cajas de diversos tamaños en las repisas a sus espaldas.

-Um... ese verde agua es muy lindo.

-Bien.- Paul tomó una caja verde agua de un tamaño pequeño, lo suficiente cómo para que ambos trozos de pie cupieran perfectamente -¿Es un regalo?- preguntó mirando el color vino en los labios de la mujer, parecía arreglada así que supuso iba a alguna fiesta o celebración.

-Así es.- asintió sonriente.

-¿Para quién?

-Mi hija.- dijo sin apartar la vista de los ojos color hazel.

-Entonces a su hija le gustaran estos encajes.- dijo sacando un encaje color blanco y otro color chocolate -¿Cuál le gusta más?

-Um... el marrón le haría parecer a la caja un helado de pistacho y chocolate, mi hija ama ese sabor de helado.

-Bien.- finalmente, Paul colocó los encajes cómo una cinta, la mujer pagó y se fue con aquel regalo en manos. McCartney decidió dejar de lado la receta y comenzó a verificar si faltaba algo en los mostradores, en ese momento sintió que ese era su mayor pasatiempo en la tienda, revisar los mostradores incluso cuándo no era necesario.

Notó que faltaban los pastelillos de plátano que dejó Brian antes de irse y rápidamente fue a buscarlos, volvió al mostrador y se agachó lo suficiente para sacar la bandeja en la cuál quedaba solo una dona.

La campanilla sonó.

Paul se levantó inmediatamente, encontrándose con esa mirada frívola que no se había aparecido desde hace tres días. El pelinegro se quedó inmóvil, mirando esos ojos oscuros.

-¿...Qué desea... llevar?- preguntó con dificultad.

-¿Y Ringo?- cuestionó Harrison, ignorando la pregunta del mayor -Creí que nuestro acuerdo seguía en pié.

-¿Acuerdo?

-Qué no me atenderías, que no quería verte por aquí cuándo viniese a comprar.

-Eh, yo...- apretó los labios -Ringo fue a hacer un pedido y no hay nadie más que pueda atenderte además de mí.

George agachó la mirada.

-Entonces vendré más tarde.- dijo decidido y dispuesto a irse.

-Pero yo puedo atenderte. Es mi trabajo.

George volteó y miró al pelinegro directamente a los ojos, provocandole escalofríos.

-No me gustan tus servicios.- dijo finalmente para luego irse.

Paul pudo sentir rechazo en aquella tajante mirada; no le importaba el rechazo, pero el rechazo de Harrison se había convertido en su excepción.

El labio inferior de Paul comenzó a temblar y lo mordía para detenerlo; en su cabeza se negaba lo que sus sentimientos le exclamaban cada vez más fuerte. Aquel chico le importaba, le gustaba.

* * * * *

Starkey había vuelto de su encargo y ahora estaba atendiendo a una anciana, al llegar notó algo extraño en McCartney, pero no tuvo oportunidad de preguntarle nada, ya que tenían a dos clientes por atender y habían llegado más. El ojiazul podía notar la diferencia de humor en su compañero más joven, quién en esos momentos dejaba más cajas en las repisas de la pared. Ya quedaba solo un cliente y podría preguntarle al menor lo que le ocurría.

En ese momento, otro cliente entró, era Harrison.

Paul no se percató de la presencia del menor y continuó dejando caja tras caja en las repisas, se notaba a leguas los pocos ánimos que tenía.

La anciana se fue y ahora era turno de George.

-Buenas tardes, George.- el corazón de Paul dió un respingo al escuchar ese nombre, pero intentó disimularlo.

-Buenas tardes, Rings.

-¿Qué llevarás hoy?- preguntó el pelicastaño, animado.

Paul volteó de forma lenta y disimulada para ver al ojimarrón, y éste último lo notó, pero la mirada de Paul rápidamente se fijó en algo que estaba fuera de la tienda y su cuerpo se fue contra la pared, chocando con fuerza, dejándo caer varias cajas vacias, su rostro mostró miedo, el terror le había hecho temblar.

-¡¿Paul?!- Richard volteó rápidamente para ver si su amigo estaba bien -¡¿Qué te ocurre?!- preguntó alarmado al ver el rostro pálido del más alto, quién no dejaba de mirar a un punto fijo, fuera de la tienda -¡Paul! ¡Paul, háblame!

En ese momento los ojos de Paul se abrieron aún más y miró a Ringo, se separó de él y le entregó la caja que tenía en las manos, para luego correr a la cocina, desesperado por llegar lo más pronto posible a ella.

En ese momento la campanilla sonó y tres chicos entraron por la puerta.

Accept me [McHarrison]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora