Not my problem

1K 122 7
                                    

■Regina■

"Sé que tus intenciones son buenas, Emma. Pero el corazón de Regina ha sido vapuleado en demasiadas ocasiones. Debes protegerte de él."

Y luego, silencio.

Me aferré a las sábanas y las apreté contra mi cuello. Quería olvidarlo. Quería haber estado dormida para no oír eso.
No sé qué fue peor; si que lo que dijo fuera cierto, o que Emma no dijera nada al respecto. Aunque, claro, si era verdad lo que el hada había dicho, ¿por qué iba Emma a decir algo? ¿Cómo iba ella a negarlo?
Resultaba evidente que me habían hecho daño, que me habían hecho cosas tan horribles que la gente sentía vergüenza de mirarme, que mi corazón era negro y no merecía la pena... Estaba claro que nada bueno puede salir de mí. Y Emma lo sabía, por eso no dijo nada.

Apreté fuertemente las sábanas para reprimir ese sentimiento. Fruncí el ceño con fuerza y apreté mi garganta para impedir que surgiera un sollozo. Lo último que quería era llamar la atención, que supieran que las había escuchado...
Desperté a tiempo para oír esa frase, no necesitaba nada más. Pero tenía claro que llevaban más tiempo hablando, y solo el imaginar las cosas horribles que debían haber dicho de mí... Porque soy una persona horrible, y me lo merezco.

"No solo es mala, sino que la han usado de todas las formas posibles. Su vida ha sido una mezcla entre un thriller de terror psicológico y porno. Deberías ver las cosas que le hacía tu abuelo."

Mi mente era cruel. ¿Por qué me hacía estas cosas a mí misma? Claro, así luego estaba acostumbrada cuando me las hacían los demás y ya no dolía tanto. Pero, mierda...dolía igual...

"Es un monstruo, mató al hombre que la violaba y la mantenía aterrorizada. Al hombre al que todo el mundo amaba. Perdió la chaveta después de tanto dolor y de que tanta gente le diera la espalda mientras suplicaba que alguien tuviera piedad y la matara. Si, intentó matarse y nosotros se lo impedimos. Pero ahora que la hemos convertido en la Reina Malvada, nos arrepentimos de no haberla dejado morir."

¡Pues debieron dejarme morir! ¿Sabes qué? ¡No me habría importado! ¡No me habría importado nada! ¡Preferiría estar muerta a seguir arrastrando todo eso! Sigo sintiendo sus golpes, sus roces en mi piel, el vacío, el vacío absoluto y la sensación de que todos apartan sus miradas. Todo sigue igual. Maté a mi padre. Maté al único que no me daba la espalda a pesar de ser un monstruo, porque era su niña, su niña pequeña, y yo lo maté.

¿Dónde estaban esas personas que me querían muerta cuando yo también así lo deseaba? ¿Dónde estaban cuando todo se desmoronaba a mi alrededor? Habían llegado tarde, demasiado tarde. Pero me dieron la fuerza necesaria para seguir adelante, solo por vengarme de ellos y que vieran que vivía. Y ahora, una vez más, deseaba dejar de luchar.

A menudo me lo preguntaba; ¿qué pasaría si dejara de defenderme? Estaría siendo tan cobarde que dejaría que otros se encargasen del trabajo sucio y acabasen con todo. Pero acabar con todo sonaba tan placentero...

Me cubrí parte de la cara con las sábanas porque daba por perdida la batalla contra las lágrimas.

Emma...ella pensaba como ellos. Perderla significaba perder todo aquello que yo era, lo que quería llegar a ser... Porque creí que ella tenía fe en mí. No era así.
Dejé de respirar. Aguanté la respiración y pensé que así descansaria parte del peso. Cada vez me costaba más pensar, pero el dolor no cesaba.
Al cabo de un par de veces, bastó para quedarme dormida.

Desperté de ese extraño modo cuando sueñas que te caes y te despiertas con la sensación de haber caído. Moví los ojos de un lado a otro, frunciendo el ceño y comprobando que siguiera en la cama. Me incorporé, miré a un lado y a otro en busca de Emma. No estaba allí. Me entró el pánico. ¿Y si se había largado?
Por favor, no.

Me asomé a un lado de la cama para salir corriendo, pero la vi tumbada en el suelo, dormida y abrazada a la espada. No aguantó en pie toda la noche, y la muy idiota se tiró al suelo... Ahí debería dormir yo. Ella es la Salvadora, yo soy la mala. Yo debería dormir en el suelo.

-Emma...- Me puse en pie. -Swan...-

-Regina...- Se incorporó rápidamente. -Lo siento mucho, me he quedado dormida...-

-Ya veo...- Me llevé la mano al cuello con tal de taparme con el brazo. Ese era un gesto que amorticé con los años. Pero me traía recuerdos horrendos. -¿Puedes salir?-

-¿Eh?- Frunció el ceño.

-Tengo que cambiarme.-

-Oh, claro. Perdona.- Se levantó sacudiendose la chaqueta y caminó hacia la puerta. -Avísame cuando estés y...eso.-

Asentí sin dejar de mirarla y ella acabó por cerrar las puertas, dejándome a solas por fin.
Me senté al borde de la cama y cerré los ojos. Suspiré poco a poco todo el aire que albergaban mis pulmones y agarré las sábanas para no caer. Necesitaba serenarme. Necesitaba actuar como si todo fuera bien. Abrí los ojos antes de tiempo, y supe que era imposible. Me puse en pie y caminé sobre mis pies descalzos hasta la vitrina de mi izquierda. Saqué la mitad de una cara vajilla y la lancé pieza a pieza contra la pared. Al final me di cuenta de que era inútil, que mi dolor no cesaba, y me quedé con esa tacita en las manos. No pude romperla, no tuve fuerzas. En lugar de eso, yo misma rompí a llorar. Me encogí sobre el armario y me dejé caer hasta acabar sentada en el suelo, con las rodillas pegadas al pecho y la estúpida taza entre mis manos. En el fondo yo era tan frágil como la cerámica.

Salí de allí al cabo de media hora, con la cara seca y el vestido azul oscuro ceñido hasta la cintura de falda ancha de cono. Me había recogido el pelo en un tocado bastante elegante. Y muchos se preguntarian por qué motivo me arreglo para ir a cazar dragones. Bien, debo demostrar que estoy por encima de las circunstancias a todas horas. Soy una reina. Como mi madre solía decir: "No tienes ni su amor ni su respeto. Ganate al menos su vista." U otra de mis favoritas: "Las mujeres están hechas para entrar por los ojos, no por los oídos."

Como la odiaba. La odiaba tanto por lo que me hizo, por lo que no hizo y por lo que dejó a medias... A mí me dejó a medias. Construyó media reina y me abandonó en un palacio. Pero ella era así, te tiraba a la piscina y si no aprendias a nadar, te ahogabas.

-Vaya...- Emma continuó apoyada a la pared y se giró hacia mí. -¿Vas cómoda así?-

-Al final te acostumbras.- Aseguré. -Ahora será mejor que vayamos a por esas escamas. ¿Tienes el polvo?-

-Aquí está.- Mostró la bolsita atada a su cintura. -Oye, Regina...-

-¿Si?-

La mujer continuó mirándome a pesar de mis esfuerzos por mantener una expresión neutra, como si no se atreviese a decir algo. Yo le aguanté la mirada como si de una competición se tratara: la primera en abrir la boca, perdía.

-Nada...- Pronunció finalmente. -No es nada...-

-Bien.- Asentí. -Entonces vámonos ya.-

Emma me siguió como si de una orden se tratase. No me gustaba. Ella no tenía la culpa, solo trataba de ser la Salvadora. Pero falló. Pobrecita, no pudo ser la heroína. Sus padres...

-Regina...- Asentí. -¿A dónde vamos?-

-Al viejo castillo de Maléfica.- Me detuve. -Será fácil llegar. Solo hay que seguir el rastro de destrucción...-

-¿Destrucción?- Frunció el ceño. -Suena a peligro...-

Inspiré mirando a la nada y continué el paso por el pasadizo hasta la sala principal donde nos esperaba la alfombra.

-¿Vamos?- Señalé. -Quiero que mi hijo me recuerde lo antes posible.-

-Claro. Yo también quiero eso.- Se avanzó, extendió la alfombra y cogió la espada. -Vamos...- Me tendió su mano.

Miré la palma de su mano e involuntariamente alcé una ceja. Subí por mi cuenta. No necesitaba su ayuda. No necesitaba su compasión. No necesitaba una salvadora.











Come Back To MeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora