This is the last time

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■Regina■

Blanca impidió que enterrara mi corazón en el bosque. Entonces decidí que nuestros caminos habían de separarse.

Le agradezco que se preocupe por mí, pero eso no la llevará a ninguna parte. Soy un caso perdido. Siempre que parezco acercarme a algo parecido a la felicidad, algo vuelve a lanzarme tan lejos como sea posible de ello. Y sólo hago que perjudicar a quienes están a mi alrededor.

"Una vez salvé tu vida.
Gracias por intentar
salvar la mía."
-Regina

Dejé esta carta en su silla de montar y eché un último vistazo a esas personas que no habían perdido ni la mitad que yo. Esa era la última vez que veía a esta gente. Esa era la última vez que me exponía a sufrir de este modo.

Esa piedra atada a mi pecho no hacía más que bombear veneno por mis agrietadas venas. Pero sabía que nunca podría ponerle fin.
Caminé, sola, hasta llegar a lo que quedaba de mi castillo. Me tomé mi tiempo, repasé con la mirada hasta el último rincón. Todo seguía igual, pero yo era distinta.
Estaba todavía más rota que al principio. Ya no quedaba ira, solo silencio.

Todo cuanto he amado ha quedado reducido a cenizas. Pero mentiría si no dijera que lo extraño, tanto, que cada vez que pienso en ello se me parte el alma. No, no soy la misma Reina Malvada. Pero tampoco soy la antigua Regina. No queda nada. Y ya no puedo prometerme que no lloraré pensando en lo que habría cambiado, lo que habría dicho...

Ya habían pasado dos meses desde la última vez que abracé a mi hijo, y él ni siquiera me recordaría. Al principio las pesadillas no me dejaban dormir, ahora la pesadilla tiene lugar cuando estoy despierta. No duermo, no puedo. No puedo cerrar los ojos, no puedo hablar, no puedo comer...

El miedo se me pega a las muelas, me llevo la mano al abdomen para calmar la bola de fuego que no hace más que crecer, y trato de apoyarme en mi antiguo tocador con tal de no caer.

Es insoportable. Saco una aguja del cajón y mezclo un par de pociones. La magia es un poco como montar en bici, nunca se olvida una vez aprendida. Vierto una lagrima y meto la punta en el líquido morado que se forma.
Camino con la aguja en la mano, me siento en el banco de piedra del mirador y echo un último vistazo a las montañas. La puesta de sol me recuerda a Emma Swan. Esa calidez que consigue penetrar hasta mis huesos...

-"Te-Quiero"- Leí en sus labios cuando nos despedimos. Seguramente fuera imaginación mía, o eso quise creer. Si era cierto, Emma volvería a por mí. De ese modo, despertaria. Sino, dormiria eternamente, sin dolor, en silencio, como siempre.

Derramo otra lágrima, esta vez inintecionadamente, pero no intento secarla. Levanto la aguja y la acerco indecisa a mi dedo.

-Puede que algún día me encuentres y me despiertes...- Trato de fingir una sonrisa, pero duele demasiado. -Y si es lo último que hago, me desangraré por...- Y no encuentro las fuerzas necesarias para pronunciarlo, de modo que solo muevo los labios. -"Ti"-

La punta envenenada estuvo a punto de hundirse en mi piel, pero entonces escuché un estruendo a mis espaldas que me obligó a girarme sobresaltada.
No vi nada fuera de lo normal. Uno de los candelabros había caído y copas de plata rodaban por los suelos. Justo a su lado, una especie de alfombra con un estampado que no podía reconocer.

-¿Quién anda ahí?- Creé una bola de fuego y me acerqué con cautela.

Escuché un gemido y algo se movió entre la alfombra. Algo rubio.

-¿E...Emma?- Cerré el puño y se apagó la bola.

-Tengo que trabajarme los aterrizajes...- Trató de ponerse en pie y se sacudió la chaqueta roja, dándome la espalda. Entonces se dio la vuelta. -Bueno...-

Come Back To MeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora