The dragon

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Regina

Intenté mantenerme recta, impasible ante su mirada. Emma me miraba. Todo el viaje se pasó con la mirada fija en mí; como si advirtiera que algo no iba bien; como si creyera que, si se concentraba lo suficiente, podría adivinar de qué se trataba. Yo fingia que no lo notaba. Al final ella dejó de mirarme. Fin del cuento.

Seguimos el rastro de ruinas, esqueletos y cenizas... Parecía un desierto en medio del bosque. Divisamos las ruinas del castillo y un rugido potente y monstruoso hizo que Emma se girara hacia mí. Esta vez le devolví la mirada y abrí mis labios. A pesar de todo, yo no podía dejar que...

-Para aquí.- Dije.

Emma detuvo el artefacto sin pensárselo dos veces y me tendió la mano para ayudarme a bajar. No me miró a mí al hacerlo, sino que fijó su mirada en mi mano, como si me rogara que la aceptara. Y yo lo hice, porque seguramente la culpa de todo esto la tenía yo. Ella solo trataba de ayudar.
Dobló la alfombra y ésta encogió hasta poder guardarse perfectamente en su bolsillo. Me miró como esperando a que le indicara cuál sería el siguiente paso, y yo aparté la mirada al cielo, separando mis labios pero sin encontrar las fuerzas para pronunciar una sola palabra.

-Saldrá bien.- Aseguró.

-Hay un campo de fuerza.- Junté las manos sobre la cintura. -Yo no puedo penetrarlo. Tendrás que romper la barrera...-

Emma cogió aire a la vez que asentía y miró al frente. -¿Puedes ayudarme?-

-Mi magia no sirve.- Recordé. -Pero...estoy aquí.-

¿Estoy aquí? Como si eso fuese a ayudarla de alguna manera... Ojalá pudiera borrar mis palabras.

Ella se concentró y frunció el ceño a la vez que levantaba sus manos y convertía esa fuerza en un poder lo suficientemente fuerte para penetrar en la morada de la bestia.
Volvió a mirarme, y yo sentí la necesidad de apartarla de todo esto.

-Dame el polvo, yo me encargo del resto.-

-Ni hablar.- Dio un paso adelante.

-Emma.- Advertí en tono severo. -No te lo estoy pidiendo.-

-Me da igual.-

-Yo entro, tú te quedas. No hay más que hablar.- Ordené. -Es demasiado peligroso.-

-Más razón para que vaya.- Sacó su pistola. -He venido hasta aquí para llevarte a casa, no para ver como te conviertes en cenizas.- Empezó a caminar y yo me quedé ahí parada. -¿Vienes?-

Suspiré cansada y sin ánimos para discutir con ella. La seguí de todos modos porque necesita que alguien impida que se mate diez veces cada cinco minutos. -Guarda esa cosa. Aquí no te servirá de nada.-

Me vi obligada a caminar con el constante temor a que algo le pasara a la idiota, a que algo le pasara por mi culpa. Ella no debería estar aquí, no debería haberla sacado de mi castillo para empezar. Este mundo ya era lo bastante peligroso hace treinta años, conmigo aquí...pero al menos sabíamos a qué nos enfrentabamos. Ahora caminamos a ciegas.

La muy idiota no me dejaba avanzarme ni un segundo. Disimuladamente, o eso creía ella, siempre se mantenía un paso por delante. Puse los ojos en blanco en más de una ocasión. Emma no podía protegerme, yo debería haberla protegido a ella. Se tomaba demasiado en serio lo de ser la Salvadora, y ni yo ni mi negro corazón podíamos detenerla.

-¿Hace mucho que no vienes por aquí?- Preguntó con las manos sobre su espada por si hacía falta sacarla.

-Desde la maldición.- Respondí con la mirada gacha. -Antes esto era un bosque.-

Come Back To MeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora